04 marzo 2014

Homilías para el 1º Domingo del Tiempo Ordinario, 9 marzo

1.- CAMINO HACIA LA ALEGRIA PASCUAL
Por José María Martín OSA
  • 1.- La experiencia del desierto. Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos muestra la realidad de nuestra pobreza. Por eso tenemos miedo a entrar en nuestro interior, sentimos pavor ante el silencio. Surge la tentación, la prueba... Sin embargo, el exponerse a una prueba es lo que hace progresar al deportista o al estudiante.
  • 2.- Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras:
  • -- El hambre, que simboliza todas las "reivindicaciones" del cuerpo.
  • -- La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.
  • -- La sed de poder, el temible instinto de dominación.
  • 3.- ¿Por qué fue tentado Jesús? San Agustín nos dice que permitió ser tentado para ayudarnos a resistir al tentador: "El rey de los mártires nos presenta ejemplos de cómo hemos de combatir y de cómo ayuda misericordiosamente a los combatientes. Si el mundo te promete placer carnal, respóndele que más deleitable es Dios. Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele que el reino de Dios es más excelso que todo. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele que sólo la verdad de Dios no se equivoca. En todos los halagos del mundo aparecen estas tres cosas: o el placer, o la curiosidad, o la soberbia". La diferencia entre Jesús y nosotros es que el triunfó donde nosotros sucumbimos.

4.- El engaño del pecado. No podemos obviar la realidad del pecado. Tenemos que hacer nuestra la súplica del salmo: "Misericordia, Señor, hemos pecado". Sólo el reconocimiento de nuestro pecado nos pone en disposición para captar la generosidad del perdón de Dios. Es el don gratuito de la amnistía que Dios nos regala a raudales. El pecado es dejarse llevar por la sinrazón. Es el engaño que nos seduce como aparece en el relato del Génesis. Sólo cuando se nos abren los ojos nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. Porque el pecado es una traición al amor de Dios, es no ser fiel a nuestro compromiso bautismal, es alejarnos de Aquél que es nuestra vida. Por eso debemos pedir al Señor un corazón puro, renovado, transformado.
5.- Camino hacia la alegría pascual. La oración, la aspiración a la santidad, la escucha de la Palabra y su anuncio en medio de la crisis que sufre nuestro mundo es el mejor programa cuaresmal. Si queremos de verdad que nuestra cuaresma sea un camino hacia la Pascua debemos ahondar en nuestra conversión, entendida como "metanoia" -cambio de mente y de corazón- y profundizar en nuestra experiencia de encuentro con Cristo. Esto es lo que pedimos en la oración colecta: "concédenos, Dios Todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud". Así, seguro que viviremos con alegría la experiencia pascual.

2.- LAS FALACIAS Y PROMESAS MENTIROSAS DE SATANÁS
Por Antonio Díaz-Moreno
1.- DE BARRO.- Allá en los principios, cuando la tierra acababa de estrenarse, hundida aún en el silencio y en la soledad, sin nadie capaz de transformarla, de contemplarla y de cantarla. Entonces Dios creó al hombre. El libro sagrado nos relata con palabras sencillas, cargadas de poesía y de simbolismo, lo que ocurrió en aquellos instantes decisivos para la Historia.
Dios, como alfarero que hunde sus dedos en el barro blando y rojizo. Como escultor que modela con mimo los perfiles de esa figura hecha a su imagen y semejanza, al hombre. Infundiéndole el soplo de su Espíritu, animando aquel cuerpo muerto, dándole vida, haciéndolo partícipe de su propio hálito vital.
Misterio del hombre. Barro y espíritu. Extraña mezcla de tierra fangosa y de cielo limpio. Ansias de eternidad y avidez por lo sensible, hambre de grandeza y deseos de lo material y caduco. Dos fuerzas en tensión continua. Hacia arriba, muy arriba. Y hacia abajo, muy abajo... Señor, compadécete de la obra de tus manos, corta esas amarras que nos frenan en nuestro vuelo vertical y ascendente de seres racionales.
Sigue el relato con sus matices ingenuos y casi míticos, transmitiendo una verdad profunda con su ropaje de palabras sencillas al alcance de todos los hombres, también de aquellos que, con una mentalidad casi infantil, escucharon por vez primera cuanto ocurrió en el principio de la Historia. Pero a través de esas palabras se descubre entre líneas la presencia del maligno. Ese espíritu infernal, esa fuerza maléfica, ese demonio horrible que acecha y engaña con mentiras descaradas, con tentaciones que seducen y que arrastran.
Seréis como Dios. Y la mujer se lo creyó, y el hombre también. Cayeron en la trampa, quedando aprisionados en la miseria y en el dolor, en la angustia y en la muerte... Y el padre de la mentira, el diablo, sigue susurrando al oído del hombre sus palabras malditas, dulcemente envenenadas... Señor, haznos sordos a sus insinuaciones, ten compasión de tus hijos. Manda de nuevo a Miguel Arcángel para que venza a Luzbel, para que nos defienda en la lucha y nos ampare contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprime las fuerzas del infierno, que el Príncipe de la celestial milicia lance con el divino poder a Satanás y a los otros malignos enemigos que, para perdición de las almas, andan dispersos por el mundo.
2. DEJARSE LLEVAR POR EL ESPÍRITU.- El Espíritu Santo conduce a Jesús hasta el desierto, para que se retire a orar y ayunar, preparándose así para la vida pública. También entonces tuvo lugar la primera refriega con el enemigo por antonomasia, con Satanás. El Señor sigue las mociones del Espíritu, esos impulsos internos que le empujan suavemente hacia la lucha y la entrega. Aunque de modo diferente, también en nuestro interior actúa el Espíritu Santo, y trata de conducirnos por caminos de santidad. La pena es que con frecuencia nos resistimos y no secundamos su acción santificadora.
Ahora que se inicia la Cuaresma es buen tiempo para rectificar y seguir las indicaciones que el Espíritu Santo, por medio de la Iglesia y sus ministros, insinúa en nuestros corazones. Emprendamos otra vez la ruta que nos conduce a la paz y a la alegría, rompamos las ataduras de nuestras pasiones y pecados. Hagamos frente con energía a la tentación que, como en el caso de Cristo, nos viene de Satanás. Ese enemigo que no descansa en su afán por perdernos. Por tanto, ahora es tiempo propicio para romper con el demonio y esforzarnos, mediante la confesión sacramental, por purificar nuestras almas.
Cristo ha vencido al diablo. Las falacias y promesas mentirosas de Satanás fueron rebatidas con prontitud y con decisión por nuestro Señor Jesucristo. Apoyados en la gracia de Dios, que no nos ha da faltar, también nosotros venceremos a nuestro más encarnizado enemigo, a Lucifer. Entonces, como Jesús, hallaremos el consuelo y la paz, la satisfacción de nuestras ansiedades y deseos. Por otra parte, aprendamos la gran lección que Jesús nos da en este pasaje sobre la verdadera índole de su mesianismo. En las tentaciones vemos cómo lo más importante no es lo material, ni siquiera lo más perentorio, como es el satisfacer el hambre, ni lo es el ser aplaudido por la gente, o poseer el poder y la gloria humana. Lo más importante está en vivir de la Palabra de Dios; en abandonarse y confiar en Él pero sin presunción; en adorarle y amarle con toda el alma. Él es, por tanto, un Mesías abnegado que busca antes la Palabra de Dios que el pan y el alimento, un Mesías que no quiere el triunfo temporal sino el espiritual, y que nos recuerda la grave obligación de adorar y servir tan sólo a Dios.

3.- PADRE NUESTRO… NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Por Gabriel González del Estal
1.- Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Comienzo diciendo que me gusta más la redacción de los otros dos evangelistas, Mateo y Lucas, que dicen que Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto y allí fue tentado por el diablo. Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto inmediatamente después del bautismo, cuando se preparaba para iniciar su anuncio y predicación del reino de Dios. El desierto era realmente un lugar apartado del mundanal ruido, donde Jesús quería dedicarse, con oración y ayuno, a prepararse para cumplir la dificilísima tarea que su Padre le había encomendado. Y en este tiempo de especial meditación y soledad apareció, como no podía ser de otra manera, el diablo. A otros santos que, a imitación de Jesús, también se fueron al desierto a orar y a mortificar su cuerpo, para purificar su espíritu, también les pasó lo mismo. Pensemos, sin más, en las tentaciones que sufrió san Antonio en el desierto de la Tebaida egipcia, tal como nos han contado biógrafos y pintores famosos. Tener tentaciones no es algo pecaminoso o inhumano. Probablemente los mayores santos han sido los que han tenido las mayores tentaciones; el demonio sabe muy bien a quién tienta. Lo malo no es tener tentaciones, lo malo es caer en ellas. Cuanto más pronto caigas en la tentación, antes dejas de tenerla. No debemos asustarnos nunca de tener malos pensamientos y tendencias pecaminosas. La mayor parte de las veces son producto de nuestra frágil y pecadora condición humana. Otra cosa muy distinta es que nosotros, libre y voluntariamente, busquemos o nos expongamos a la tentación. Ya nos advertían nuestros maestros antiguos que el que ama el peligro termina cayendo en él. No le pidamos a Dios que nos libre de tener tentaciones, sino que no nos deje caer en ellas. Así es como lo hacemos de hecho todos los días, cuando rezamos el Padre Nuestro. Y, por nuestra parte, no nos pongamos sin necesidad en peligro de ser tentados, porque entonces sí que le estaremos facilitando la tarea a nuestro especial enemigo, el diablo.
2.- Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. La tentación del materialismo, de dar más importancia a lo que nos pide el cuerpo, que a lo que nos pide el espíritu. Nos dice el evangelista que Jesús, después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Jesús ayunó libre y voluntariamente, por tanto el sentir hambre como consecuencia de su ayuno voluntario era algo con lo que ya había contado Jesús. Había mortificado su cuerpo para fortalecer su espíritu, mediante el ayuno, porque para él cumplir la voluntad de su Padre era más importante que tener saciado el estómago. El ayuno, bien entendido, puede ser siempre un buen método de purificación interior y de preparación para cumplir una misión espiritual difícil. La sugerencia del diablo era absurda: valerse de su condición de hijo de Dios para incumplir la voluntad de Dios, haciendo un milagro innecesario. Para Jesús era más importante cumplir la voluntad de Dios que saciar su estómago. El pan es necesario, pero más importante es cumplir la voluntad y la palabra de Dios.
3.- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostengan en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. La tentación de la vanidad, la exposición innecesaria a peligros innecesarios. Ponerse en un peligro innecesario y después pedir a Dios que nos auxilie con un milagro extraordinario, es tentar a Dios. Querer poner a Dios al servicio de nuestra vanidad y arrogancia es tentar a Dios. Tratemos nosotros de hacer las cosas bien, con humildad y prudencia, y después sí, pidamos a Dios que nos auxilie siempre con su fortaleza y con su gracia.
4. El diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor, le dijo: todo esto te daré si me adoras. La tentación del tener, dar más importancia a las cosas materiales que a la bondad y a la honradez de espíritu. Por aquí empieza siempre la corrupción, la extorsión y el despilfarro. Pero Jesús nos dice que es más importante servir a Dios, que al dinero, saber vivir con menos cosas materiales y tener más libre el espíritu; es más importante ser bueno, que tener muchas cosas. Es más importante el ser, que el poseer. Sólo Dios merece nuestro culto y nuestra adoración. Pidamos a Dios que no nos deje caer en ninguna de estas tentaciones.

4.- LA LÍNEA DE LA VOLUNTAD DE DIOS
Por José María Maruri, SJ
1.- Con dificultad nos contentamos con lo que somos o lo que tenemos. Luchamos por ser más, por tener más y, sobre todo, por aparentar más. Nuestro inconformismo llega a querer vencer el paso de los años y se arreglan las arrugas la nariz, la piel, todo lo que muestra la vejez real, que debajo de todos esos parches queda siempre latente como bomba de relojería dispuesta a explotar.
No es malo querer ser más y tener más, mientras que cada uno se queda en su puesto sin pasar esa línea que, de una manera o de otra, Dios ha marcado. Y el desarrollo de la persona humana está precisamente en caminar por esa línea, que en definitiva es la voluntad de Dios, sin torcer ni a derecha ni a izquierda.
2.- Esto es lo que de una manera alegórica nos pinta la primera lectura del Génesis. Los primeros hombres lo tenían todo. Y ellos mismos eran algo muy grande, nada menos que imagen viva del mismo Dios... Pero no les bastó eso y quisieron ser ellos mismos Dios. No supieron ser vicedioses, colaboradores del Señor en la creación y desarrollo del mundo. No supieron quedarse en su puesto. Y con eso el comienzo de la humanidad fue un comienzo desgraciado. No supieron preguntarse cuál era su puesto, sino que se dejaron llevar por el deseo de ser más.
3.- Jesús sabía cuál era el Mesías que el pueblo esperaba, rodeado de portentos, lleno de gloria y poder, que vencería a los opresores y devolvería al pueblo judío su fuerza y poder, milagros y fuerza y abundancia, ¿qué medios mejores para reunir al todo el pueblo? Pero Jesús, en el silencio del desierto, en el trato íntimo con su Padre durante toda su vida pública supo indagar cuál era su puesto. Dentro de que límites debería quedarse y aun sudando sangre aceptó la línea marcada por Dios. Venció la tentación que le vino de los más íntimos suyos. Como en el caso de Adán que fue su misma mujer quien le tentó
A Jesús le tentó Pedro al quererle apartarle del camino de la cruz. Le tentaron Juan y Santiago cuando pedían fuego del cielo sobre los que no le querían recibir. Le tentaron sus familiares que querían llevárselo a casa por el camino de loco que había emprendido. Le tentó el pueblo que quería hacerle Rey porque les había dado de comer. Más le tentaron a Jesús los suyos que sus enemigos. Pero nada ni nadie le pudo apartar de la voluntad del Padre. Jesús supo preguntarse por su puesto en el plan de Dios. Y obtuvo la respuesta. Lo que Adán no supo preguntarse lo supo Jesús. Y el comienzo de Jesús fue difícil pero victorioso. Supo ser lo que tenía que ser.
4.- Junto a la escena del paraíso, y a la escena del desierto, hay un tercer escenario que es mitad paraíso y mitad desierto. Y es el escenario donde se desarrolla la pantomima de nuestras vidas. Desierto porque viviendo entre multitudes muchas veces estamos solos, sin apoyo para representar bien nuestro papel. Y paraíso porque no sólo tenemos lo necesario, sino tan en abundancia que ya no sabemos qué elegir. ¿En este paraíso-desierto nos preguntamos nosotros lo que Adán y Eva no se preguntaron? ¿Hemos indagado del Señor cual es nuestro puesto? ¿Cuál es su voluntad?
Somos capaces de vencer las tentaciones no de los enemigos, sino de los más cercanos, tal vez parientes y amigos que no entienden que en el ambiente en que vivimos busquemos la realización de nuestra personalidad
--no en tener sino en ser
--no en recibir sino en dar
--no en ser servidos sino en servir
--no en gozar sino en hacer gozar
--no en vengarse sino en perdonar
--no en abundar sino en ser austeros
--no en tratar de palpar y ver sino en creer.
Mantengamos esta línea que Jesús nos ha marcado caminando delante. Línea a veces absurda y escandalosa a los ojos humanos. ¿Sabéis cual debió ser el mayor escándalo de Satanás? El ver que Jesús que no se arrodilló delante de él para obtener el mundo entero y su gloria, se puso de rodillas ante sus discípulos, no para ganar sino para servir.

5.- JESÚS, NUEVO ADÁN
Por Pedro Juan Díaz
1.- El miércoles pasado, con la imposición de la ceniza, comenzamos este tiempo especial de preparación para celebrar la Resurrección al que llamamos Cuaresma. La cuaresma siempre ha tenido un carácter catequético. Fue utilizada por las primeras comunidades cristianas como un catecumenado en el que, aquellos que querían recibir el sacramento del bautismo, ultimaban su preparación con una catequesis más intensa, para bautizarse en la noche solemne de la Vigilia o durante la Pascua. De hecho, como eran aún catecúmenos y no podían comulgar, su participación en la Eucaristía era solamente durante la primera parte, en la proclamación de la Palabra de Dios, a modo de catequesis para ellos. Por eso todos los textos de estos 5 domingos están hilados entre sí para ayudarnos a que este tiempo sea un tiempo para crecer en la fe. Y también, como decíamos el miércoles de ceniza, con la mirada puesta en Jesús resucitado, que es lo más importante de este tiempo y de nuestra fe.
2.- La catequesis que nos ofrece la Palabra de Dios hoy nos lleva a los orígenes del ser humano y al problema entre el bien y el mal. La lectura del Génesis es una explicación de por qué existe el mal en el mundo, a través de la historia de Adán y Eva y el árbol del bien y del mal. Esta historia ha cumplido su objetivo. Todos la conocemos y la retenemos en la memoria. Sabemos contarla. Pero lo importante es saber el sentido de este texto que, como sabemos, no tiene veracidad histórica. La “moraleja”, por llamarla así, es descubrir cómo es el ser humano ante Dios, que está en el origen de su creación y de su presencia en este mundo. Y también porqué existe el mal en el mundo, al que nosotros llamamos pecado, que no es otra cosa que una ofensa a Dios. Aquellas dos personas ofendieron a Dios al ceder a la tentación de la serpiente y comer de aquel árbol que les iba a permitir saberlo todo y ser “como dios” y no necesitar al Dios que les había creado para nada. La consecuencia fue que aquel pecado les hizo descubrir sus “vergüenzas” y tuvieron que cubrir sus cuerpos.
3.- Y la catequesis continúa. ¿Qué había que hacer entonces? ¿Cómo recuperar la amistad perdida con Dios? San Pablo lo explica bellamente en la segunda lectura: “así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos”. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, reconstruirá la relación dañada con su muerte en la cruz y su resurrección de entre los muertos. Jesús es el nuevo Adán que, con su obediencia, ha destruido la muerte y ha abierto para todos las puertas de la Vida.
4.- Pero en la vida seguiremos encontrándonos dificultades, pruebas, tentaciones. Hasta el mismo Jesús las vivió. Hemos escuchado en el evangelio como “Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado”. Vamos a detenernos un poco más en este texto. De entrada, vemos como el Espíritu Santo es el protagonista de esta acción. Lleva a Jesús al desierto para hacer una purificación de intenciones. Jesús volverá del desierto con más fuerza que nunca y convencido plenamente de su misión.
5.- Convendría caer en la cuenta de no “idealizar” el desierto. El desierto es un lugar inhóspito, incómodo, difícil, angustioso… Jesús no está a gusto para nada. Y allí paso “cuarenta días y cuarenta noches sin comer”, lo cual hizo más difícil e insufrible su situación (y nosotros nos quejamos porque tenemos que hacer ayuno un día a la semana durante un mes y medio). Y cuando más débil era su situación, se acercó el tentador. No fue ni el primer día, ni el segundo, sino cuando más débil estaba Jesús. Y se acercó “para ponerlo a prueba”.
6.- El cuestionamiento del tentador es siempre el mismo: “Si es verdad que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, podrás hacer todo lo que quieras”. La misma tentación que hemos escuchado en el Génesis. Desacreditar a Dios. “Si no puedes hacer esto y lo otro es que Dios te ha engañado, todo esto es mentira”. Y lo peor de todo es que el tentador le plantea hacer cosas que aparentemente son “buenas”, porque convertir las piedras en panes… es, en apariencia, algo “bueno”. Pero la intención que hay detrás no lo es. Son tres tentaciones que podemos relacionar con tres palabras: pan, magia y sumisión. Saciar las necesidades para ser coronado, deslumbrar con prodigios para que le adoren y dominarlo todo. Por eso Jesús contesta apoyándose en la Palabra de Dios: “No solo de pan vive el hombre…”, “No tentarás al Señor, tu Dios…”, “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto…”. Jesús contesta claramente: solo Dios puede saciar al hombre, solo el servicio es el camino de la autoridad y solo se puede adorar a Dios.
7.- Esta reflexión puede llevarnos a preguntarnos si nos vemos reflejados en estas tentaciones y si se dan en nuestra vida cristiana. Seguramente sí. Por eso el Señor nos dejó este “viático” que es la Eucaristía, como fuerza para el camino de la vida, que está lleno de pruebas y tentaciones. Tenemos 40 días por delante para poner nuestra mirada en Jesús resucitado y fortalecer nuestra fe en Él. Que la Cuaresma nos ayude a acercarnos más a Dios y a los demás, que también nos necesitan.

6.- ¡TENTADOS A TODO!
Por Javier Leoz
Hemos iniciado esta marcha, lenta y reflexiva, hacia la Semana Santa. Ojala sea en verdad un tiempo de tonificar y rehacer aún más nuestro encuentro con el Señor. Estamos en un momento decisivo para la fe. Al igual que a Jesús, también a nosotros constantemente, desde muchos aleros del mundo, se nos invita a desertar. Al abandono. A la duda. Se nos enseña todo un mar de libertades, cuando en realidad, luego todo aquello se convierte en un fango de esclavitud. El Papa Francisco a los obispos españoles que se encontraban en Roma con motivo de la “visita ad limina” les decía: “no perdáis la calma ni el optimismo por lo que ocurre o acusan a nuestra Iglesia” (en referencia a algunos escándalos).
1.- Este primer domingo de la Santa Cuaresma nos hace caer en la cuenta de lo importantes que son los “espacios” de Dios en medio del mundo. No hace falta alejarse hasta el desierto más remoto para encontrarse cara a cara con Dios. Hoy, aquí, ahora, en este momento dos grandes fuerzas, dentro de nosotros, están conviviendo y luchando: la fuerza del bien, que viene toda ella de Dios y la inclinación a lo fácil (cada uno en particular la conoce) desde donde se nos insta a reverenciarlo aunque sea a costa de vender o nuestra conciencia o incluso nuestra dignidad de hijos de Dios.
Esta Iglesia, queridos amigos, es un inmenso desierto cuaresmal en cual nos podemos perder para estar a solas con Dios. Para poner a punto lo que somos, lo que tenemos y lo que soñamos ser. La cuaresma, y ese es su secreto, no es sino el grito de Dios en medio del mundo a través de Jesús. ¿Cómo perder de vista este aspecto? ¿Cómo puede ser posible que existan cristianos que han dejado desertizar su existencia por no haber acudido al oasis de la fe y del amor de Dios?
2. - No hay día, y todos somos testigos de ello, en que no asome una tentación por algo, de alguien y con algo. ¿Por qué será, que en cambio, no somos tentados a permanecer firmes en nuestro amor a Dios? ¿Dónde está nuestro amor primero? ¿Dónde hemos dejado a Dios?
¡Tentados a todo, menos a lo más importante! Y es así. Dios, siendo el centro de todo; del universo, de la tierra, del mar y del mismo hombre, es sometido una y otra vez al intento sistemático de alejarlo del mundo. Muchos, si pudieran, lo llevarían precisamente a las periferias. Lo desterrarían a un paraje donde, por falta del alimento de sus adoradores, cayese en el olvido o en las garras de la misma muerte. ¡Pero no! Dios ha elegido la respuesta a tanta ingratitud. Y el Dios, que desde nuestros primeros padres nos regaló el don de la vida, vuelve a pensar en una de las suyas: mi Hijo vencerá al odio, a la muerte, a la incredulidad, a la mentira y a todo lo que se interponga entre el hombre y yo.
Y para ello ha nacido Jesús. Por cumplir esa voluntad magnánima de Dios, Jesús, subirá al madero. Para que aprendamos que, si situamos a Dios en el centro, nunca nos faltará nada. Pero que si, por el contrario, lo colocamos como “jugador reserva” perderemos, no solamente el primer partido de nuestra existencia sino que, además, pondremos en peligro aquel otro segundo de la eternidad.
--Iniciemos con seriedad, oración, eucaristía, compromiso y con convencimiento, con valentía y con austeridad, con orgullo y con temperamento este tiempo cuaresmal.
--Integrémonos con Cristo en estos 40 días y, ya veréis como al final, todo esfuerzo merece la pena y todo trabajo dará su fruto: una Pascua santa y buena.

7.- ENGAÑO, CONFUSIÓN O REALIDAD MODIFICADA
Por Ángel Gómez Escorial
1.- El seguimiento de Cristo, con el análisis objetivo de situaciones, nos da conocimiento de que existe la tentación y que viene de fuera. Hemos dicho alguna vez que una de las sorpresas más notables que se lleva el recién convertido es que la vida religiosa no es una fantasía, un ensueño o un engaño. La búsqueda continuada de un análisis certero de nuestro comportamiento nos da objetividad. Cuando pensamos en la naturaleza exacta de algo que hemos hecho, no vamos a engañarnos a nosotros mismos con agravamiento o atenuación de dichos comportamientos. Llamaremos al pan, pan; y al vino, vino; y eso continuamente. Entonces se vive en un régimen de objetividad que antes no era así cuando no analizábamos a la luz del camino de Cristo nuestros acontecimientos.
2.- Sobre esta base, se detecta la tentación como un engaño continuado. La tentación está habitualmente en la cercanía de alguno de nuestros anhelos o en las zonas de nuestra voluntad que son más débiles. No es extraño que el sexo, el dinero, la supervivencia ocupen lugares importantes en el repertorio de nuestras tentaciones. Son instintos y realidades muy metidos dentro de nosotros y, por ello, nos hacen vulnerables. Pero la forma de la tentación siempre será un engaño, un camino de confusión o una realidad modificada sutilmente.
3.- El texto de Mateo nos señala que Cristo, como hombre, fue tentado. Algunos tratadistas señalan que, tal vez, el diablo no supiera con exactitud quien era Jesús. No es probable, pero se puede pensar que Jesús, en su condición humana. era proclive a la recepción de la tentación, como cualquiera de nosotros. Y ahí es donde el Malo jugó su carta. La sutileza en las "propuestas" es muy significativa: paliar el hambre, obtener el poder, demostrar su condición divina. Pero la perversidad de las mismas está en la posibilidad de acometerlas dentro de un engaño generalizado. Ni hacía falta tirarse desde lo alto del templo, ni tampoco era necesario para Jesús el dominio temporal de todos los reinos de la tierra y, por supuesto, la solución al problema del apetito tras el ayuno tenía otra solución menos truculenta que la conversión de piedras en pan. Todo estaba lleno de engaño. Y la tentación es eso: un engaño que te conduce a un acto pecaminoso. Pero el principio de ella es solo un engaño, una irrealidad.
4.- Jesús fue tentado como nosotros y eso nos une aún más con El. Hemos de pedirle amparo en tiempo de tentación y, nosotros de nuestra parte, tenemos que no sucumbir al engaño. No es baladí la idea que aparece más arriba: una cierta objetivación de nuestra conducta y proceder nos ayudará. El Maligno suele provocar curiosas marañas para confundirnos. Si, efectivamente, el cristiano siente dentro de sí la presencia de Dios y a veces aprecia situaciones o mementos en los que está presente la mano de Dios; no es difícil, tras el análisis, de ciertos momentos, posiciones y suposiciones, que el demonio existe, porque a nosotros solos no se nos pueden ocurrir engaños tan bien urdidos.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

TENTACIÓN
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Entre las realidades genuinamente antropológicas sobresale esta. Los animales desean, sienten curiosidad o miedo, pero en su interior, no existe el fenómeno de la duda. No se plantean la moralidad de una actitud o acción. En el corazón de este impulso que muchas veces uno no sabe de dónde o cómo ha salido, anida el sentido ético, exclusivo de los seres racionales. Seguramente que os he aburrido, mis queridos jóvenes lectores, o que tal vez podáis pensar que esta reflexión ocuparía mejor lugar al final del artículo, no os niego que podáis tener razón.
2.- El fragmento evangélico de este domingo, empieza advirtiéndonos que Jesús había estado ayunando cuarenta días en el desierto. Tanto, maestros espirituales, como sicólogos, dirían que de una situación así se sale purificado mental y fisiológicamente, es decir, con la voluntad robustecida, la salud corporal mejorada y el cerebro capaz de visión más clara. Pero el demonio no ignoraba que un periodo así, implicaba también, en un hombre normal y corriente, una buena dosis acumulada de aburrimiento y de necesidad de cambiar de situaciones y estímulos. Jesús no era uno de tantos, un anónimo salido del montón, no hay que olvidarlo. Ahora bien, el maligno no estaba seguro de la identidad exacta de quien iba a enfrentarse. En su malicia, tuvo la osadía de querer tentar al que ya sabía le era superior, pero tenía que probarlo. Era, o es, listo, pero no del todo, con seguridad, ni supera, ni iguala la sabiduría del Maestro. La soledad, el silencio y el desierto son monótonos, para el común de la gente, para el Señor, ocasión propicia de sentirse unido estrechamente, abrigado en el espacio y el tiempo, a su Padre-Dios. Sea como fuere, se lanzó a saco a la tarea, ante la serenidad de Cristo.
3.- Con seguridad sentiría hambre, por mucha relajación mental que pudiera haber conseguido y ausencia de movimientos. El cuerpo exigía aportación de alimentos, para pura satisfacción del estómago, para deleite del paladar, para que continuara el vital metabolismo. ¡Era tan sencillo cambiar las piedras! ¿Quién se lo iba a reprochar? Era lógico que comiera en tal situación y que se procurara la manera de conseguirlo con sus prodigiosas facultades. Pues, no. El Maestro no cedía a la tentación. Ni la exigencia corporal, ni el caprichoso atractivo de unos panes, le inclinarían a proceder según le proponía. Es mejor y necesario ser consecuente, coherente con uno mismo, con lo que ha vivido y con lo que va a empezar a predicar. El jugo gástrico se puede esperar, podía haberle contestado, pero el espíritu no puede dejar de alimentarse. La comida divina sacia cuerpo, espíritu y alma. ¡Mala suerte, pensaría el maligno! Tendré que ensayar otra jugada.
4.- La gran explanada del templo se aguanta sobre muros, que en algunos sitios son de gran altura. En lo que llamamos pináculo, da vértigo asomarse. Se suman a la elevación de la pared el que a sus pies desciende bastante inclinado el valle del Cedrón. La vista es impresionante, acercarse, da miedo. Os lo digo por experiencia, mis queridos jóvenes lectores. Saltar y descender suavemente era un gran reto para satisfacer la vanidad que todo mortal siente en algún momento. Asombraría a la gente, gozaría del triunfo más que un atleta en el podio y con medalla de oro. Para más inri, el tentador tiene la caradura de citarle un salmo. De inmediato, y situándose allí donde le ha emplazado, le advierte: No te atrevas a tentar a Dios… Dos a cero. Pero no ha acabado el partido.
5.- El orgullo, lo sabemos de sobras, esclaviza y condiciona. El poder, el dominio y el mando, es el máximo deseo de muchos. Sobre todo el mando, que incluye evidentemente, capacidad de prohibir. De esta no se escapará, imaginaría el maligno. El horizonte era amplio y la invitación apetecible. Aceptar un simple soborno, que nadie presenciaba, era apetecible invitación de consecuencias magníficas. La ocasión la pintan calva, se dice. No podía perder el tren del triunfo, diría otro. El Maestro seriamente le contesta que no se puede ignorar la escala de valores, en la que Dios ocupa el lugar supremo.
6.- Ser tentado, como os decía al principio, es cosa de hombres. Salir vencedor aumenta la hombría. El diablo esperará otro momento que crea más oportuno para intentarlo de nuevo. Será en Getsemaní. Pero de esta situación no toca hablar hoy. Cada uno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, debe reflexionar ahora. ¿Cuándo he sido tentado? ¿Cómo soy tentado? ¿Cómo reacciono? Y comparase con la actitud de Jesús y de inmediato, pedir con sinceridad ayuda. Tratar de ser consciente de que en el Padrenuestro incluyó el Señor esta petición. Por algo será.

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