01 abril 2014

Homilías (3), V Domingo Cuaresma, 6 abril

1.- AMAR Y CUIDAR LA VIDA

Por Gabriel González del Estal

1. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡cómo lo quería! Jesús se echó a llorar porque quería a Lázaro vivo, no muerto. Jesús amaba la vida. Hace unos días, la Iglesia ha celebrado la Jornada por la vida, con el lema: Sí a la Vida. Por la Vida, la Mujer y la Maternidad.
La Iglesia de Jesús ama la vida, defiende la vida desde el primer momento en que comienza hasta que termina. La vida, como ya dijo Juan Pablo II es “un valor no disponible”, no se puede considerar como una mercancía. Queremos una vida, una vida digna, para todas las personas desde el momento mismo en que son concebidas hasta que mueren. Como dijo el Arzobispo de Santiago de Compostela, en su carta comentario sobre la Jornada por la Vida: La grandeza de la humanidad consiste esencialmente en respetar, cuidar, amar y servir a la vida, a toda vida humana, sean cuales fueran las circunstancias, desde el instante de su concepción hasta la muerte natural. El auténtico progreso es favorecer la vida. En esta Jornada por la Vida se ha querido hacer una mención especial a la mujer y a la maternidad: La mujer está llamada a retomar la conciencia del valor de su vocación a la maternidad… La madre es singularmente protectora de la vida. Y al decir esto, no queremos reducir a la mujer a su función de madre, porque la mujer, como cualquier persona humana, es una persona con múltiples funciones, deberes y derechos; pero sí queremos decir que la maternidad es una función excelsa de la mujer, dentro de las múltiples funciones que una mujer puede tener. Algo parecido deberemos decir, cuando nos toque hablar de la paternidad. Y, volviendo ya al tema del evangelio de este domingo, admiremos hoy la ternura y el amor que Jesús mostró ante la tumba de su amigo Lázaro, y el grito que le salió del alma, cuando vio a su amigo muerto: ¡Lázaro, ven fuera!, sal de las garras de la muerte, que yo te quiero vivo, porque quiero seguir gozando de tu amistad.

2. Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. El evangelista san Juan quiere presentarnos hay a Jesús como Vida; en los dos domingos anteriores lo ha presentado como Agua viva y como Luz. Jesús sabe, como hombre que es, que esta vida humana corporal es una vida efímera y mortal, que acaba siempre en la muerte del cuerpo. Lo ha experimentado dolorosamente ante la tumba de su amigo Lázaro, pero quiere que sus amigos Lázaro, Marta y María, sepan que la vida humana no termina con la muerte del cuerpo, que existe la vida del espíritu, una vida que no termina, sino que se transforma. Jesús le dice a su amiga Marta que él es la Vida y los que viven en comunión con él, aunque hayan muerto corporalmente vivirán para siempre con él. Jesús quiere que sus amigos vean en la resurrección temporal de Lázaro, en su reviviscencia corporal, una imagen, una prefiguración de lo que será la resurrección definitiva en el espíritu, una resurrección para la vida eterna. Esta es la gran verdad consoladora de nuestra fe, la verdad de nuestra fe en la resurrección, la verdad que contemplaremos gozosos en la próxima y ya cercana fiesta de la Pascua de Resurrección.

3. Os infundiré mi espíritu y viviréis. El profeta Ezequiel dice esto, en nombre de Dios, a una comunidad que vive en el destierro y que está desilusionada con su Dios. Pero el mismo Dios les promete que volverán a la ciudad santa, que hasta los huesos de sus muertos volverán a vivir alegres y gozosos en la ciudad santa de Jerusalén. El Dios de Israel es un Dios de vivos, no de muertos, y los que creen en él, aunque hayan muerto, vivirán.

4. El que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo espíritu que habita en vosotros. También san Pablo les dice a los primeros cristianos de Roma que Cristo Jesús es la Vida, y que los que tengan su Espíritu vivirán con él para siempre. Nuestro cuerpo muere, pero si nuestro espíritu vive en comunión con el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Cristo vivificará nuestro cuerpo mortal, porque el Espíritu de Cristo es la Vida. Como vemos, las lecturas de este quinto domingo de cuaresma quieren dejarnos ya entrever la gran verdad de la Pascua de Resurrección: que Cristo es Vida y que los que vivamos en comunión con él viviremos para siempre.

2.- CRISTO ES LA VIDA

Por José María Martín OSA

1.- "¿Crees esto?", le pregunta Jesús a Marta. Una pregunta parecida les había hecho antes a la samaritana y al ciego de nacimiento. Los tres responden afirmativamente: "Creo". La clave de nuestra fe es la Resurrección de Jesús, su triunfo sobre la muerte. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe y nosotros los más miserables de los hombres, afirma San Pablo.

En nuestro Bautismo nuestros padres proclamaron la fe por nosotros. Después hemos tenido ocasión de confirmarla y reafírmala. Lo hacemos cada domingo, cuando decimos "creo en la resurrección de los muertos". No sé si sabemos lo que decimos, pues da la sensación de que vivimos como hombres sin esperanza, agarrados a las cosas de abajo. La resurrección es la participación en la vida de Cristo resucitado, una vida nueva, plena, gratificante. Si esto es lo que esperamos, ¿por qué no asumimos con más paz la realidad de la muerte?

2.- La Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte. Hay tres relatos de resurrección en los evangelios: la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín y Lázaro. Sólo el último aparece en el evangelio de Juan que leemos este domingo. No son comparables estas resurrecciones con la Resurrección de Cristo. De estas tres habría que decir que más bien son "reanimaciones", vuelta a la vida de antes en este mundo. La Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte, el paso a una VIDA plena y eterna.

3.- Él es "la resurrección y la vida". Lázaro es un símbolo del hombre agobiado por realidades de muerte: droga, guerra, terrorismo, aborto, desesperación. Todos estamos heridos de muerte, siendo las heridas más importantes las del corazón. ¿Quién nos sacará del sepulcro?, ¿Quién dará fin a nuestra vida mortecina?, ¿Quién acabará con nuestros lamentos?, ¿Quién será capaz de dar una explicación a tantos porqués? Sólo Cristo, porque Él es "la resurrección y la vida". Aunque estemos muertos por el peso de nuestras culpas podemos salir y gritar "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Y si creo, yo sé, no ya que resucitaré, sino que estoy resucitado. Haz, Señor, que sea testigo y defensor de la vida.

3.- JESÚS, VIDA ETERNA

Por Pedro Juan Díaz

1.- Estamos celebrando el último domingo de la Cuaresma. Tocamos ya con los dedos la Semana Santa. Y tenemos muy cerca la Pascua, el gran momento, la gran fiesta de los cristianos. El signo que aparece este domingo en la Palabra de Dios es la VIDA. La resurrección de Lázaro nos habla de que Dios es el Señor de la Vida, y que tiene poder sobre la muerte. Y lo demostrará plenamente con la resurrección de Jesús, de la cual todos participaremos.

2.- El texto de Lázaro es un texto conocido. Cuando empezamos a leerlo ya sabemos lo que va a ocurrir. Pero es importante fijarse en los detalles. La Palabra de Dios es una palabra VIVA, tanto que nunca se quedará estéril, siempre nos descubrirá algo nuevo, algo que podamos aplicar a nuestra vida y en lo que podamos reconocernos. Hay dos detalles que a mí me han llamado la atención esta vez.

--El primero es la fuerza que tiene la oración de Jesús. Jesús no hace nada sin rezar antes (esto sería un buen propósito para nuestra vida). Jesús, delante de la tumba de Lázaro, levanta los ojos al cielo y da gracias al Padre porque siempre le escucha. Y le pide que devuelva a Lázaro a la vida. Y ocurre. Me recuerda a aquel otro momento en el que Jesús les decía a sus discípulos que si su fe fuera como la de un grano de mostaza, serían capaces de mover montañas. Yo creo que muchas veces cuando rezamos nos falta convicción, nos falta fe, nos falta creernos que es posible. También creo que muchas veces nuestra oración es egoísta, porque sólo pedimos para nosotros, para nuestro interés, y Jesús nunca oró así. Es más, nos enseñó a rezar diciendo que Dios es nuestro Padre y que todos nosotros somos hermanos.

--El segundo detalle que me llama la atención es la fe de Marta. Muchas veces cuando perdemos a un ser querido nuestra fe se tambalea. Y a Marta también le pasó. Pero allí estaba Jesús para “cogerla por banda” y decirle: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Marta le dice que sí, pero después vuelve a dudar. Y Jesús le vuelve a decir: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. ¿Cuántas veces necesitamos nosotros oír estas palabras de Jesús para que nuestra fe no se tambalee ni siquiera ante la muerte? Este pasaje nos predispone a celebrar la Pascua, la resurrección de Jesús, la VIDA con mayúsculas. Pero si esto no entra en nuestro corazón y hasta los tuétanos de nuestra vida, no podremos celebrar nada. Marta somos todos. Pero no olvidemos que al final Jesús llevó a muchos de los que estaban allí a creer en él, y Marta con más fuerza que antes.

3.- La Cuaresma sigue teniendo el propósito de acercarnos más a Dios, de que tengamos más ratos de “conversación” con Él (de oración, vamos) y de que esos ratos hagan posible que “cambiemos el corazón” (conversión) y que nuestra fe se fortalezca para darnos cuenta de que es un Dios vivo, el Dios de la Vida y la felicidad. La Eucaristía es un momento especial para encontrarnos con ese Dios, que también nos sale al encuentro en la vida de cada día, en cada persona y en cada acontecimiento. Que Lázaro, Marta y María, que eran sus amigos, nos ayuden a crecer en amistad con Él y a cuidar más nuestros encuentros en la oración, en la Eucaristía, en los demás (especialmente en los más pobres), para que nuestra fe en Jesús crezca cada día.

4.- ¡SAL AFUERA!

Por José María Maruri, SJ

1.- Hace ya algún tiempo, en un día cualquiera, a mediodía, bajaba yo por la calle de la Montera (**). Iba a bendecir la casa de unos amigos, cuando me encontré de frente a dos empleadas del amor, que al verme vestido de negro clerical se santiguaron instintivamente, no eran españolas, aquello era quitarse encima un maleficio, era alejar de sí al grajo negro. A me hizo reír pero también me hizo pensar.

2.- A pesar de todas las reformas, de todos los acercamientos, para el pueblo, en medio del que no vivimos, seguimos siendo el cuervo. El ciprés del cementerio. La campana que toca a agonía y a muerte. Los que hacemos resonar la caja de los truenos del pecado, la muerte y el infierno. Los de los NOES de los mandamientos. Los tenebrosos confesionarios. Los de los responsos y los funerales. La sombra oscura que cae sobre la felicidad y la alegría. La muerte de la vida. La religión sigue siendo sombría y negativa. Sigue siendo más NO que SÍ. Y muchísima culpa tenemos nosotros, lo curas, y una tradición de siglos.

3.- Y es que muchas veces tenemos olvidado que la Buena Nueva que anuncia el Señor no es la muerte sino la VIDA, aun en medio de su pasión y muerte. La Palabra de Dios de la liturgia de hoy está llena de esa Buena Nueva de VIDA: yo os infundiré mi espíritu y viviréis, el que resucitó a Jesús, resucitará a vuestros cuerpos” “Yo soy la resurrección y la vida” “Lázaro sal fuera” Es una verdadera explosión de vida. Y esto es una constante en todo el evangelio. Jesús es el Verbo de la Vida. Ha venido a dar Vida y Vida abundante. El que come de su carne tiene en vida eterna. .Su cuerpo será entregado para la vida del mundo. Él nos dará un agua que saltará hasta la vida eterna.

4.- Jesús llora tres veces por su cariño hacia a sus amigos, pero llora también porque no está conforme con que su amigo Lázaro, tras él tantos amigos suyos, acaben en un montón de cenizas y huesos regados por las lágrimas de sus familiares. No está conforme porque no es verdad, porque Él es la Vida, y su Padre es la Vida, y su mensaje a los hombres es de VIDA. Yo creo que Jesús llora también porque íbamos a poner un capuchón negro a la vida y a rodear de cipreses la vida y a amortajar la vida y meterla en un sepulcro donde poco a poco se muere y huele mal. Y por eso resucita a Lázaro como símbolo de lo que nos viene a traer: Vida y Vida abundante.

4.- Por eso nuestra vida cristiana no puede seguir dando la impresión de obscura y triste. Tiene que estar llena de lo que es la VIDA, que es luz, alegría, amistad cariño, buen humor, esperanza.

--VIDA es todo lo contrario a pasotismo, a inmovilismo, a agua estancada y verdosa, a desilusión a tristeza sin esperanza, a lágrimas rabiosas.

--VIDA es arrastrar, no ser arrastrado. Es luchar, no rendición incondicional. Es tener ánimos y dar ánimos. Es cara distendida, no crispada y alargada por una macilenta seriedad.

4.- Como Jesús le dijo a Lázaro: “sal fuera” de la muerte a la vida, también nos dice a nosotros:

--sal afuera de la oscuridad, de un concepto negativo de un cristianismo plagado de NOES a la luz de seguir a Cristo por amistad

--sal afuera del sentirte atado por la mortaja a la libertad de los hijos de Dios que proceden por amor.

--sal afuera del hedor que produce todo estancamiento y pasotismo a vivir enérgicamente entregado a servir a los demás.

--sal afuera de la sacristía a la calle. De tener encerrado tu cristianismo en la Iglesia a llevarlo con orgullo donde trabajas y vives.

La llamada de Jesús es eficaz por eso nuestra enfermedad, la de cada uno de nosotros, que nos anquilosa y paraliza y no nos deja vivir nuestro cristianismo con garbo y alegría, esa enfermedad no será de muerte sino para que en ella, en su curación se muestre el poder y el amor del Señor Jesús, como lo fue de Lázaro.

(**) La calle de la Montera es una vía del centro histórico de Madrid, muy cercana a la Puerta del Sol, donde muchas prostitutas, en su mayoría, extranjeras, ejercen su oficio a cualquier hora del día o de la noche.

5.- EL SEÑOR MARCHÓ DECIDIDO A BETANIA

Por Antonio García-Moreno

1.- SEPULCROS.- Sepulcros, lugar de oscuro encierro y de podredumbre. Silencio definitivo, descomposición nauseabunda, final desastroso de una carne que se corrompe y que apesta... Así es la vida a veces, así de muerta y olvidada, así de triste y de trágica. Sí, hay muchos sepulcros detrás de los brillantes mármoles de nuestras fachadas.

La voz de Cristo abrió el sepulcro de Lázaro, hediondo ya después de cuatro días. Y Cristo abrió los sepulcros de aquellos leprosos de carne corroída, el de la mujer adúltera, mil veces más podrida. El de tantos y tantos, sepultados bajo la fría losa de sus miserias y pecados... Nuestros sepulcros, Señor, mi sepulcro. Ábrelo. Vence a la muerte con la vida. Llena de rosas siempre vivas este hoyo en el que sólo hay carne en putrefacción. Tú lo has dicho: Pueblo mío, yo mismo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de ellos.

Y cuando abra vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor... Es también Ezequiel quien nos habla de un campo lleno de huesos secos, un inmenso rastrojo, fatídico y macabro. Pero el soplo de Dios pasa sobre esos huesos, la fuerza y el calor del Espíritu actúa, realiza el prodigio de hacer brotar la vida en donde sólo había muerte.

Dios infunde su Espíritu y la vida surge pujante, la tristeza irreprimible se convierte en desbordante alegría, la angustia que oprime se transforma en esperanza que esponja el alma. Los sepulcros se han abierto, se han llenado de luz.

El Señor lo dice y lo hace. No es como nosotros, que decimos pero no hacemos. Él es distinto. Su palabra es sustantiva, poderosa, eficaz. Por eso, una vez más hemos de ahuyentar la tristeza y el miedo, con la confianza y la seguridad del que sabe bien de quién se ha fiado.

2.- CRISTO, VENCEDOR DE LA MUERTE.- Señor, tu amigo está enfermo. Así anunciaron a Jesús la grave enfermedad de Lázaro. Es un detalle más que nos confirma la entrañable humanidad de Cristo, la hondura de los sentimientos del Hijo de Dios hecho hombre. Jesús, en efecto, amaba a Lázaro. Lo demostrará luego, cuando llore delante de los demás al ver la tumba del amigo. Y lo demuestra en su decisión de ir a curarle, aunque ello suponga acercarse demasiado a Jerusalén y exponerse a las asechanzas de sus enemigos, que tenían ya determinado matarle. Pero el Señor, llevado del amor a Lázaro marchó decidido a Betania. Su postura de lealtad y de gallardía es un reclamo para nosotros, para que también seamos amigos de veras. Sobre todo, cuando la persona amada nos necesita, aunque el ayudarla suponga graves riesgos.

La muerte ensombrece el hogar de Lázaro y sus hermanas, tan acogedor en otras ocasiones. Donde había paz y alegría, hay ahora zozobra y tristeza. Jesús contempla el dolor de Marta y María, ve sus miradas enrojecidas por el llanto y se estremece interiormente, rompiendo en un sollozo incontenible. Es muy humano sentir dolor ante la muerte de un ser querido, derramar lágrimas por la ausencia irremplazable del amigo. Lo mismo que le ocurre a Jesucristo en esta ocasión.

Pero al mismo tiempo esos sentimientos, cuando hay fe, han de dar paso a la esperanza y a la serenidad. Sí, entonces nuestra fe ha de iluminar los rincones más oscuros del alma, ha de recordarnos que detrás de la muerte está la Vida. Hemos de pensar que la separación no es definitiva sino provisional, porque la vida se nos transforma, no se nos arrebata. En la resurrección de Lázaro, Jesús muestra su poder omnímodo, adelanta su triunfo final sobre la muerte. Así, pues, este prodigio es una primicia del botín definitivo, cuyo comienzo será la pasión y su final apoteósico, la grandiosa polifonía del aleluya de la Pascua.

6.- SEÑOR; EL MUNDO ESTÁ ENFERMO

Por Javier Leoz

Cerramos, con el evangelio que relata la tercera catequesis bautismal, esta serie de domingos cuaresmales que nos van a conducir a la Semana Santa. La resurrección de Lázaro refleja la carta final y definitiva de Jesús: es la resurrección y la vida. Despertemos pues nuestra fe y la confirmemos ante estos milagros que nos hacen ver y sentir profundamente el señorío de Cristo. No creemos en los milagros sino en el Señor de los milagros.

1. ¿Qué vivimos e intuimos en el clima de esta celebración cuaresmal? Entre otras cosas que, el poder del Señor, es más fuerte que la muerte y que, por lo tanto, tenemos derecho a creer, soñar y pensar en la eternidad. Es una herencia que el Padre tiene reservada, por pura iniciativa suya, para los que creen y esperan en El.

Como Lázaro, muchos de nosotros y de los hombres contemporáneos, nos encontramos enfermos y a veces en el filo del abismo de la muerte. Son muchas las circunstancias que nos preocupan. Y es que, a través de muchos medios, orales, televisivos o escritos, nos siguen alcanzando las mismas noticias que llegaron a los oídos de Jesús: “tu amigo (el mundo) está enfermo”.

2. El anuncio de la resurrección de Lázaro era pregón adelantado de la definitiva resurrección que, días después, iba a darse en la persona Jesús. Lázaro (por aquello de que las alegrías verdaderas duran poco) moriría después. Por el contrario, Cristo, después de saltar del sepulcro no vuelve a morir y nos deja el camino marcado: desapareceremos pero, por su muerte y resurrección, resucitaremos. Como Marta, y ante la enfermedad severa que padecen muchos hombres con claros síntomas de “incredulidad” nosotros respondemos: “Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo que tenía que venir al mundo”:

3.- La muerte ha sido y será un gran enigma para el hombre. La ciencia, como mucho, puede aplazarla e incluso “invernarla” pero nunca podrá convertir al ser humano en un ente eterno. Entre otras cosas porque, si así fuera, perdería el sentido de vivir, las ganas de superación. ¿Por qué y para qué trabajar, despuntarse, llorar o sufrir, reír o cantar, viajar o descansar… si vamos a estar siempre aquí y así en el mundo? ¿No sería un vivir sin vivir?

Jesús con la resurrección de Lázaro nos prepara con expectación a la fiesta de la Pascua. Ya sabemos la línea maestra y fundamental de estas próximas horas: Jesús derrota al gran enemigo de sus amigos, la muerte. ¿Puede hacer algo más por un amigo (por ti y por mí) el Señor?

“Sal de ahí”. Fue el imperativo de Jesús a un Lázaro maniatado por las vendas y fulminado por la muerte. ¿De dónde tenemos que salir nosotros? ¿De qué sepulcros? ¿De qué cavernas que nos impiden vivir con alegría el don de la vida?

7.- LÁZARO DE BETANIA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Es muy posible aprehender fácilmente el clima de emociones encontradas que respira el texto de San Juan. Desde los sentimientos un tanto confusos de los Apóstoles por el regreso al peligro de Judea hasta el reproche de Marta a Jesús por no haber estado presente. Le culpa en cierto modo de la muerte de Lázaro. Y Jesús, a sus buenos amigos --a los Apóstoles, a Marta, a María-- les recuerda su misión y la necesidad de descubrir la gloria y el poder de Dios mediante sus obras.

2.- Jesús de Nazaret no tapa sus sentimientos, pero por encima de ellos está misión encargada por el Padre. No puede dudarse que desde el punto de vista del conflicto suscitado por fariseos, escribas y senadores judíos, la resurrección de Lázaro iba a ser el desencadenante de la "solución final" contra Jesús: su muerte en la cruz. Y ese sacrificio es la Redención. Para nosotros la expresividad del Señor, sus lágrimas, su afecto por los hermanos de Betania, la reacción de los presentes que admiran los sentimientos a flor de piel que exhibe Cristo son ingredientes maravillosos para mejor conocer a Jesús y adentrarnos en su personalidad. Jesús es un hombre como nosotros y vivió su paso en la tierra con las mismas condiciones que marcan nuestra vida: alegría, tristeza, risas, lágrimas, etc.

3.- Y ya un breve comentario –casi de puertas para adentro—al referirme a este evangelio que ocurre el aldea de Betania, donde residían los grandes amigos de Jesús: Marta, María y Lázaro. Ciertamente, teniendo la confianza que ellos tenían en el Profeta de Nazaret los tres hermanos tal vez pensaron más de una vez que ellos, por su amistad con el Maestro, iban a estar libres de cualquier gran infortunio. Y, sin embargo, muere de, sin duda, una enfermedad mortal de efectos rápidos y es enterrado en el jardín de su finca, como era habitual en muchas familias judías. La roca horadada donde es enterrado Jesús también formaba parte del enterramiento particular y doméstico de José de Arimatea. En fin, en el editorial de la página correspondiente de la presente edición también se hablaba de Betania, de Jesús, de Marta y María… y de la resurrección de Lázaro. Merece la pena, a mi juicio, echar un vistazo el referido editorial y sacar alguna conclusión, sobre todo para aquellos lectores que suelen utilizar esta página de homilías como fuente de inspiración para sus propios y personales comentarios homiléticos.

Nota.- Conviene leer el editorial sobre Betania y el Evangelio. Y como la web Betania pretende el patrocinio y patronazgo de los tres santos hermanos de Betania.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

RESUCITACIÓN DE LÁZARO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Empiezo, como siempre que puedo, dando nociones del emplazamiento donde ocurrió el milagro que el evangelio de la misa de hoy nos relata. Os recuerdo que además de satisfacer legítima curiosidad, pretendo, mis queridos jóvenes lectores, que os cercioréis de que, si bien la Fe es don de Dios, actitud esta honradamente arriesgada, y por ello meritoria, ocurrieron los hechos que celebramos, en lugares indudablemente ciertos y en un tiempo, en el caso de hoy, con bastante seguridad fue en el año 33 de nuestra era.

2.- El camino de Betania a Jerusalén, o a la inversa, lo he recorrido más de una vez. Hasta hace pocos años, salía uno del lugar del sepulcro de Lázaro e iba caminando a pie y elevándose hacia Betfagé, lugar al que se le atribuye ser donde Jesús subió al jumento, para entrar solemnemente en Jerusalén. Doce minutos. Continúa uno hasta la Ascensión. Ocho minutos. El camino de bajada hasta el Cedrón, debe ocupar una escasa media hora. Desde allí a la Ciudad unos diez minutos. Estos cálculos corresponden a los tiempos anteriores a la construcción del “muro de la vergüenza”. Creo que hoy hay que dar una gran vuelta de unos 18 kilómetros, lo que en tiempos del Señor suponía una distancia entre tres o cuatro kilómetros.

3.- Otro detalle. Lo común de aquel tiempo era que la sepultura se adentrara en la montaña y quedara cerrada la boca mediante una gran piedra circular, de poco más de un metro. En este caso, atendiendo al relato y al lugar que visitamos, en el interior, al que se baja por una escalera de peldaños desiguales, existía una gran losa que daba paso al recinto donde reposaba el cadáver. No debía correrse, como en el del Señor, que tanto preocupaba a las santas mujeres aquí amanecer del glorioso domingo, sino levantarse. Según la descripción, la costumbre judía era más simple que la de la cultura egipcia. El cadáver era envuelto, perfumado y sujetado el lienzo con unas pocas cintas.

He penetrado en bastantes ocasiones y os digo sinceramente que las últimas veces que lo hice, la estancia estaba decentemente limpia. Es propiedad musulmana y su autenticidad bastante segura. Está muy cercana a una iglesia moderna, edificada en el lugar de otras anteriores, de lo cual dan testimonio fragmentos de pavimentos de mosaico, en diferentes niveles. El recinto de celebración no es único. A su lado algún otro más humilde y antiguo. En uno de estos, quise celebrar misa, mis queridos jóvenes lectores de betania.es , el mismo día en que hacía 10 años, había nacido nuestra querida “hoja dominical el espacio cibernético”.

5.- Os puede extrañar la expresión “resucitación” que no es la que se usa tradicionalmente. Lo he hecho para señalar la diferencia de este milagro con lo ocurrido con el Señor. Lázaro nació, creció, murió en lugar y un día determinado. Al cabo de cuatro días del fallecimiento volvió a la realidad histórica, en el mismo lugar donde había sido enterrado. Más tarde murió definitivamente. Empezó a existir de una manera diferente, hasta la definitiva y general resurrección, al fin de los tiempos. Me he expresado en un lenguaje un poco impreciso, pero mi intención era distinguir lo ocurrido a Lázaro respecto a la Resurrección de Cristo. (Según leyendas provenzales, hacia el año 50, emigró forzosamente hacia el oeste, atracó en la Camarga, predicó en Arles y sus reliquias reposan hoy en Saint Lazare, junto a Vezelay, en la Borgoña.

8.- Otra advertencia. El milagro obrado por el Maestro en esta pequeña población, muy próxima a la capital Jerusalén, casi a la visa, junto al camino tradicional que subía desde Jericó, suponía una atrevida provocación a los “mandos”, Sumo Sacerdote y sus compinches del Sanedrín, que lo entendieron muy bien y sufrieron el impacto. Hoy lo que fue una aldea es un conglomerado de edificaciones levantadas sin ningún criterio urbanístico, y recorridas, o ensuciadas, por los rebaños de cabras y ovejas de beduinos que hormiguean por sus calles y plazas. El viajero cristiano y el peregrino, generalmente, no se da cuenta, pues va directamente al lugar de la tumba, situado a las afueras. Debo añadir que junto al espacio franciscano hay una iglesia ortodoxa que nunca he visitado. Me parece también que excepto los frailes menores, no hay ninguna otra comunidad religiosa.

9.- Cambio de tercio.-En Betania me siento emocionalmente bien. Su existencia es un canto, un homenaje, a la Amistad del Señor. Marta, la primera protagonista del episodio de hoy, su hermana María, en esta ocasión ocupando un segundo papel, y Lázaro, el gran beneficiado, no son ni pobres, ni apóstoles, son simplemente amigos. Ojo, que no son simplemente ni conocidos, ni compañeros, ni cómplices. A estos uno puede prudentemente ignorar u olvidar. El amigo compromete y Jesús bien lo sabe. Con lo que va a hacer se jugará la vida y no se escurre huyendo. Marta expresa lo esencial del Credo cristiano. Ambas son también testimonio de Esperanza. Ambas le aman y el Señor a ellas en grado sumo y no digamos lo que siente por su amigo Lázaro. No dejéis llegados a este punto, de examinaros sobre vuestras relaciones. No dejéis de fijaros en el protagonismo femenino. Sacad consecuencias.

No hay que olvidar tampoco el comportamiento de los conocidos que se desplazan a visitar a la familia desde Jerusalén. Este simple gesto le comprometía y, no obstante, se arriesgaba.

¿Lloró el Maestro por el dolor que le causaba a su sensibilidad humana la muerte del amigo o le emocionaba el amor familiar que demostraban Marta y María?. De cualquier manera que entendáis la actitud, nos reclama y exige a nosotros, mucho amor y valentía. Sin olvidar el asombro y admiración que nos inclinen a adorar con sinceridad a Jesús, que no está ausente de nuestra vida.

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