14 marzo 2014

Reflexión: El culto al corazón

LECTURA DEL DÍA
Dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto».

Mt 5, 20-26
REFLEXIÓN BREVE
El Evangelio de hoy se hace eco de un tema frecuente en la tradición de los profetas del Antiguo Testamento: ¿Cuál es el verdadero culto a Dios? Es decir, la pregunta acerca del mejor modo de acercarse a Dios para adorarlo.
El profeta Amós, por ejemplo, ponía es- tas palabras en boca de Dios: “Yo detesto vuestras fiestas, ni miro vuestros sacrificios, no quiero oír vuestros salmos. ¡Que fluya la justicia como arroyo permanente!” (Am 6,21-24).
Porque el Dios que anuncian los profetas es el Dios de la justicia, el Dios que cuida de su pueblo, que cuida de aquellos que sufren las consecuencias de la opresión. El Dios que anuncian los profetas prefiere la ofrenda del corazón a una ofrenda exterior sin contenido.
Y así se pronuncia también Jesús en el texto del Evangelio de Mateo de hoy: Es el corazón lo que Dios mira cuando nos acercamos a él. El modo de acercarnos a un Dios que ama la justicia y la misericordia, que ha dado su vida para salvar al hombre, es practicando la justicia y la misericordia con el hombre. Por eso nos pregunta: ¿Cómo te portas con tu hermano o con tu hermana? La respuesta a esta pregunta, la respuesta sincera, es el sacrificio y la ofrenda que presentamos a Dios. Son las palabras que le decimos para comunicarnos con él.
ORACIÓN
Salmo 102
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
Él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
Él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila
se renueva tu juventud.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen
nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como un padre
siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.
Los días del hombre
duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.
Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.
ENTRA EN TU INTERIOR
La propuesta de oración para hoy es invitarte a dirigirte a Dios sin palabras. Que sólo te muevan los gestos. Al comenzar el día revisa mentalmente las personas con las cuales te gustaría tener un gesto de perdón. Y elige sólo una de ellas. A ella te acercarás a lo largo del día de hoy y tendrás con ella ese gesto de perdón. Por la noche, preséntale a Dios a la persona con la que has tenido ese gesto.
ORACIÓN FINAL
En el amor te encontramos, Jesús. En el perdón, en la justicia, en la misericordia y la solidaridad. Cada vez que nos acercamos a otra persona y dejamos que su realidad toque nuestro corazón y le ofrecemos nuestra ayuda y apoyo, hacemos que suba hacia ti nuestra oración que surge del centro de nuestro ser. Acógela, Señor. Amén.

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