15 marzo 2014

Guión Litúrgico (1)-III Domingo de Cuaresma, 23 de marzo

3º domingo de Cuaresma

Introducción a la celebración

Hermanos: hemos venido a agradecer al Señor todo lo bueno que de él recibimos, también a exponerle nuestra miseria humana y a pedirle perdón por las negligencias y pecados, por el pan de cada día y la gracia de jamás soltarnos de su mano. Comencemos cantando…

Saludo


Durante las 24 horas nos saludamos con buen día, buenas tardes o buenas noches… En concreto, ¿qué queremos desearnos? Salud sin enfermedades, bienestar más allá de las contrariedades, alegría por encima de toda tristeza, fuerza suficiente para sobrellevar o superar inconvenientes desagradables… Así, entonces, al comenzar esta misa: que la salud del cuerpo y del alma, el bienestar y la alegría de una conciencia en paz con Dios y los prójimos y la fortaleza de ánimo para mirar el futuro con optimismo estén siempre con cada uno de ustedes.

Acto penitencial

Sólo Dios, todo su amor y verdad, es esa agua que refresca las sequedades del alma y da vida y esperanza, lástima que muchas veces queremos saciar nuestra sed en aguas estancadas de errores, mentiras y maldades. Por eso, pidamos humildemente perdón:
    Por nuestras faltas de fe en ti, Dios de bondad, nuestra desconfianza en un Padre tan tierno y compasivo como nos enseña tu Hijo amado. Señor, ten piedad.
    Por nuestra falta de esperanza en que, si ponemos toda nuestra buena voluntad, tú obrarás maravillas por encima  de nuestras impotencias, Cristo, ten piedad.
   Por nuestras faltas de amor obediente a ti, Señor, y por nuestros egoísmos e indiferencias ante el prójimo necesitado, Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé la vida eterna. Amén.

Liturgia de la palabra

Primera lectura (Éx 17, 1-7): En Egipto el pueblo hebreo quizá no sufría tanto como en pleno desierto, pero allá eran esclavos. Y ahora deben aprender a vivir como hermanos entre hermanos, en la libertad de los hijos de Dios. Esto es un desafío agotador.
Salmo (Sal 94, 1-2. 6-9): El Salmo 94 exhorta a todos a no soltarnos jamás de la mano de Dios. Por eso aclamamos diciendo: Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.


Segunda lectura (Rom 5,1-2 y 5-8): Pablo pide encarecidamente a los romanos que permanezcan fieles a Dios, que mucho de amor y salvación realiza en nosotros por medio de su Hijo, nuestro Señor y Redentor.
Evangelio (Jn 4, 5-42): Cansado del camino, Jesús se sienta en el brocal del pozo que Jacob, nieto de Abraham, había cavado para sus hijos. En eso llega una mujer y comienza un diálogo que concluye con un final muy feliz. Recibamos el relato de Juan con alegría.

Oración de los fieles


En nuestro trajinar diario, quedamos más de una vez sin ánimo para seguir remando contra la correntada y aparece la tentación de soltar los remos y abandonarnos aguas abajo. Pidamos al Señor que nos fortalezca con el agua fresca de su gracia.

Repitamos luego de cada invocación: ¡Danos hambre y sed de vid verdadera!


En las aguas del Bautismo nacimos a la vida cristiana, por Cristo, con él y en él, para adorar al Padre en espíritu y en verdad, en el esfuerzo de vivir el Evangelio y esto es imposible sin tu ayuda, Señor. Por eso te rogamos...


Desde que nos diste la vida vienes colmándonos de gracia tras gracia, empezando por el conocimiento y la fe en ti, sin lo cual la misma vida sería poca cosa: ayúdanos a corresponderte con todas nuestras fuerzas. Por eso te rogamos
Y así lo hiciste porque, desde toda la eternidad, nos amaste mucho y nos pusiste en este mundo tan sediento de verdad y caridad para que lo reguemos con el agua y la sangre que brotan de tu corazón abierto en la cruz. Por eso te rogamos...
Y como nadie da de lo que no tiene, ahora nos convocas a tu mesa para saciarnos la mente y el corazón con tu verdad y tu amor, y así demos frutos sabrosos y duraderos en bien de tantos hambrientos y sedientos de ti. Por eso te rogamos
Así obraste con la samaritana, tu mensajera para sus vecinos. Que llenos de ti y como ella, te anunciemos en nuestra familia y toda la comunidad, con entusiasmo y valentía, sin temor ni respeto humano. Por eso te rogamos


Oremos: Señor Jesús, manantial de dones divinos, que quieres hacernos partícipes de lo mismo que vives con tu Padre, que jamás caigamos en la tentación de engañar nuestra hambre y sed con las pequeñeces vacías de este mundo y que, al mismo tiempo, contagiemos esta hambre de Dios a cuantos, lejos de ti, no saben lo que se pierden y viven a riesgo de acabar sus días con las manos vacías de frutos de vida eterna. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Presentación de las ofrendas


Adorar a Dios significa reconocerlo con plena alegría y amor, y asumir con toda conciencia y obediencia que nadie más que él es el todo absoluto de nuestra insignificante nada. Presentémosle entonces ahora el pan y el vino y, con ellos, nosotros mismos como ofrenda viva de adoración y entrega. Cantamos…



Comunión

Ahora Dios mismo nos entrega a su amado Hijo Jesús en cuerpo y alma para darnos a vivir su misma vida Divina. ¡Qué infinito misterio de amor y de adoración! Cantamos…


Despedida y bendición final


Vinimos a adorar a Dios con toda el alma y la vida, y él nos mostró cuánto nos ama en su amor infinito… Volvamos a casa con la profunda felicidad de quien se sabe tiernamente amado y hagamos de esta semana una ofrenda permanente, adorando su amor y santidad.

Y que el Señor nos bendiga y nos proteja, tenga piedad y nos muestre su rostro, nos mire siempre con amor y nos conceda su paz.
Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.

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