3º domingo de Cuaresma
Introducción a la celebración
Hermanos: hemos venido a
agradecer al Señor todo lo bueno que de él recibimos, también a exponerle
nuestra miseria humana y a pedirle perdón por las negligencias y pecados, por
el pan de cada día y la gracia de jamás soltarnos de su mano. Comencemos
cantando…
Saludo
Durante las
24 horas nos saludamos con buen día, buenas tardes o buenas noches… En
concreto, ¿qué queremos desearnos? Salud sin enfermedades, bienestar más allá
de las contrariedades, alegría por encima de toda tristeza, fuerza suficiente
para sobrellevar o superar inconvenientes desagradables… Así, entonces, al
comenzar esta misa: que la salud del cuerpo y del alma, el bienestar y la
alegría de una conciencia en paz con Dios y los prójimos y la fortaleza de
ánimo para mirar el futuro con optimismo estén siempre con cada uno de ustedes.
Acto penitencial
Sólo Dios, todo su amor y verdad, es esa agua que refresca las
sequedades del alma y da vida y esperanza, lástima que muchas veces queremos
saciar nuestra sed en aguas estancadas de errores, mentiras y maldades. Por
eso, pidamos humildemente perdón:
Por nuestras faltas de fe en
ti, Dios de bondad, nuestra desconfianza en un Padre tan tierno y compasivo
como nos enseña tu Hijo amado. Señor, ten piedad.
Por nuestra falta de esperanza
en que, si ponemos toda nuestra buena voluntad, tú obrarás maravillas por
encima de nuestras impotencias, Cristo,
ten piedad.
Por nuestras faltas de amor
obediente a ti, Señor, y por nuestros egoísmos e indiferencias ante el prójimo
necesitado, Señor, ten piedad.
Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé
la vida eterna. Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Éx
17, 1-7): En Egipto el pueblo hebreo quizá no sufría tanto como en pleno
desierto, pero allá eran esclavos. Y ahora deben aprender a vivir como hermanos entre hermanos, en la libertad de los
hijos de Dios. Esto es un desafío
agotador.
Salmo (Sal
94, 1-2. 6-9): El Salmo 94 exhorta a todos a no soltarnos jamás de la mano de
Dios. Por eso aclamamos diciendo: Cuando
escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.
Segunda lectura (Rom
5,1-2 y 5-8): Pablo pide encarecidamente a los romanos que permanezcan fieles a
Dios, que mucho de amor y salvación realiza en nosotros por medio de su Hijo,
nuestro Señor y Redentor.
Evangelio
(Jn 4, 5-42): Cansado del camino, Jesús se sienta en el brocal del pozo
que Jacob, nieto de Abraham, había cavado para sus hijos. En eso llega una
mujer y comienza un diálogo que concluye con un final muy feliz. Recibamos el
relato de Juan con alegría.
Oración
de los fieles
En
nuestro trajinar diario, quedamos más de una vez sin ánimo para seguir remando
contra la correntada y aparece la tentación de soltar los remos y abandonarnos
aguas abajo. Pidamos al Señor que nos fortalezca con el agua fresca de su
gracia.
Repitamos luego de cada invocación: ¡Danos hambre y sed de vid verdadera!
En
las aguas del Bautismo nacimos a la vida cristiana, por Cristo, con él y en él,
para adorar al Padre en espíritu y en verdad, en el esfuerzo de vivir el
Evangelio y esto es imposible sin tu ayuda, Señor. Por eso te rogamos...
Desde
que nos diste la vida vienes colmándonos de gracia tras gracia, empezando por
el conocimiento y la fe en ti, sin lo cual la misma vida sería poca cosa:
ayúdanos a corresponderte con todas nuestras fuerzas. Por eso te rogamos…
Y así
lo hiciste porque, desde toda la eternidad, nos amaste mucho y nos pusiste en
este mundo tan sediento de verdad y caridad para que lo reguemos con el agua y
la sangre que brotan de tu corazón abierto en la cruz. Por eso te rogamos...
Y
como nadie da de lo que no tiene, ahora nos convocas a tu mesa para saciarnos
la mente y el corazón con tu verdad y tu amor, y así demos frutos sabrosos y
duraderos en bien de tantos hambrientos y sedientos de ti. Por eso te rogamos…
Así
obraste con la samaritana, tu mensajera para sus vecinos. Que llenos de ti y
como ella, te anunciemos en nuestra familia y toda la comunidad, con entusiasmo
y valentía, sin temor ni respeto humano. Por eso te rogamos…
Oremos:
Señor Jesús, manantial de dones divinos, que
quieres hacernos partícipes de lo mismo que vives con tu Padre,
que jamás caigamos en la tentación de engañar nuestra hambre y sed con las
pequeñeces vacías de este mundo y que, al mismo tiempo, contagiemos esta hambre
de Dios a cuantos, lejos de ti, no saben lo que se pierden y viven a riesgo de
acabar sus días con las manos vacías de frutos de vida eterna. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación
de las ofrendas
Adorar
a Dios significa reconocerlo con plena alegría y amor, y asumir con toda
conciencia y obediencia que nadie más que él es el todo absoluto de nuestra
insignificante nada. Presentémosle entonces ahora el pan y el vino y, con
ellos, nosotros mismos como ofrenda viva de adoración y entrega. Cantamos…
Comunión
Ahora Dios mismo nos entrega a su amado Hijo Jesús en cuerpo y alma para darnos
a vivir su misma vida Divina. ¡Qué infinito misterio de amor y de adoración! Cantamos…
Despedida y bendición final
Vinimos a adorar a Dios con toda el alma y la vida, y él nos mostró
cuánto nos ama en su amor infinito… Volvamos a casa con la profunda felicidad
de quien se sabe tiernamente amado y hagamos de esta semana una ofrenda
permanente, adorando su amor y santidad.
Y que el Señor nos
bendiga y nos proteja, tenga piedad y nos muestre su rostro, nos mire siempre
con amor y nos conceda su paz.
Que la bendición de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Amén.
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