Como María Magdalena, como Pedro y como Juan, acudimos, Señor, hasta la tumba vacía de Jesús resucitado en busca de esperanza. Escucha, Padre, nuestros deseos y nuestra oración:
• Por la Iglesia. Para que, como Pedro y los apóstoles, salgamos a la calle a anunciar la esperanza, no con aires de triunfalismo barato, sino con la actitud sencilla, abierta y generosa de pasar haciendo el bien y curando a quienes viven oprimidos. Que seamos mensajeros de la vida.
• Por nuestro mundo. Que los brotes de vida y solidaridad, nacidos de la vida del resucitado, triunfen sobre los mecanismos de la muerte que generan en dolor de tanta gente: parados, desahuciados, inmigrantes, excluidos, maltratados, solos y abandonados.
• Que la vida solidaria de Cristo resucitado arranque de nuestro mundo tanta muerte causada por la pobreza, el hambre, la guerra, la injusticia, la especulación y la opulencia de unos pocos sobre la mayoría.
• Que nuestras comunidades cristianas y eclesiales se esfuercen en crecer pacientemente como comunidad fraterna y no como “estación de servicios”, conscientes de que, como la fe en el resucitado, es un proceso lento que exige valentía para romper los odres viejos y perseverancia para seguir caminando.
• Por nosotros mismos, para que aprendamos a vivir la vida de cada y día, con sus dificultades y sus logros, como quienes vivimos “amenazados de resurrección”, leyendo nuestras vidas desde la luz de la pascua.
Escucha, Padre, estos nuestros deseos, porque buscamos el mundo nuevo inaugurado por Jesús resucitado.
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