24 marzo 2014

Reflexión al Evangelio de ayer, 23 marzo

Jesús se encuentra con una mujer pecadora de Samaria, tierra de gente con la que los judíos no se llevaban bien, por algunas diferencias religiosas. Por eso, la mujer no es amable con Jesús, quien inicia la plática pidiéndole agua del pozo.
Con amabilidad y paciencia, Cristo se va presentando ante la mujer como el Mesías, y le dice que quien beba el agua que él puede dar, no volverá a tener sed. La mujer no entendía que Jesús no hablaba de la sed del cuerpo, sino del espíritu, y por eso le pide de esa agua. Ella termina por saber con quién está hablando, cuando Cristo le descubre su vida de pecado. Entonces quiere llenarse de él para corregir su vida y anunciarlo a todo el pueblo. ¡Se ha llenado de Dios!
Cristo quiere encontrarse también con nosotros para que, frente a él, reconozcamos nuestros pecados, nuestras tristezas y angustias, y llenándonos de su palabra y de su amor, podamos levantar la cabeza y retomar el camino de la paz y el entusiasmo por la vida.
No nos engañemos pensando que las cosas materiales, la eversión, los vicios... podrán llenar esos deseos de sentirnos bien. Sólo Dios pude saciar esa "sed" que todos tenemos de felicidad plena. Pero como la samaritana, tenemos que abrir nuestro corazón a Él.
En esta Cuaresma dejemos que Cristo se acerque a nosotros y que nos dé de su "agua viva" que perdona los pecados, da fuerzas para luchar en la vida y para alcanzar la salvación.
¿He dejado que Cristo me encuentre en la oración, en la eucaristía, en la confesión, en los consejos de los que me quieren...?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario