09 marzo 2014

Homilías (2) II Domingo Cuaresma, 16 marzo

1.- "ESCUCHADLO"
Por José María Martín OSA
1.- Dios hace a Abram una petición y dos promesas. La petición: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre". Históricamente, podemos ver en esta frase una explicación del paso del nomadismo al sedentarismo. Todo cambio, no cabe duda, supone esfuerzo, desarraigo y miedo a una nueva realidad. Personalmente, no le sería fácil a Abram aceptar esta indicación del Señor. Mesopotamia era tierra rica fértil y generosa. Pero Abram acepta el reto, nada pregunta y nada responde, y se pone en camino...

Subraya este texto la confianza del patriarca que "marchó, como le había dicho el Señor". Hoy debo preguntarme, ¿mi confianza en Dios es tal que estoy dispuesto a salir de mí mismo, de mi tierra, de mis seguridades, para ponerme en camino guiado por Dios? Las dos promesas son los dones que Dios concede a aquél que en El ha confiado: una tierra y una descendencia (un gran pueblo). Ahora ya no se llamará Abram, sino Abrahán, "padre de multitudes".
2.- En el patriarca Abrahán y en todo aquel que toma parte en los duros trabajos del Evangelio la gracia de Dios se desborda a raudales. Ante las dificultades que pueden surgir por ser coherentes en el seguimiento del camino que Cristo nos traza, tenemos la seguridad de que nunca nos va a faltar la ayuda del Señor, nuestro auxilio y escudo (salmo). Una segunda pregunta he de plantearme, ¿siento en mí la gracia que Dios me regala gratuitamente, soy capaz de agradecer todo lo que de El he recibido? Todo lo que tenemos es gracia, todo es don...
3.- La transfiguración en los sinópticos está relacionada estrechamente con la Pascua, el triunfo de Jesús sobre la muerte. Pero para llegar a la luz hay que pasar por la cruz. La pasión es el paso previo a la resurrección. También el pueblo de Israel tuvo que realizar ese "paso" de la esclavitud a la libertad. La teofanía de la transfiguración presenta una serie de elementos simbólicos que evocan la experiencia del Éxodo: el lugar de la revelación de Dios (montaña), su presencia en medio del pueblo (nube), la mediación de la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías). Haremos tres chozas, sugiere Pedro, porque allí se estaba muy bien. Pero se oye una voz: "Este es mi Hijo, escuchadle". Quizá lo que nos ocurre muchas veces a nosotros es que no estamos dispuestos a escuchar su Palabra; quizá por eso vivimos una fe desencarnada de la realidad y nos cuesta tanto unir fe y vida. Es la gran asignatura pendiente del cristiano.
Meditando este texto, en el Sermón 78, San Agustín nos dice: "Desciende, Pedro. Querías descansar en la montaña, pero desciende, predica la palabra, insta oportuna e importunamente, arguye, exhorta, increpa con toda longanimidad y doctrina. Trabaja, suda, sufre algunos tormentos para poseer en la caridad, por el candor y belleza de las buenas obras, lo simbolizado en las blancas vestiduras del Señor". Tercera pregunta que me planteo: ¿Cómo vivo mi fe, soy coherente, soy capaz de dar razón de mi fe?

2.- EL RESPLANDOR DEL SEÑOR
Por José María Maruri, SJ
1.- Todo en principio es difícil. Todo tiene un tiempo de gestación dolorosa. Los estudios, un nuevo trabajo, los comienzos de un negocio hasta que se encarrila, cuesta y duele. Todo lo que es éxito y vida nace de una mezcla de dolor y muerte. Hasta la boda de dos jóvenes llenos de ilusión conlleva la separación de los padres, la acomodación a una nueva vida compartida que no es fácil. El nacimiento de una maravilla de niño es precedido de nueve meses de molestia de la madre.
La misma naturaleza irracional se desarrolla por caminos de muerte a vida. La flor vestida de colores exige la muerte de la semilla. ¿Y os habéis imaginado alguna vez los dolores de parto de la tierra hasta formar los valles y montes del Guadarrama, de Gredos y de los Pirineos?
2.- No son más fáciles los caminos de Dios. Cuando el Señor quiere hacer de Abrahán un gran pueblo lo primero que le dice es “sal, arráncate de la casa de tu padre y de tu patria. Un arrancón doloroso fue el comienzo de su grandeza como pueblo elegido de Dios.
Y Jesús que días antes de la Transfiguración les ha anunciado a sus discípulos el mismo principio de muerte y vida, diciéndoles que Él mismo llegará a la Resurrección a través de la pasión y muerte, se ve en la precisión de desvelar un poco, ente los discípulos, cuál será su final glorioso.
El monte, la nube, el resplandor, la voz, todo son símbolos veterotestamentarios de la presencia del Dios veraz que viene a confirmar la veracidad de la afirmación de Jesús, que por su muerte llegará a la resurrección y a la vida. Un principio difícil y un fin glorioso.
3.- Y los apóstoles, muy humanos, como nosotros, que prefieren el éxito, la gloria, el final del camino sin andar el camino, responden por boca de Padre: “Qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas...” Quedémonos en lo alto del monte, para que bajar a continuar el camino difícil. Quedémonos quietos aquí…
Sin darse cuenta de que sin hacer el camino no hay final del camino. El que se queda quieto no llega a la vida, el que se queda parado anquilosa sus miembros, paraliza su cuerpo y en lugar de llegar a la vida se atrae a la muerte.
Hasta los terroristas saben esto y utilizan la teoría de la bicicleta. Promueven atentados sin sentido para mantener a su gente en acción, porque el que no pedalea se cae de la bicicleta.
4.- Y mientras nosotros decimos: “quedémonos aquí porque aquí se está muy bien”, el Señor le dice a Abrahán “sal de la casa de tu padre y de tu patria, desestabiliza tu vida y yo te bendeciré. Y a los apóstoles les dice “Levantaos, bajemos del monte, porque soy yo el se encuentra a gusto en el ruido de la calle, en los hogares de los hombres, en tu casa.
Y quizás es por esto por lo que queremos hacerle tres tiendas al Señor en el Monte, porque nos da miedo tenerle más cerca y menos en mi casa.
Los judíos relegaron al Señor al templo de Jerusalén. Y ellos iban a verle una vez al año, para que Él no se molestase y para que Dios no les molestase.
Nosotros somos más generosos, hemos relegado al Señor al templo, pero le venimos a ver todas las semanas y que tampoco se moleste Él en venir a nuestra casa.
-- ¿Qué tiene que ver el Señor con la televisión o los videos que se ven en mi casa?
-- ¿Qué tiene que ver el Señor con las ya enconadas desavenencias entre marido y mujer?
-- ¿Qué tiene que ver con la total incomprensión entre padre e hijos?
-- ¿Qué tiene que ver con nuestras cuentas corrientes bancarias?
-- ¿Qué tiene que ver con una mesa demasiado bien puesta o con armarios repletos de cosas demasiado lujosas?
Nos da miedo que el resplandor del Señor en nuestra casa nos haga a nosotros mismos ver demasiado claro, que el tenor de nuestra vida no es conforme a sus enseñanzas.
Quédate en el monte Señor, que nosotros vendremos a verte todas las semanas...

3.- ¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO TABOR?
Por Antonio Díaz Tortajada
1.- Durante los primeros quinientos años de la vida de la Iglesia se llevaban a cabo, en este domingo, las ordenaciones sacerdotales. A eso corresponden las lecturas de este domingo. Nada tienen que ver, pues, esas tres lecturas con el espíritu litúrgico del tiempo cuaresmal.
En la primera lectura, del libro del Génesis, se nos presenta la llamada dirigida a quien se iba a dedicar, de por vida, a desinstalarse continuamente para dedicar su vida entera, minuto a minuto, a servir a Dios en el prójimo: Sal de tu casa, de tu tierra y de entre tus parientes.
Toda vocación empieza por una llamada que nos saca de nuestra casa y de nuestras “casillas”. Y puede tener formas diversas, pero siempre es una llamada a cortar con “algo” o con “alguien”, a ponerse en camino, a superarse, trascenderse y transfigurarse. La llamada puede decir: Sal o sube, baja o ven... No se sabe lo que nos espera.
Abrahán, nuestro padre en la fe, es el prototipo de esta llamada a la desinstalación para la disponibilidad continua. Se trataba, para el ordenado como sacerdote, de mantenerse en total disponibilidad para ir donde y cuando más conviniera para la predicación del Reino de Dios. Y Abrahán no es el único prototipo que se nos presenta en la Palabra de Dios, igualmente se exige a Isaac, a Jacob, al pueblo de Israel entero, a Moisés, a cada uno de los profetas y, desde luego, Jesús es un modelo perfecto, de tal manera que llega a decir que un hombre como Él no tiene en dónde reclinar su cabeza.
No se sabe lo que nos espera, pero hay promesa y bendición: Crecerás, te ensancharás, tendrás fruto, darás vida, vivirás...
2. Una vocación puede ser la de anunciar el Evangelio. Es una vocación gozosa, como ninguna. Pero es también una vocación dura, dolorosa, porque encuentra el rechazo de muchos y la persecución de otros.
La segunda carta de san Pablo a Timoteo, es una magnífica exhortación-resumen acerca de cuál iba a ser su labor en adelante, dirigida a quien iba a ser ordenado como sacerdote en este domingo. Otro gallo nos hubiera cantado en la Iglesia si siempre hubiéramos hecho caso a estas palabras del apóstol Pablo. Tomar parte en los duros trabajos del Evangelio según las fuerzas que Dios nos dé. Bien claro; nada de triunfalismos.
El predicar el Evangelio será un duro trabajo, pero debemos confiar no en nuestras fuerzas, sino en las fuerzas que Dios nos dé. Él, Dios, es el más interesado. Él es quien salva, y lo hace por medio de Jesucristo, no por medio de nosotros; a lo más, podemos ser sus representantes, pero nadie puede sustituirlo a Él.
3. En el evangelio tenemos la versión de Mateo del suceso teológico que conocemos como "la transfiguración". Como en un "preestreno", la gloria del Hijo del hombre es vista por los tres apóstoles que estaban considerados como las tres columnas esenciales de la Iglesia primitiva.
No se trata de un truco mágico hecho por Jesús. Sino que, de repente, los apóstoles pueden ver, o sea comprender, todo lo Dios encarnado que es el hombre Jesús. De repente también, con la pasión de Jesús, todo lo que habían comprendido, o sea visto, se les vino abajo. Solamente después de la resurrección vuelve a hacérseles claro que todo lo que Dios es, toda la gloria de Dios, se había hecho visible, oíble, encarnado, en el hombre Jesús de Nazaret.
La aparición de Moisés y Elías en ese cuadro catequético se debe a que representaban "la Ley y los profetas", que es la expresión judía para decir: La Sagrada Escritura entera. Mateo quiere decirnos, pues, que toda la Sagrada Escritura da testimonio acerca de Jesús y que toda la Sagrada Escritura alcanza su sentido pleno en Él.
Como Pedro, Santiago, y Juan, como las columnas de la comunidad, el recién ordenado, venía a decir la Iglesia primera, ha sido escogido de entre todos los seguidores de Jesús para contemplar de cerca su divinidad y dar testimonio de ella ante todos los demás.
4. Los apóstoles se sabían su catecismo de memoria, pero necesitaron una “revelación” para entender de verdad todo lo Dios que era Jesús. ¿No nos pasa lo mismo a nosotros?
Pero, ¿dónde esta nuestro Tabor? Miramos a los montes y no vemos luz alguna. ¿Donde esta el lugar de la dicha y la gloria? Lo que más impresiona no es la luz, sino la oscuridad y los agujeros negros insaciables.
Estamos invitados a mirar hacia dentro, al “hombre interior”. Y allí, desde el silencio, podremos escuchar la voz del Espíritu que se nos ha dado. Es una voz intensa que habla del Padre y que llena de esperanza. No estamos solos. Todo el misterio de Dios nos habita.
¿Nos hemos dado cuenta de que, por la fe, tenemos que aprender a descubrir en ese carpintero, en ese niño pobre, en esa mujer embarazada, al Hijo de Dios que hay en él? Quizá cuando lo descubramos ya sea demasiado tarde y tengamos que oír, lo de "yo tuve hambre y tú no me diste de comer." ¿Hemos entendido, en nuestra Iglesia, el sentido que tiene el que todos los llamados por Dios lo son a servir a los demás? ¿Es nuestra vida, y nuestras palabras, un buen testimonio de la divinidad de Jesucristo? ¿Hay alguien que se haya sentido animado a creer, a esperar y a amar, gracias a nuestra vida y palabras?

4.- LA FE NO ES MERENGUE
Por Javier Leoz
1.- El domingo pasado, si recordáis, hablábamos de que la CUARESMA interviene sobre todo para removernos por dentro (convertirnos) con el objetivo de que lleguemos a la Pascua del Señor con las cosas más o menos claras en lo que conlleva la vida de un cristiano.
Uno, cuando lee y escucha atentamente el relato de la transfiguración del Señor, no puede menos que correr el riesgo de situarse al lado de Pedro: la fe merengue y dulce. ¿Morir tú, Señor? ¿Resucitar? ¿De qué nos hablas? ¿Qué dices?
El Señor les había llamado, como con nosotros lo hizo en el día del Bautismo, pero no les había advertido de la crudeza y riesgos de ser sus amigos. De que les habrían de señalar por seguir su causa o que, incluso, serían tomados por locos al pretender instaurar un reino de Dios con unos esquemas tan sencillos y tan llanos como aquellos que les proponía el nazareno.
Pero también es verdad que, los creyentes, necesitamos de estos revulsivos del monte Tabor para seguir adelante. Aquello de “Señor; qué bien se está aquí” lo vivimos de muchas maneras y en muchos momentos cuando (a solas o en comunidad) nos hacemos los encontradizos y cercanos a Jesús.
2.- Ciertamente, y sobre todo en estos tiempos donde a veces se mira a la iglesia con recelo (como se miró a Jesús en su tiempo), y donde cuesta asumir un estilo de vida marcado por el compás del evangelio necesitamos de una experiencia de Dios que nos clarifique y nos fortalezca en la fe para seguir adelante. Lo malo no son las dificultades, ni las zancadillas o aguijonazos que sentimos constantemente para caminar como creyentes ni, tan siquiera, la indiferencia con la que otras veces topamos para llevar la Buena Noticia a nuestros ambientes. Lo negativo y, lo más peligroso, es quedarnos en “lo nuestro y con los nuestros”. En subirnos a la azotea de la comodidad, quedarnos en la altura y resistirnos a bajar al llano que es donde está la cruz y el yunque donde se acrisola nuestra fe.
La cuaresma, por ello mismo nos invita a contemplar ese Jesús iluminado por Dios para que, cuando lleguen las dificultades, comprendamos que la acidez es algo que camina en paralelo a la dulzura aparente del mensaje cristiano.
¡No tengamos miedo! Si el Señor lo dice, nosotros intentaremos romper silencios y vacíos, prejuicios y temores para saber que toda resurrección implica un poco de pasión.
Que la Eucaristía, que celebramos en este segundo domingo de Cuaresma, sea un sentirnos en el Monte Tabor y escuchar como aquella vez: “Este es mi Hijo, mi amado, escuchadle”
3.- ¡Hagamos miles de tiendas,Señor!
-Una tienda cuyo techo sea el cielo que nos habla de tu presencia Señor.
-Una tienda, sin puerta de entrada ni salida, para que siempre nos encuentres en vela, despiertos y contemplando tu rostro.
-Una tienda en la que todos aprendamos que la CRUZ es condición necesaria e insoslayable en la fidelidad cristiana.
-Una tienda que nos ayude a entender que aquí todos somos nómadas. Que no importa tanto el estar instalados cuanto estar siempre cayendo en la cuenta de que todo es fugaz y pasajero.
-Una tienda, Señor, que nos proteja de las inclemencias de los fracasos ytumbos de nuestra vida cristiana.
-Una tienda, Señor, que nos ayude a ESCUCHAR tu voz en el silencio del desierto.
-Una tienda, Señor, por la que a través de su ventana contemplemos para salir rápidos los avatares del mundo
-Una tienda, Señor, donde cuando amanezca escuchemos la voz de Dios que nos llama al trabajo, al llano, al compromiso activo y sufrido por tu reino.
-Una tienda, Señor, donde permanentemente sintamos cómo se tambalea su débil estructura al soplo de tu voz: “Tú eres mi Hijo amado”.

5.- LA META ES LA LUZ
Por Ángel Gómez Escorial
1.- La Transfiguración contrasta con la humildad habitual en la vida de Jesús. Es un hombre del pueblo que se acerca a los enfermos, a los pecadores a los marginados de entonces para darles consuelo y paz. Y un día en lo alto de un monte muestra la Gloria a sus discípulos. Quiere decir, entonces, que esa felicidad es también insoslayable, que mensaje no es solo de humildad, sufrimiento y dificultades. La meta está junto a esa luz que blanqueaba los vestidos.
2.- Todo parece indicar que los Apóstoles no se enteraban "ni de la Misa la media". Tuvo que llegar la Resurrección del Señor y la venida del Espíritu Santo para que se dieran cuenta de quien habían tenido al lado. Es cuando comienzan a llamar a Jesús, el Señor, término que se utilizaba para referirse a Dios. De todas formas, la escena de la Transfiguración situada en un contexto de realidad corriente es terrible. Hay ingredientes de gloria y de eternidad en ella y se produce, precisamente, para que Pedro, Santiago y Juan vayan recibiendo datos sobre la divinidad de Cristo. Se ha dicho también que fue el "refuerzo" para que ellos asumieran mejor los tiempos duros de la Pasión. Aparentemente, no sirvió para nada y en esos citados días difíciles los Apóstoles huyeron y dejaron a Jesús completamente solo. Pero su misión no comenzaba entonces, se iniciaba tras la Resurrección y Ascensión del Señor y sería, entonces, cuando todos los signos realizados por Jesús darían su fruto. Ocurre algo parecido con nosotros, así como con la mayoría de los creyentes. hay situaciones incompresibles que toman su exacto significado después, cuando posterior un hecho nos las aclara.
3.- El relato de San Mateo, del capítulo 17 de su Evangelio, narra con gracia y precisión el aturdimiento voluntarista de Pedro y finalmente el miedo de los tres: Santiago, Juan y Pedro. Y no es para menos si nosotros mismos, aquí y ahora, nos imaginamos como protagonistas de la escena. Se cumple, además, el deseo del Maestro de no anticipar acontecimientos. No quiere que cuenten el prodigio. Solo desea que quede en su memoria para cuando sea necesario. Y Pablo cuenta en su Segunda Carta Timoteo, el resultado de la transfiguración. Dice: “Al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio”. Es la vida inmortal para todos lo que Jesús quiso mostrar a los tres apóstoles en el Monte de la Transfiguración. La primera lectura, del capítulo del Libro del Génesis, nos cuenta como Dios nos muestra nuestra misión. Abrahán, ya no muy joven recibió el encargo dejarlo todo e iniciar una nueva vida en otro lugar. Tal vez, hoy Dios, en este Tiempo de Cuaresma, se nos quiere mostrar para enseñarnos el camino. Tengámoslo en cuenta.

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