13 marzo 2014

Jueves I de Cuaresma, 13 marzo

Hoy es 13 de marzo, jueves I de Cuaresma.
La fe es un camino a recorrer, es descubrir que Dios está conmigo, aquí y ahora, es dirigir las preguntas más sinceras a Dios y buscar las respuestas más profundas a través del mismo caminar. Alegrarse y reconocer su presencia. Compartir y sentirse acompañado en la tristeza y en la prueba. Abrirse al otro, especialmente al pobre. Con todos crear comunidad. Y en todo abrirse a una relación personal con Jesús, ahora en este momento de relación, dejo que Dios se haga presente como compañero, como amigo, como maestro.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 7, 7-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
El evangelio de hoy forma parte del Sermón del Monte, en el que Jesús proclama  la Nueva Ley que regirá a su comunicad. En este fragmento de hoy nos habla de nuevo de la oración: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. “ Con estas palabras nos anima a acercarnos a nuestro Padre Dios para exponerle con confianza nuestras necesidades y deseos. El siempre nos escucha. Tal vez nosotros no siempre comprendamos la respuesta; pero siempre nuestro “Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden”. Lo que ocurre es que son  “cosas buenas” a juicio de Dios, no a juicio nuestro. Pero el Señor sabe más que nosotros y ve más; por eso, hasta lo que nos parece una dificultad o un fracaso o una desgracia, sabemos muy bien que puede ser un regalo especialísimo de su amor para nuestra vida. Sí, es cierto, Señor, que nunca oramos sin que tú escuches nuestros ruegos, aunque no nos concedas exactamente lo que te pidamos. Pero tú, que nos amas, siempre nos darás algo mejor que lo que pedimos. Y de eso, Señor, tengo experiencia.
Cuando no se nos concede lo que pedimos, no es que Dios nos haya fallado;  tengamos por seguro que hemos sido nosotros los que hemos fallado, como dice san Agustín: "Cuando nuestra oración no es escuchada es porque no es­tamos bien dispuestos para la petición; o porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad; o porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros" (La ciudad de Dios, 20, 22). No es fácil aceptar que Dios nos quiere y siempre nos escucha, cuando no nos concede exactamente lo que le pedimos. Pero ¿qué buen padre, si el hijo pequeño le pide una brasa o un cuchillo afilado, se lo da? No sería buen padre ni amaría a su hijo. Y tú, Señor,  eres nuestro Abbá y nos quieres, ¿cómo nos vas a conceder lo que no nos conviene? Por eso, San Agustín aconseja que, aunque a veces las cosas no sucedan como a nosotros nos gusta, “demos gracias a Dios por todo, sin dudar lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra".
¡Qué triste! A veces -como alguien ha dicho- parece que Dios tiene más ganas de darnos que nosotros de recibir, más ganas de hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestro pecado. Si no ¿por qué somos tan perezosos para ir a él? Señor, que en esta cuaresma aprendamos a pedir, a buscar, a llamar a tu puerta. Danos el espíritu de hijos que nos haga clamarte con confianza: ¡Abbá, Padre! Y concédenos cumplir la regla de oro que nos das como resume de toda la Ley y los profetas: “tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Así, Señor: con el mismo respeto, con el mismo cariño, con la misma comprensión y tolerancia con que queremos ser tratados nosotros. ¡Cuán distintas serán nuestras relaciones con los demás, Señor, si lo hacemos así!
Lo que parece complicado, Jesús lo vuelve sencillo. Dios todopoderoso, a veces tan lejano e incomprensible, es mirado como un Padre. Las a menudo difíciles relaciones con los otros, son tratadas como posibilidad de encuentro y reconstrucción de lazos. Vuelvo a leer el texto, prestando atención a la enseñanza de Jesús.
Ahora  mi oración se vuelve personal, con mis palabras y mi silencio puedo pedirle a Dios, a corazón abierto, lo que me falta por dentro. Puedo llamarle, hacerle participar en mis búsquedas o compartir dónde, en esta oración, le he podido encontrar.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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