05 marzo 2014

Hoy comienza la Cuaresma.

Durante el Adviento recorrimos un tiempo de "esperanza" que se vio fortalecida e iluminada con la Navidad, tiempo de "alegría", de promesas cumplidas.
Ahora, con una esperanza más firme, con una alegría más plena, estamos preparados para entrar en una nueva etapa: La Cuaresma.

Un tiempo para descubrir, a la luz del Evangelio, la humanidad de Jesús, la fortaleza del que siempre confió en el Padre para vencer las tentaciones y las dificultades de la vida; los ratos que se retiraba para orar, para hablar con el Padre, la coherencia y fidelidad con su misión: Mostrarnos cómo es Dios, cómo nos quiere Dios.
Siguiendo los pasos de Jesús, "que pasó por el mundo haciendo el bien", vamos a aprovechar una nueva oportunidad en este tiempo de Cuaresma, entrar dentro de nosotros mismos, descubrirnos, y con la sencillez de un niño, que nada puede él solo, nos acercamos al Señor con nuestras debilidades, miedos, pecados; y con la ilusión de un niño, trataremos de ir cambiando, de ir creciendo a la luz de la Buena Noticia de Jesús.
HOY también es Buena y Nueva Noticia para cada uno de nosotros.
Limosna, ayuno, oración. Al comienzo de la Cuaresma es bueno preguntarse el porqué: ¿Cuáles son mis objetivos y deseos en la vida?, ¿qué sentido encuentro en lo que hago?, ¿qué recompensa espero?
El desprendimiento, la ascesis, la penitencia no tienen valor en sí mismos. Pero dan fruto. Tienen consecuencias y dejan huellas.
El profeta Joel, dice que con Dios es lo mismo. Si castiga demasiado severamente a su pueblo, se arriesga a que se diga: "Dónde está tu Dios? ¿Existe de verdad?". Por eso, parece sugerir el profeta, "le conviene" ser misericordioso.
¿Qué recompensa esperamos? ¿De quién esperamos la recompensa? Quizás nos dé vergüenza plantearnos estas preguntas. ¿La espero de los seres humanos?. Una buena reputación, figurar, que se hable de mí...
¿La espero de mí mismo? La satisfacción del trabajo bien hecho, la libertad frente al dinero y la comodidad, un mayor conocimiento de mí mismo y de mi vida interior...
¿De mi Padre que ve en lo escondido? Jesús nos invita a esto último: la discreción, la intimidad, la vida interior bajo la mirada amorosa del Padre.

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