10 marzo 2014

Reflexión: Lo de todos los años, lo de siempre

Cuando una actividad, una celebración, una fiesta, etc. se repite periódicamente, aunque sea una vez al año, corremos el peligro de “acostumbrarnos” a ella. Decimos: “Lo de todos los años”, o “Es lo de siempre”, porque ha dejado de tener para nosotros la novedad y la frescura de los primeros tiempos, y aunque hagamos los preparativos necesarios y participemos activamente, ya no sentimos lo mismo que antes, no nos aporta nada nuevo. Y cuando pasa esa celebración, fiesta, etc., nos queda una cierta tristeza o vacío, porque en nuestro interior quisiéramos volver a “sentir” lo de antes, volver a recuperar la ilusión por esos momentos.

El miércoles pasado, con la celebración de la imposición de la ceniza, inauguramos el tiempo de Cuaresma. Y corremos el peligro de “acostumbrarnos” y ver la Cuaresma como “lo de todos los años” o “lo de siempre”: procuraremos cuidar la oración, ayunaremos y nos abstendremos de comer carne los días prescritos, quizá participemos en algún Via Crucis, o seremos un poco más generosos con las limosnas, nos confesaremos… pero quizá todo eso ya no nos aporte nada nuevo. Y pasará la Cuaresma, y comprobaremos que, en realidad, nuestra vida continúa igual que antes.
Por eso, en estos primeros días, y en este primer Domingo de Cuaresma en el que tanto en la 1ª lectura como en el Evangelio hemos escuchado diferentes ejemplos de tentaciones, nosotros debemos esforzarnos en no caer en la tentación de ver y vivir la Cuaresma como “lo de todos los años”, “lo de siempre”, porque es muy fácil caer en esa tentación.
Como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de 2014, éste es un tiempo para el camino personal y comunitario de conversión, y convertirse es hacer que alguien se transforme en algo distinto de lo que era. Nuestro objetivo es avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud, como hemos pedido en la oración colecta de hoy. Por eso no queremos quedarnos estancados en “lo de todos los años”, “lo de siempre”: queremos avanzar, progresar y mejorar, ir a más, y vivir en plenitud.
Y el Papa, en su Mensaje, indica lo que puede ser nuestro “ejercicio cuaresmal” para convertirnos y avanzar hacia la plenitud. Él señala tres tipos de miseria contra los que debemos luchar: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual, que recogen las tres tentaciones del Evangelio.
Porque una miseria material es pensar que todo en la vida se reduce a cubrir las necesidades materiales (1ª tentación), y por eso Jesús responde: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Una miseria espiritual es convertir la fe a una especie de “magia”, pensando que Dios está “obligado” a hacer lo que le pedimos cuando se lo pedimos (2ª tentación), y por eso Jesús responDe: No tentarás al Señor, tu Dios. Y una miseria moral es buscar ante todo el propio interés y beneficio, renunciando para ello a todo lo que pensamos que lo obstaculiza, sea nuestra dignidad, nuestros valores, o incluso Dios (3ª tentación), y por eso Jesús responde: Al Señor, tu Dios, adorarás y sólo a él darás culto.
Seguro que, si somos sinceros, descubriremos en nosotros ejemplos concretos de cada una de estas miserias. Pero por encima de esos ejemplos, el Papa nos recuerda que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo. El tiempo de Cuaresma que acabamos de inaugurar es el tiempo propicio para ejercitarnos en vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.Este comienzo de la Cuaresma, ¿lo he sentido como “lo de todos los años”, “lo de siempre”? ¿Qué ejemplos de esas tres miserias descubro en mí, y qué me propongo para luchar contra ellas? ¿Vivo realmente como hijo de Dios y hermano de Cristo? Pero el Papa dice también que los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos (…) y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas: ¿Qué ejemplos de esas miserias encuentro cerca de mí, y qué obras concretas puedo hacer para aliviarlas?
Iniciemos la Cuaresma con el ánimo de que sea “nueva” para nosotros, que nos sirva para convertirnos, para avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud.
Para ello, tengamos presentes las palabras del Papa: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna (…) que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona.

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