24 marzo 2014

Evangelio dialogado, IV Domingo de Cuaresma, 30 marzo

NARRADOR: El sermón de las Bienaventuranzas había impactado en los oyentes de Jesús. Fue el comentario de muchos días. Algunos lo intentaron y les resultó bastante difícil de cumplir. Otros, ni lo intentaron, porque Jesús tenía unas cosas... Por cierto ¿dónde está el
Maestro?  


DISCÍPULO1º: Ya se acerca... Veremos de qué nos habla hoy.

DISCÍPULO2º: ¿Sabes, Jesús, que toda la semana nos hemos esforzado por cumplir las bienaventuranzas?

JESÚS: Me parece muy bien. ¿Y cómo fue la experiencia?

DISCÍPULO1º: Así, así. Por eso pensamos que podías darnos algún consejo.

JESÚS: Amigos, sólo puedo deciros que si intentáis cumplir las bienaventuranzas, seréis felices y alcanzaréis el Reino de Dios.

DISCÍPULO2º: ¿Y si se nos olvidan, como a mí casi siempre?

JESÚS: Pero vamos a ver, ¿sois amigos míos o no?

DISCÍPULOS: ¡Sí!, ¡desde luego!, ¡no lo dudes!

JESÚS: Entonces, si sois mis amigos, también sois la sal de la tierra,¿y que pasa cuando la sal se vuelve sosa?

DISCÍPULO1º: Que no sirve para nada y hay que tirarla.

JESÚS: ¿Os dais cuenta de que no podéis olvidar mis palabras? Además vosotros sois la luz que ha de iluminar al mundo. ¿Se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte?

DISCÍPULO2º: No, imposible, se ve desde todas partes.

JESÚS: ¿Y para qué encenderíais una vela?
   
DISCÍPULO1º: Para ver las cosas y no tropezar con ellas. Para que nos alumbre a todos.

JESÚS: Así han de alumbrar vuestras buenas obras. Además, daréis testimonio y el Padre estará muy contento de vosotros.

NARRADOR: Y Jesús despidió a la gente y les mandó a ser sus testigos y manifestar las obras de Dios.

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