24 marzo 2014

Guión Litúrgico 5, para el IV Domingo Cuaresma, 30 marzo

Monición:
Cristo es el agua viva y el pan de la vida; hoy nos dice que es la Luz del mundo. ¡Qué belleza! Las Tinieblas son muy feas. Y ¡Qué necesidad! Porque las tinieblas se extendían por todos los rincones de la Tierra. Pero también, ¡qué peligro!, porque las tinieblas son muy peligrosas, muy agresivas y muy poderosas. Jesús lo sabía.
Hoy sigue habiendo muchas tinieblas, y son muy densas y muy violentas. Sentimos la necesidad de la luz de Cristo y de ser nosotros luz.


Peticiones:
A ti, Padre, que ves nuestro corazón y conoces nuestras necesidades, te pedimos humildemente: Ilumina los ojos de nuestro corazón.
·    Por la Iglesia, para que sea monte iluminado y piscina de Siloé. Oremos.
·    Por los pastores de la Iglesia, para que sean portadores de luz. Oremos.
·    Por los responsables políticos y gobernantes, para que sean elegidos responsablemente. Oremos.
·    Por los pueblos que viven en la noche de la miseria y la marginación para que les llegue la luz de la solidaridad y la fe. Oremos.
·    Por cuantos han sido iluminados en el Bautismo, para que, ayudados por la familia humana y eclesial, sean testigos de la fe. Oremos.
·    Por todos nosotros, para que la Eucaristía -palabra y pan- nos haga crecer en la fe. Oremos.
Oremos: Ilumina, Padre, nuestro corazón, y confórtanos para que seamos testigos de la luz.
Oración para después de comulgar:
Jesús-Luz, cura mi ceguera,
que me pueden las tinieblas, peligrosas, feas.
Guía mis pasos en mi noche,
como hiciste con los Magos y su estrella.
Aplica a mis ojos el colirio de la verdad,
y sácame de la noche, como hiciste a Nicodemo;
quiero verte, que te vea.
Limpia mis ojos con el colirio de la esperanza,
como al anciano Simeón;
con el colirio de tus signos misericordiosos,
como al Bautista;
con el colirio de tu gloria,
como en el Tabor;
con el colirio del perdón,
como a Pedro;
con el colirio del amor,
como a Magdalena;
con el colirio del pan y la palabra,
como en Emaús;
con el colirio del dolor y las llagas,
como a Tomás, o el buen ladrón;
siempre con el colirio de fe.

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