31 marzo 2014

Hoy es 31 de marzo, lunes IV de Cuaresma.

Hoy es 31 de marzo, lunes IV de Cuaresma.
Jesús me cita un día más. Me invita a quedar con él. Dentro de la rutina de mi día a día, ahora es el momento de estar en silencio. Siento tu presencia que me envuelve, me empapa y me llena. Tú estás aquí, muy cerca, dentro de mí.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 4, 43-54):
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado en su propia patria." Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis." El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño." Jesús le contesta: "Anda, tu hijo está curado." El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a la una lo dejó la fiebre." El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo está curado." Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Avanza la cuaresma. La liturgia comienza a vislumbrar la Pascua. Isaías hoy anuncia: “Mirad. Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear.” Hoy, en nuestro caminar durante la cuaresma, necesitamos alzar la cabeza y mirar adónde vamos, adónde nos lleva este camino de conversión, de rompimientos: un cielo nuevo y una tierra nueva, donde sólo habrá gozo y alegría perpetua. Señor, tú caminas hacia la muerte, para llegar a la resurrección. Haznos ver a qué necesitamos morir para resucitar contigo a una vida nueva. Que no tengamos miedo a morir a lo que nos pidas.
Jesús en su caminar hacia la muerte y la resurrección, sigue comunicando vida y alegría. Hoy vuelve a Caná. Un funcionario pagano se le acerca y le pide que vaya a curar a su hijo que se está muriendo. Una vez más Jesús no rechaza al pagano. Y es que él no ha venido para los judíos exclusivamente… En un primer momento da la impresión de que Jesús no acoge su ruego. Porque aquel funcionario no termina de creer en Jesús: quiere que vaya a su casa, quiere presenciar el milagro. Jesús se queja, como en otras ocasiones: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis".  Cuando un excluido nos pide ayuda, ¿cómo lo acogemos? ¿En qué se sustenta nuestra fe? ¿Necesitamos ver para creer? ¿No puede quejarse de nosotros también el Señor? Acudimos a él cuando le necesitamos. Pero, mientras las cosas nos van más o menos bien, podemos vivir sin él. ¿Para qué ir a Dios?, ¿para qué estar con él, en la oración, escuchándole, si tenemos tantas cosas que hacer?, ¿por qué darle gracias? Señor, perdónanos porque, demasiadas veces, te buscamos, no por ti, sino porque necesitamos algo de ti. Concédenos descubrir el gozo de estar contigo por sólo estar contigo: porque te amamos, porque nos hace felices escucharte.
A pesar de su primera respuesta algo displicente, aquel funcionario real insiste, ahora con humildad, en su ruego: "Señor, baja antes de que se muera mi niño." Entonces le dice: "Anda, tu hijo está curado." Y ahora sí, aquel padre angustiado –sin necesidad de ver el milagro-, creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino a casa. Antes de llegar, le salen al encuentro sus criados que le dicen: "Tu hijo está curado."  Como siempre, Señor. El que cree en ti, el que se fía de tu palabra no queda defraudado, experimenta la salvación. Que nosotros creamos, que acojamos tu Palabra. Sólo tu palabra puede darnos nueva vida, Señor. Que tu Palabra nos “cure”, y “recree” esta vida de fe nuestra, enclenque, “enferma”, moribunda casi. Que hoy tu palabra nos levante y ponga en camino con ilusión y esperanza hacia la primavera de la Pascua, hacia la nueva creación de la Resurrección
Leo de nuevo este pasaje de Juan, sabiendo que Dios se manifiesta a través de mediadores en la vida de cada día, que me llevan a descubrir su plan sobre mí.
Termino este tiempo de oración dando gracias por este día. Recojo todas aquellas sensaciones y sentimientos que me han resonado con más fuerza en este rato de encuentro contigo y te las ofrezco. Jesús, ayúdame a desear y alcanzar un poco de esa inmensa confianza y humildad  de José en ti y en tus planes. Amén.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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