21 marzo 2014

Hoy es 21 de marzo, viernes II de Cuaresma.

Hoy es 21 de marzo, viernes II de Cuaresma.
Disponte para el día de hoy en ese deseo de estar presente en ti mismo, a los otros y a Dios. Toma contacto con tu respiración para sentir el ritmo de la vida que fluye en todas las cosas. Esa vida que está ahí ofrecida, expuesta. Para que puedas tomarla un día más. Respira profundamente y siente gratitud por existir, por estar aquí. El evangelio nos ayuda a cuidar esta vida hasta el fondo.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 21, 33-43. 45-46):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a Otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
La parábola de hoy es un bello resumen de la historia de Israel. Dios que ha amado a su pueblo -la viña cuidada con esmero por Dios-. Con ella Jesús denuncia el abuso de la autoridad de los viñadores, es decir, de “los sacerdotes y ancianos del pueblo”, que no cuidan del pueblo de Dios. Y no sólo no han escuchado a los enviados de Dios -a los profetas-, que se lo echaban en cara, sino que los han matado. Ahora Dios les ha enviado a su Hijo, y ellos están tramando terminar con él, con el Heredero, propósito que llevarán a efecto… Nosotros somos hoy la viña tiernamente querida por Dios. ¡Cuánto amor gratuito ha derramado sobre nosotros! Nos hemos criado en una familia cristiana que nos trasmitió la fe, hemos recibido una formación cristiana, nos ha dado los sacramentos y su Palabra para orientar nuestras vidas, etc.. ¿Cómo estamos respondiendo al Señor? ¿Estamos dando los frutos que Dios espera de nosotros?
Hoy, en este tiempo de cuaresma, el Señor nos proclama esta parábola a nosotros, el nuevo pueblo, en el que el Señor ha puesto sus esperanzas. ¿Estamos defraudándolas como el pueblo viejo? Hoy la Palabra de Dios nos denuncia y llama a la conversión, como denunció y llamó a la conversión a los de  aquel tiempo. El Señor espera de nosotros los buenos frutos del Reino: el amor, la unidad, la entrega, la preocupación por  al hermano, una verdadera fraternidad, etc. En definitiva, que seamos fermento de salvación en esta sociedad. Y ¿qué encuentra? Señor, si miro mi vida, veo que no es testimonio vivo de tu Reino; que en ella hay demasiado egoísmo materialista y olvido del hermano, demasiado cristianismo comodón y contemporalizador.  Al viejo Israel,  por no responder a su misión, se le arrebató “la viña”, para entregarla al nuevo pueblo, a la comunidad de Jesús. A veces, Señor, me quejo de mi frialdad espiritual, de que me falla la fe… Y pienso –estremecido por el temor de que así sea- si será que me estás retirando tu gracia, porque no respondo a ella y no doy los frutos que esperas de mí.
Los sacerdotes, ancianos y fariseos entendieron que la parábola hablaba de ellos mismos, pero no se convirtieron, sino que mantuvieron su proyecto de terminar con Jesús. Nosotros ¿cómo reaccionamos ante ella? Ojalá nos sintamos interpelados por esta Palabra de Dios. Y en este tiempo de gracia de la cuaresma, escuchemos sus llamadas a la conversión. Que nos sintamos amados gratuitamente por el Señor, y en nuestro corazón brote el deseo y el propósito de dar los frutos que espera de nosotros, y cumplir la misión que se nos ha encomendado. Señor, perdóname.  No te canses de mí.
Ponte en el lugar de Jesús al volver a leer el relato. Siente su deseo de que ellos también participen de la buena noticia del evangelio y el dolor que le provocan la ingratitud y el rechazo. La parábola es una gran advertencia a no dejar escapar lo mejor de la vida, a no rechazar a personas, a realidades que nuestras sociedades no cuentan y sin embargo, para los ojos de Dios son infinitamente valiosas.
Dialoga con Jesús sobre tus propios sentimientos. Pídele que ensanche tu capacidad de agradecer, de colaborar y cooperar con otros, de acoger las mediaciones y de sentirte parte de esa invitación a respetar la vida. De cuidarla para que pueda dar frutos buenos para Dios y para los demás.
Señor, tú cuidas tu viña con inmensa ternura y paciencia y nos invitas a colaborar contigo. Por todo lo que ha sido, gracias. Y a todo lo que ha de ser, sí.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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