14 marzo 2014

Moniciones 3-III Domingo Cuaresma, 23 marzo

MONICIÓN DE ENTRADA
Sed bienvenidos a esta nuestra Eucaristía del Tercer Domingo de Cuaresma. Vamos avanzando hacia la Pascua recibiendo la enseñanza de Jesús de Nazaret que es Él mismo que nos ofrece la catequesis necesaria para este tiempo de conversión. Hoy en su conversación con la mujer de Samaría, con la Samaritana, ofrece un agua de eternidad que calmará siempre la sed. Y es verdad que nuestra insatisfacción cotidiana, nuestra sed de poder y riquezas, de consumismo y egoísmos, sólo puede calmarse con esa agua que da Jesús y que viene directamente del manantial de la vida eterna. Ahora, ya en la mitad de la cuaresma, debemos de recapacitar sobre nuestras insatisfacciones y carencias y como la Samaritana aceptar el agua que Jesús nos ofrece. No perdamos la oportunidad de beber para no tener nunca más sed.


MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- El pueblo tiene sed y murmura de Dios. Pero el Señor, compasivo y misericordioso muestra a Moisés como sacar agua de las piedras. Es el relato de nuestra primera lectura de hoy sacada del capítulo 17 del Libro del Éxodo. Dios socorre al pueblo peregrino por el desierto pero le va a recordar el lugar de la revuelta de la protesta.
S.- El salmo 94 es un reconocimiento del poder del Señor. Los judíos, por ejemplo, lo utilizaban como himno para agasajar al Rey divino, sobre todo en sus versículos 7, 11, a pesar de las ofensas realizadas por el pueblo. Para nosotros tiene su matiz penitencial, propio de este tiempo de Cuaresma. Y así, los versos 8 y 9, los referidos a los días de Meribá y de Masá, han tenido siempre ese sentido penitencial.
2.- San Pablo, en la segunda lectura, que es de la carta a los Romanos, condensa con sabiduría esa compasión y misericordia de Dios que llega a entregar a su propio Hijo para que en un momento difícil de la historia el género humano no desaparezca por el pecado. El agua del Horeb es la entrega de Jesucristo.
3.- El texto evangélico de hoy es largo y muy bello. San Juan narra la escena magnifica entre Jesús y la samaritana, en la que esta mujer va saliendo de su asombro por lo que le dice el Señor y se convierte, asume con sinceridad y honradez su turbulenta vida pasada. Y además Jesús de Nazaret le ofrece la salvación por el culto a verdad y en espíritu de verdadero Dios. Debemos escuchar con mucha atención el evangelio de hoy que además de una gran belleza literaria tiene un profundo significado en cuanto a la salvación eterna.

Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
  • Escuchemos con atención la bella plegaria que Javier Leoz ha compuesto para este momento de paz y serenidad, cuando ya vamos terminando nuestra Eucaristía.
  • ¿QUIÉN ERES TÚ, SEÑOR?
  • Para que, con la mentira y la verdad de mis palabras
  • rompa y me aleje de una vez por todas
  • de aquello que me esclaviza o me inmoviliza
  • Abandone definitivamente el cántaro del agua engañosa
  • el agua que, aparentemente límpida,
  • no da luz verde ni a mis interrogantes ni a mi sed de justicia
  • ¿QUIÉN ERES TÚ, SEÑOR?
  • Porque, como la samaritana, no he buscado
  • pero te he encontrado
  • Porque, como la samaritana, yo quería agua superficial
  • y Tú me has proporcionado otra del manantial de la vida
  • Porque, como la samaritana, no me trataba contigo
  • y, ahora, ya no puedo vivir sin Ti
  • ¿QUIÉN ERES TÚ, SEÑOR, QUE LO SABES TODO?


Exhortación de despedida
Jesús nos ha enseñado a calmar nuestra sed de riquezas, de placeres, de dinero. El agua que nos ofrece nos muestra el camino director hacia la vida eterna. Y es de la eternidad desde donde llega el agua que el Maestro nos da.

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