31 marzo 2014

Homilías (3), V Domingo Cuaresma, 6 abril

1.- MUCHO MÁS ALLÁ DEL MILAGRO EN BETANIA

Por José María Maruri, SJ

1.- Resucitar a un muerto no lo hemos hecho nunca los hombres, por eso han proliferado tanto las películas como las de drácula, el Dr. Frankenstein y otras muchas mucho peores. La verdad sea dicha y siempre he pensado que el Señor le jugó una mala partida a su amigo Lázaro trayéndolo de nuevo a la vida.

¿Os habéis puesto a pensar alguna vez que lo que hizo el Señor fue echar marcha atrás el tren que se llevaba a Lázaro para dejarlo de nuevo en el andén de la vida, para a los pocos años que este mismo tren se lo llevase? Porque Lázaro no resucitó para vivir ya para siempre, sino para vivir solamente unos años más y volver a pasar por el amargo trago de la muerte. Una resurrección así, tan temporal y precaria no corresponde a las categóricas palabras del Señor: “yo soy la Resurrección y la vida, el que cree en mi no morirá para siempre”, pues el pobre Lázaro murió.

2.- Esta escena va mucho más allá del milagro, Juan que quiso presentar a Jesús como agua viva, como luz para todos los hombree, hoy quiere dejar claro que Jesús es además la vida verdadera de todo hombre, y que no puede ser vida total y verdadera si esa vida está a merced de la muerte. Realmente tiene que ser verdad que el que cree en El vivirá eternamente.

Recordáis que Juan nunca llama milagros a los milagros que narra, sino signos, señales, porque para él lo importante no es el milagro, sino lo que significan, para Juan que Lázaro resucite no tiene importancia, lo importante es que lo que eso significa y es que Jesús ha venido a traer vida para siempre, sin fin, sin estrellarse con el muro impenetrable de la muerte. Y que Jesús va a convertir la muerte en una transformación, en un acoplar las ruedas del AVE a las nuevas vías del resto de Europa. Para que el AVE siga corriendo a toda velocidad por el mundo entero.

La vida de los que en Ti creemos no termina, se transforma, dice el Prefacio de difuntos. Y entonces toman toda su fuerza las palabras de Jesús, el que cree en mi no morirá para siempre.

3.- No morirá como no morirá esa profunda amistad que el Señor muestra en este evangelio. “Tu amigo está enfermo”, es el recado que envían las hermanas a Jesús, tan seguras estaban ellas de la amistad de Jesús hacia Lázaro y el evangelista nos dice “Jesús amaba a Marta (la primera no os olvidéis de esto, “a su hermana y a Lázaro” sólo de Juan “el discípulo al que amaba el Señor” se dice que Jesús amaba a alguien en concreto.

Y llorara Jesús al ver llorar a María y solloza tres veces al enfrentarse con la realidad del amigo Lázaro enterrado ya hace días, tanto que los presentes exclaman “hay que ver cómo le quería”

4.- En el Antiguo Testamento sólo de Moisés se dice que trataba con Dios como un amigo con otro, pues esa era la amistad de estos tres dichosos hermanos de Betania. Sólo en el Señor se cumple que su amistad será eterna, porque sólo El va a hacer que la existencia de sus amigos sea para siempre, y con esa amistad contamos cada uno de nosotros y con un tiempo eterno, sin límites para gozar de ella, “el que creé en Mí tendrá vida eterna”.

2.- LA VIDA PLENA

Por José María Martín OSA

1.- "¿Crees esto?", le pregunta Jesús a Marta. Una pregunta parecida les había hecho antes a la samaritana y al ciego de nacimiento. Los tres responden afirmativamente: "Creo". La clave de nuestra fe es la Resurrección de Jesús, su triunfo sobre la muerte. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe y nosotros los más miserables de los hombres, afirma San Pablo.

En nuestro Bautismo nuestros padres proclamaron la fe por nosotros. Después hemos tenido ocasión de confirmarla y reafírmala. Lo hacemos cada domingo, cuando decimos "creo en la resurrección de los muertos". No sé si sabemos lo que decimos, pues da la sensación de que vivimos como hombres sin esperanza, agarrados a las cosas de abajo. La resurrección es la participación en la vida de Cristo resucitado, una vida nueva, plena, gratificante. Si esto es lo que esperamos, ¿por qué no asumimos con más paz la realidad de la muerte?

2.- ¿Reanimación o resurrección? Hay tres relatos de resurrección en los evangelios: la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím y Lázaro. Sólo el último aparece en el evangelio de Juan que leemos este domingo. No son comparables estas resurrecciones con la Resurrección de Cristo. De estas tres habría que decir que más bien son "reanimaciones", vuelta a la vida de antes en este mundo. La Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte, el paso a una VIDA plena y eterna.

3.- Lázaro es un símbolo del hombre agobiado por realidades de muerte: droga, guerra, terrorismo, aborto, desesperación. Todos estamos heridos de muerte, siendo las heridas más importantes las del corazón. ¿Quién nos sacará del sepulcro?, ¿Quién dará fin a nuestra vida mortecina?, ¿Quién acabará con nuestros lamentos?, ¿Quién será capaz de dar una explicación a tantos porqués? Sólo Cristo, porque El es "la resurrección y la vida". Aunque estemos muertos por el peso de nuestras culpas podemos salir y gritar "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Y si creo, yo sé, no ya que resucitaré, sino que estoy resucitado. Haz, Señor, que sea testigo y defensor de la vida.

3.- EL SEÑOR MARCHÓ DECIDIDO A BETANIA

Por Antonio García-Moreno

1.- SEPULCROS.- Sepulcros, lugar de oscuro encierro y de podredumbre. Silencio definitivo, descomposición nauseabunda, final desastroso de una carne que se corrompe y que apesta... Así es la vida a veces, así de muerta y olvidada, así de triste y de trágica. Sí, hay muchos sepulcros detrás de los brillantes mármoles de nuestras fachadas.

La voz de Cristo abrió el sepulcro de Lázaro, hediondo ya después de cuatro días. Y Cristo abrió los sepulcros de aquellos leprosos de carne corroída, el de la mujer adúltera, mil veces más podrida. El de tantos y tantos, sepultados bajo la fría losa de sus miserias y pecados... Nuestros sepulcros, Señor, mi sepulcro. Ábrelo. Vence a la muerte con la vida. Llena de rosas siempre vivas este hoyo en el que sólo hay carne en putrefacción. Tú lo has dicho: Pueblo mío, yo mismo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de ellos.

Y cuando abra vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor... Es también Ezequiel quien nos habla de un campo lleno de huesos secos, un inmenso rastrojo, fatídico y macabro. Pero el soplo de Dios pasa sobre esos huesos, la fuerza y el calor del Espíritu actúa, realiza el prodigio de hacer brotar la vida en donde sólo había muerte.

Dios infunde su Espíritu y la vida surge pujante, la tristeza irreprimible se convierte en desbordante alegría, la angustia que oprime se transforma en esperanza que esponja el alma. Los sepulcros se han abierto, se han llenado de luz.

El Señor lo dice y lo hace. No es como nosotros, que decimos pero no hacemos. Él es distinto. Su palabra es sustantiva, poderosa, eficaz. Por eso, una vez más hemos de ahuyentar la tristeza y el miedo, con la confianza y la seguridad del que sabe bien de quién se ha fiado.

2.- CRISTO, VENCEDOR DE LA MUERTE.- Señor, tu amigo está enfermo. Así anunciaron a Jesús la grave enfermedad de Lázaro. Es un detalle más que nos confirma la entrañable humanidad de Cristo, la hondura de los sentimientos del Hijo de Dios hecho hombre. Jesús, en efecto, amaba a Lázaro. Lo demostrará luego, cuando llore delante de los demás al ver la tumba del amigo. Y lo demuestra en su decisión de ir a curarle, aunque ello suponga acercarse demasiado a Jerusalén y exponerse a las asechanzas de sus enemigos, que tenían ya determinado matarle. Pero el Señor, llevado del amor a Lázaro marchó decidido a Betania. Su postura de lealtad y de gallardía es un reclamo para nosotros, para que también seamos amigos de veras. Sobre todo, cuando la persona amada nos necesita, aunque el ayudarla suponga graves riesgos.

La muerte ensombrece el hogar de Lázaro y sus hermanas, tan acogedor en otras ocasiones. Donde había paz y alegría, hay ahora zozobra y tristeza. Jesús contempla el dolor de Marta y María, ve sus miradas enrojecidas por el llanto y se estremece interiormente, rompiendo en un sollozo incontenible. Es muy humano sentir dolor ante la muerte de un ser querido, derramar lágrimas por la ausencia irremplazable del amigo. Lo mismo que le ocurre a Jesucristo en esta ocasión.

Pero al mismo tiempo esos sentimientos, cuando hay fe, han de dar paso a la esperanza y a la serenidad. Sí, entonces nuestra fe ha de iluminar los rincones más oscuros del alma, ha de recordarnos que detrás de la muerte está la Vida. Hemos de pensar que la separación no es definitiva sino provisional, porque la vida se nos transforma, no se nos arrebata. En la resurrección de Lázaro, Jesús muestra su poder omnímodo, adelanta su triunfo final sobre la muerte. Así, pues, este prodigio es una primicia del botín definitivo, cuyo comienzo será la pasión y su final apoteósico, la grandiosa polifonía del aleluya de la Pascua.

4.- LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA COMO PROMESA

Por Gabriel González del Estal

1.- El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. Estamos en tiempo de cuaresma y, consecuentemente, los textos de este domingo no debemos interpretarlos como si fueran textos propios del tiempo pascual. Los textos de este domingo lo que nos dicen es que, si creemos en Cristo el Señor, tendremos Vida después de la muerte, es decir, resucitaremos. Cristo es la Vida y si nosotros creemos en él participaremos de su Vida, tendremos Vida eterna. Para eso se ha narrado el episodio de la resurrección de Lázaro, para que los que presenciaran este milagro creyeran que Jesús es el Mesías enviado por Dios. Las palabras del mismo Cristo son muy claras: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado”. La fe de Marta fue también clara y rotunda: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. La fe de Marta y María produjo el milagro de la resurrección, en este caso más bien reviviscencia, de su hermano Lázaro. Lázaro volvió a la vida, siguió viviendo en la tierra después de esta muerte, pero, como también él creía en Cristo, creemos que, después de su muerte física definitiva, Cristo le resucitaría para la Vida eterna. La cuaresma es un camino hacia la Pascua; durante este tiempo de cuaresma debemos acrecentar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, para poder participar definitivamente, después de nuestra muerte física, de la Vida de Cristo, una Vida para siempre. Cristo resucitó y si nosotros creemos en él, también nosotros resucitaremos con él. Este es el consuelo y la esperanza que debe proporcionarnos este bello relato de la resurrección de Lázaro: que, si creemos en Cristo, no moriremos para siempre, él nos resucitará en el último día. Es claro que este relato de la resurrección de Lázaro nos ofrece también otras muchas y jugosas reflexiones posibles, pero aquí no tenemos espacio para aludir a todas ellas.

2.- Os infundiré mi espíritu y viviréis. El profeta Ezequiel, en nombre de Dios, les dice a sus paisanos que vivían en el destierro que el Señor les va a liberar de la esclavitud y les “va a colocar en su tierra”. Hasta los huesos secos que están en los sepulcros serán vivificados por el espíritu del Señor, tendrán vida, y todos ellos volverán a ser un pueblo libre para alabar a su Dios. El Señor Dios les hace una promesa de vida y quiere que su pueblo con esta promesa recobre la fe y la esperanza en Él. Es una promesa de vida que les hace el Señor para animarles y para que recobren la fortaleza espiritual y religiosa de otros tiempos. El Espíritu de Dios da Vida. También a nosotros, los cristianos de este siglo XXI, deben servirnos de consuelo estas palabras del profeta Ezequiel. El Señor quiere infundirnos su Espíritu para que mantengamos firmes nuestra fe y nuestra esperanza, en estos tiempos de crisis. Esta es la oración que debemos hacer hoy nosotros al Señor: “infúndenos tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra”.

3.- El que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. También San Pablo, en su Carta a los Romanos, nos repite la misma idea que venimos comentando: el Espíritu de Dios nos dará Vida, nos vivificará, nos permitirá resucitar con Cristo. Lo que nosotros tenemos que hacer es mantener vivo en nosotros el Espíritu de Cristo. Esto se consigue mediante la fe, la esperanza y el amor a Cristo y por Cristo. Sólo si tenemos el Espíritu de Cristo somos de Cristo, porque “el que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo”. En el examen de conciencia que debemos hacer cada día, esta es la pregunta fundamental que debemos hacernos: ¿he vivido y he actuado hoy movido por el Espíritu de Cristo? Porque dentro de nosotros también pueden vivir y actuar otros espíritus contrarios al Espíritu de Cristo. El mismo San Pablo nos dice reiteradamente que el cuerpo lucha contra el Espíritu.

5.- LA FUERZA DE LA ORACIÓN DE JESÚS

Por Pedro Juan Díaz

1.- Estamos celebrando el último domingo de la Cuaresma. Tocamos ya con los dedos la Semana Santa. Y tenemos muy cerca la Pascua, el gran momento, la gran fiesta de los cristianos. El signo que aparece este domingo en la Palabra de Dios es la VIDA. La resurrección de Lázaro nos habla de que Dios es el Señor de la Vida, y que tiene poder sobre la muerte. Y lo demostrará plenamente con la resurrección de Jesús, de la cual todos participaremos.

2.- El texto de Lázaro es un texto conocido. Cuando empezamos a leerlo ya sabemos lo que va a ocurrir. Pero es importante fijarse en los detalles. La Palabra de Dios es una palabra VIVA, tanto que nunca se quedará estéril, siempre nos descubrirá algo nuevo, algo que podamos aplicar a nuestra vida y en lo que podamos reconocernos.

3.- Hay dos detalles que a mí me han llamado la atención esta vez. El primero es la fuerza que tiene la oración de Jesús. Jesús no hace nada sin rezar antes (esto sería un buen propósito para nuestra vida). Jesús, delante de la tumba de Lázaro, levanta los ojos al cielo y da gracias al Padre porque siempre le escucha. Y le pide que devuelva a Lázaro a la vida. Y ocurre. Me recuerda a aquel otro momento en el que Jesús les decía a sus discípulos que si su fe fuera como la de un grano de mostaza, serían capaces de mover montañas. Yo creo que muchas veces cuando rezamos nos falta convicción, nos falta fe, nos falta creernos que es posible. También creo que muchas veces nuestra oración es egoísta, porque sólo pedimos para nosotros, para nuestro interés, y Jesús nunca oró así. Es más, nos enseñó a rezar diciendo que Dios es nuestro Padre y que todos nosotros somos hermanos.

4.- El segundo detalle que me llama la atención es la fe de Marta. Muchas veces cuando perdemos a un ser querido nuestra fe se tambalea. Y a Marta también le pasó. Pero allí estaba Jesús para “cogerla por banda” y decirle: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Marta le dice que sí, pero después vuelve a dudar. Y Jesús le vuelve a decir: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. ¿Cuántas veces necesitamos nosotros oír estas palabras de Jesús para que nuestra fe no se tambalee ni siquiera ante la muerte? Este pasaje nos predispone a celebrar la Pascua, la resurrección de Jesús, la VIDA con mayúsculas. Pero si esto no entra en nuestro corazón y hasta los tuétanos de nuestra vida, no podremos celebrar nada. Marta somos todos. Pero no olvidemos que al final Jesús llevó a muchos de los que estaban allí a creer en él, y Marta con más fuerza que antes.

5.- La Cuaresma sigue teniendo el propósito de acercarnos más a Dios, de que tengamos más ratos de “conversación” con Él (de oración, vamos) y de que esos ratos hagan posible que “cambiemos el corazón” (conversión) y que nuestra fe se fortalezca para darnos cuenta de que es un Dios vivo, el Dios de la Vida y la felicidad. La Eucaristía es un momento especial para encontrarnos con ese Dios, que también nos sale al encuentro en la vida de cada día, en cada persona y en cada acontecimiento. Que Lázaro, Marta y María, que eran sus amigos, nos ayuden a crecer en amistad con Él y a cuidar más nuestros encuentros en la oración, en la Eucaristía, en los demás (especialmente en los más pobres), para que nuestra fe en Jesús crezca cada día.

6.- SEÑOR, EL MUNDO ESTÁ ENFERMO

Por Javier Leoz

Cerramos, con el evangelio que relata la tercera catequesis bautismal, esta serie de domingos cuaresmales que nos van a conducir a la Semana Santa. La resurrección de Lázaro refleja la carta final y definitiva de Jesús: es la resurrección y la vida. Despertemos pues nuestra fe y la confirmemos ante estos milagros que nos hacen ver y sentir profundamente el señorío de Cristo.

1. ¿Qué vivimos e intuimos en el clima de esta celebración cuaresmal? Entre otras cosas que, el poder del Señor, es más fuerte que la muerte y que, por lo tanto, tenemos derecho a creer, soñar y pensar en la eternidad. Es una herencia que el Padre tiene reservada, por pura iniciativa suya, para los que creen y esperan en El.

Como Lázaro, muchos de nosotros y de los hombres contemporáneos, nos encontramos enfermos y a veces en el filo del abismo de la muerte. Son muchas las circunstancias que nos preocupan:

-El Tsunami recientemente acontecido en el Japón con la desaparición y muerte de miles de personas; destrucción y desolación en multitud de poblaciones

-La central nuclear Fukushima como seria amenaza al bienestar de la humanidad

-Los conflictos de Libia, Costa de Marfil, etc.

Y es que, a través de muchos medios, orales, televisivos o escritos, nos siguen alcanzando las mismas noticias que llegaron a los oídos de Jesús: “tu amigo (el mundo) está enfermo”.

2. El anuncio de la resurrección de Lázaro era el pregón adelantado de la definitiva resurrección que, días después, iba a darse en la persona Jesús. Lázaro (por aquello de que las alegrías verdaderas duran poco) moriría después. Por el contrario, Cristo, después de saltar del sepulcro no vuelve a morir y nos deja el camino marcado: desapareceremos pero, por su muerte y resurrección, resucitaremos. Como Marta, y ante la enfermedad severa que padecen muchos hombres con claros síntomas de “incredulidad” nosotros respondemos: “Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo que tenía que venir al mundo”:

3.- La muerte ha sido y será un gran enigma para el hombre. La ciencia, como mucho, puede aplazarla e incluso “invernarla” pero nunca podrá convertir al ser humano en un ente eterno. Entre otras cosas porque, si así fuera, perdería el sentido de vivir, las ganas de superación. ¿Por qué y para qué trabajar, despuntarse, llorar o sufrir, reír o cantar, viajar o descansar……..si vamos a estar siempre aquí y así en el mundo? ¿No sería un vivir sin vivir?

Jesús con la resurrección de Lázaro nos prepara con expectación a la fiesta de la Pascua. Ya sabemos la línea maestra y fundamental de estas próximas horas: Jesús derrota al gran enemigo de sus amigos, la muerte. ¿Puede hacer algo más por un amigo (por ti y por mí) el Señor?

4.- Se acercaba un médico a la cabecera de un paciente en un hospital. ¿Qué desea Vd. para comer? preguntaba el facultativo. Doctor, con que me cure, me basta. Y es que, a la hora de la verdad, el ser humano sabe valorar lo qué merece en verdad la pena. Marta y María (aunque añorasen a Jesús o fuera un honor tenerle como amigo y recibirle en su casa) confiaban en El porque, sólo El, podía dar a Lázaro lo que había perdido y lo que ellas deseaban: la vuelta a la vida: abrazar a su hermano.

7.- ESPERAMOS LA RESURRECCIÓN

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Como se ha anunciado en la monición de entrada, este Domingo Quinto de Cuaresma es el último. El próximo, el Domingo de Ramos, es ya el inicio de la Semana Santa… Días duros y emocionantes que terminan gozosamente con la Resurrección de Jesús, anuncio de la nuestra propia. Y por eso esperamos la Resurrección. La escena de Betania que el Evangelio nos ha descrito hoy tiene, pues, especiales resonancias de futuro.

Y, en realidad, Jesús de Nazaret había resucitado a más personas en su vida pública. Y son, obviamente, impresionantes y muy emotivos los relatos de la resurrección de la hija de Jairo o del hijo de la viuda. Pero la vuelta a la vida de su amigo Lázaro se iba a producir en el momento más difícil de la posición de Jesús ante las autoridades judías. Él mismo evita ir a Jerusalén en esos días. Es obvio, asimismo, que las otras resurrecciones produjeron un enorme impacto. Sin duda. Pero ahora las cosas transcurrían de otra manera. Y así, y no nos engañemos, la resurrección de Lázaro va a ser como un pórtico a la propia muerte de Jesús. Pero, además, la familia de Betania, los amigos de Jesús en Betania, debían ser gente muy principal y muy conocida en Jerusalén. Por tanto, el impacto tuvo que ser fortísimo. Muchos que conocían a Lázaro acudieron los días posteriores a su vuelta a la vida para verle y hablar con él. Y hasta curiosear, con un cierto morbo, en torno al sepulcro, escenario del prodigio.

Estas serían, pues, las cuestiones sociales y políticas que habían suscitado el hecho extraordinario de la resurrección de Lázaro. Pero junto a ello está lo que, a mi juicio, es más importante. Y que incide en el nivel de amistad que Jesús tenía con los tres hermanos de Betania. De todos es sabido –y nosotros lo sabemos bien aquí en la web Betania—la relación profunda e importante que mantenían los cuatro personajes y que se refleja en varios episodios evangélicos. El de Marta y María, el de la acción y la contemplación –“Dile a María que me ayude con las cosas de la casa…”—es otra de las cumbres de las enseñanzas evangélicas. Por eso Jesús va a llorar cuando ya cerca del sepulcro de Lázaro Marta le dice que por qué no ha llegado antes.

2.- El misterio profundo de la realidad de Jesús puede estar ahí. ¿Si el sabía que iba a morir, por qué no acudió antes? ¿Y si sabía, también, que Lázaro iba también a fallecer por causa de la enfermedad por qué se queda dos días más en Galilea? ¿O es que todos sus actos tenían que estar al servicio de su misión sin tener en cuenta sus propios sentimientos? No lo sabemos. O, mejor, si lo sabemos, no podemos comprenderlo. Esos aspectos desconocidos y fronterizos de la personalidad de Jesús, donde sabiendo él mismo que es Dios se comporta como un hombre muy obediente, sujeto a las exigencias de una misión, serán siempre un misterio para nosotros y que, tal vez, ninguno podamos comprender con exactitud en esta vida. Pero, por otro lado, ya para evitar los excesos de nuestra imaginación, es bueno centrarnos en el relato del evangelista Juan y sacar enseñanza de toda la riqueza que se nos ofrece en el texto que acabamos de escuchar.

3.- Está claro que ya Jesús expresa que la enfermedad de Lázaro no acabará con la muerte y que será causa para admirar la gloria de Dios. ¿Verdad que todavía nosotros seguimos confusos? Los apóstoles, a su vez, le recuerdan lo peligroso de volver a Judea. La mención del apedreamiento es sinónimo de muerte, porque esa forma de ejecución a pedradas era –digamos—más habitual que la de la cruz. Tomás será un poco el profeta del grupo y dirá eso de “muramos con él”. Y hay que decir que, más pronto o más tarde, todos los apóstoles, salvo San Juan, acompañaron a Jesús por la senda del martirio. Luego está el relato preciso de la llegada a Betania. Del encuentro con Marta antes de entrar en la aldea, con la declaración clara de la mujer de que Jesús es el Mesías. Después, la llamada de Marta a María y el cortejo que se forma para acudir al sepulcro…

4.- “Señor, si hubieras estado aquí…” esa frase dicha por María la hemos repetido nosotros muchas veces. Le hemos preguntando directamente a Dios por sus supuestas ausencias cuando le hemos necesitado, porque muchas veces nos hemos sentido completamente solos ante la aflicción, ante la muerte de un ser querido, echando de menos una presencia divina que, de acuerdo con nuestra idea, habría servido para evitar toda desgracia. Pero, como decíamos antes, la relación del ser humano con Dios está llena de misterios. Es posible que una de las mejores frases de la sabiduría popular sea aquella que nos dice que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Nunca podemos apercibirnos de los planes de Dios, porque todo lo nuestro es fruto de la inmediatez, de la necesidad próxima e imperiosa. Pero nuestros caminos no son los de Dios. “Señor, si hubieras estado aquí… Pero Él siempre está. Otra cosas es que seamos capaces de verle.

5.- Muchas veces uno tiene la impresión que el mejor texto de homilía es el que no existe. Y esto nos ocurre, sobre todo, con los últimos aspectos del evangelio de hoy, desde el momento cuando Jesús dice: “¿Dónde le habéis enterrado?” Los comentarios no parecen posibles. La fuerza del relato es tanta que sería mejor que todos nos calláramos. De ahí, sin duda, la importancia que tiene para todo fiel la relectura de los textos de la Misa de cada domingo. Y, probablemente, tanto antes, como después, aunque permanecer toda una semana –hasta el domingo siguiente—deglutiendo ese contenido nos puede hacer mucho bien.

6.- Jesús llora. La humanidad de Cristo nos llega muy especialmente. Es posible que, sin quererlo, tengamos “excesivamente” divinizado al Señor olvidando que, además de Dios, es uno de nosotros, es un hombre, uno de nuestra raza humana, que llora, ríe, come, suda se cansa e, incluso, como nosotros, tuvo sus temores y sus dudas. Por eso, probablemente, en este episodio de San Juan da gracias a Dios. Sabe que le ha escuchado. La losa ya está abierta. Él ya nota la percepción de que la vida vive al fondo del sepulcro. Sabe de la presencia de Dios y sabe de su fuerza. El grito fuerte Cristo sería para despertar a Lázaro del sueño, porque resucitado ya debería haber resucitado al haber movido la losa.

Hemos de confiar en Dios y pedirle hasta la extenuación lo que deseamos. Hemos de rezar mucho e insistentemente. Y no tanto porque el Señor se haga rogar. El tomará sus medidas cuando sea conveniente y utilizará sus renglones torcidos para escribir derecho, cosa que nosotros no entendemos. Nuestra insistencia en el rezo es por nosotros mismos. Nos sirve para convencernos de que nos creemos lo que pedimos. Desearlo no es suficiente, Hemos de creer que Dios nos va a socorrer y nos marcará el camino que más conviene.

Estamos, como decía, a una semana de la Semana Santa. En ella, Jesús de Nazaret va a ser puesto a prueba y hasta un extremo enorme, tremendo, inhumano. Nosotros debemos de acompañarle y llevar con junto con Él nuestros dolores o nuestras dudas. Tengo la impresión de que cada uno no terminará de convertirse hasta que no haga suya –en la medida de sus fuerzas—la Pasión de Cristo. Y si eso fuera mucho, por lo menos sumergirse, con la mayor honradez posible, en los textos bíblicos de estos días que se acercan, en la misma liturgia que nos propone la Iglesia, para así vivir todos dichas jornadas en la sintonía de algo muy grande. La meta de ese camino será hacer nuestra esa Pasión salvadora que nos hizo libres a todos, porque –sin duda—en la noche santa que resucitó el Señor Jesús todos resucitamos con el.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

BETANIA Y LÁZARO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- La primera vez que visité Betania, era encantadora. Volvimos a Jerusalén caminando. No éramos andarines como Jesús, pero poco más de 45 minutos, no suponían ningún esfuerzo físico especial. Se subía durante 12 minutos hasta llegar a Bet-Fagé, el lugar donde los discípulos encontraron el borrico del día de Ramos. Después, no creo que pasen de ocho los minutos hasta la cima, el lugar tradicional de la Ascensión. A partir de allí todo es bajada, imagino que algo así como de media hora, es la duración hasta las puertas de la ciudad. Leo siempre que cuatro o cinco kilómetros separan a los dos lugares. Quien camina por montaña sabe que los trayectos se miden por su duración, más que en distancias decimales.

2.- La senda entonces era la del tiempo de Jesús. Luego vino el muro, de esto no hace muchos años. La primera vez que volví no estaba del todo acabado y pude atravesarlo entre alambradas, bajo la mirada atenta de un soldado que, como se veía a la legua que yo no era palestino, me dejo pasar entre el alambre de espino. En la actualidad, para llegar, es preciso un largo rodeo por carretera, creo de unos 18km, y añado que la población ha crecido anárquicamente. Los anuncios de productos occidentales y de supermercados están junto a un pastor con sus ovejas y cabras y en una cafetería toma uno un té beduino, como puede solicitar cualquier cola. Cerveza no, es una población de cultura musulmana, de aquí que esté totalmente prohibida. Buscando monumentos, encuentra uno la iglesia de la Custodia franciscana. Junto a ella vestigios de mosaicos bizantinos. Nadie pretende decir que esté situada en el lugar de la casa de los tres hermanos amigos de Jesús, ni el estilo de la edificación lo recuerda. Está decorada con pinturas que recuerdan a la afortunada familia. La acústica es horrorosa y prefiero que me dejen celebrar misa en alguno de los antiguos recintos, más austeros y pequeños. Cuando nuestra querida revista betania.es cumplía exactamente los diez años de existencia, quise recogerme en el más diminuto, acompañado únicamente por Fra. Rafael Dorado, celebrar la misa por el Director y su genial idea y por vosotros, mis queridos jóvenes lectores. ¡Dios guarde a betania.es muchos años!

3.- Si pudiera encontrarme un día con el Papa Benedicto XVI, le pediría que, ya que en su maravillosa encíclica dedicada al amor, menciona la amistad, y, ya que, por lo que he observado por TV y he leído, él es amigo de diversas personas y conserva con ellas relación personal, sean varones o mujeres, de variada procedencia, que escribiera, para nuestro tiempo que tanto lo necesita, un documento sobre este tema. Con sus fundamentos teológicos como él sabe hacerlo y fruto de su leal experiencia, más el valor que le confiere la categoría que ocupa en la Iglesia y el Espíritu que le asiste.

4.- Lo escrito hasta aquí no es salirme del tema, quiere ser complemento de la lectura evangélica de la misa de este domingo 5º A de cuaresma. Jesús es reclamado por las hermanas, Marta y María, porque su amigo, el amigo de Jesús, está seriamente enfermo. Aparentemente, no le da importancia a la noticia, hasta, con cierto humor, ¿humor negro?, dice que duerme. Interiormente sí que se lo ha tomado en serio. Al cabo de poco, decide subir. Sus compañeros le recuerdan lo peligroso del desplazamiento, Él no se amilana. Por un amigo es capaz de afrontar cualquier riesgo.

Juan, os lo he repetido con frecuencia, no tendría más de 15 años por entonces y cualquier gesto o palabra de Jesús, los retenía exactamente en su memoria. Describe con detalle el episodio. Repite dos veces que lloró. Tal vez de pena, añadiéndole la emoción que le causaba el dolor y amor entrañable que las dos hermanas sentían por Lázaro. En Betania, conservan la que probablemente fue su tumba. Es propiedad musulmana. No tiene sobre sí ningún mausoleo. La entrada es angosta y la escalera de bajada resbaladiza. Como os he dicho, llegar al lugar no es cosa sencilla, los viajeros cristianos acostumbran a disponer de poco tiempo en cada lugar, así que casi siempre dispone uno del rato que quiera para recogerse y meditar. Me he aprovechado más de una vez de esta circunstancia.

5.- Fue un gran milagro, como el de la resurrección del hijo de la viuda de Naín, o el de la chiquilla a la que despertó, dándole la orden de “talita kumi”. A este le distinguen dos aspectos. Se trata de un amigo, por eso se ha desplazado y expuesto a perder su integridad física, pero la amistad exige lealtad y hasta heroicidad, y Él no olvida estas dos virtudes humanas. Cualquier gesta suya, la de un galileo que dicen es rabino, empieza a preocupar a los que gobiernan en Judea y la tomarán como una provocación. Resucitarlo, en lenguaje actual, diríamos que no es políticamente correcto. Podía esperar a la definitiva resurrección, la que tenía muy presente Marta y se lo recuerda. Pero Jesús es “Dios-en-el tiempo” y, de acuerdo con ello, debe actuar. Se la juega y lo resucita, los que presencian el portento lo contarán y en consecuencia, las autoridades se sienten increpadas, ofendidas y humilladas. No le importa, Él ha sido fiel y basta.

6.- Os lo he dicho en otras ocasiones, mis queridos jóvenes lectores, estoy convencido que si se dan tantos fracasos matrimoniales actualmente, uno de los motivos es porque con anterioridad, o simultáneamente, entre nosotros, no abunda la amistad. A cualquier compañerismo, a cualquier trabajo en común, a cualquier costumbre vivida en cercanía, así se la llama y nadie se queja del equívoco. Me gustaría que con sinceridad os preguntaseis ¿Quiénes son amigos míos? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme por ellos, hasta el punto de jugarme la vida si conviene?

Yo no sé si habéis observado que en ningún momento he dicho que os preguntarais si tenéis amigos. La amistad no es una cosa que se posea, es una riqueza espiritual que se da. Lo diría el Maestro en otro momento: “a vosotros no os considero siervos, sois amigos míos”. (Jn 15,15)

Una de mis grandes satisfacciones en el ocaso de mi larga vida sacerdotal, es cuando alguien se presenta en mi casa sin avisar, sin siquiera recordarme físicamente, pues los años de separación han hecho mella, y reinicia el dialogo interrumpido. Y hablamos y recibe la ayuda que esperaba, como si el tiempo no hubiera pasado. Una de mis penas es cuando constato que personas que aprecié amigablemente, llega un día que se divorcian de la amistad que creía había entre nosotros. Por mi parte, podéis estar seguros, yo nunca he pedido este divorcio.

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