03 marzo 2014

Cuaresma: Una oportunidad para la vida

Vivimos la Cuaresma como un tiempo de “penitencia” y “conversión... tiempo de AYUNO, (austeridad), LIMOSNA (solidaridad) y ORACIÓN (interioridad). Un tiempo de “mortificación”, revisión personal y comunitaria. Pero hay algo más. Dos son los elementos que pueden “configurar” nuestra Cuaresma 2014:

  1. El tiempo en que vivimos, en el que la crisis ofrece ya bastantes dosis de “ayuno” y “penitencia”, forzados por las circunstancias, tal como hace mucho tiempo no vivíamos. No acabamos de salir del callejón a pesar de algunos buenos augurios, forzados muchas veces por la propaganda política. De hecho, son muchas las familias que viven en la angustia de una situación precaria y muchos los que nos vemos forzados a cambiar de ritmo de vida, dejando de consumir lo que antes consumíamos. Y a ello se añade la incertidumbre del futuro, la confusión de los valores, los interrogantes por un presente que no está claro en muchos niveles, personales y colectivos.
  2. El tiempo de Cuaresma es, esencialmente, un tiempo “catecumenal”. Los tres evangelios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A son los evangelios propios del catecumenado bautismal como proceso, que conduce, paradigmáticamente, al bautismo de los catecúmenos en la Vigilia Pascual. Pero este proceso catecumenal no es propio únicamente de los catecúmenos adultos (cada vez más presentes en nuestra sociedad) sino de los mismos cristianos bautizados, de modo que, tal como afirmaban los obispos de Francia en su Carta de 1996 (“Proponer la fe en la sociedad actual)”, todos debemos estar permanentemente “en estado de iniciación”.
Por todo ello, bueno sería, en esta Cua- resma 2014, transformar la “crisis” en oportunidad para recuperar el sentido de la “vida buena” del Evangelio rehaciendo, al mismo tiempo, el camino de nuestro bautismo, ya recibido y actuante, en un proceso de vivificación progresiva, y de una oferta de vida: una oportunidad, en segui- miento de Jesús, frente a las situaciones negativas por las que atravesamos a nivel socio-religioso, colectivo y personal.
El Miércoles de Ceniza se presenta como una oportunidad para NUESTRA DEBILIDAD, porque llevamos nuestro tesoro (la nueva vida del Bautismo) en vasijas de barro. Una oportunidad para rehacer lo que supone, para nuestra vida cotidiana, el camino de nuestro bautismo en medio de las frágiles circunstancias en las que vivimos.
Jesús, tras su bautismo en el Jordán, entra en un proceso personal de interioridad. Jesús se retira al desierto y replantea su vida y su misión desde la incertidumbre, sopesando las ofertas que la vida le ofrece. La estancia de Jesús en el desierto se convierte, así, para nosotros, en una oportunidad para LA INTERIORIDAD, para hacer un alto en el camino y preguntarnos por nuestro propio, incierto y tentado caminar.
El horizonte se cierra ante nosotros. Vivimos el presente sin esperanza de futuro. Jesús entrevé su camino de incomprensión, persecución, pasión e incluso muerte. Y, en medio de la incertidumbre, experimenta el gozo de una presencia llena de luz, que le invita a la esperanza y le da nuevo impulso para cumplir su misión, a pesar del presente, inevitable desde la fidelidad. Jesús transfigurado, para él y sus amigos –Pedro, Santiago y Juan (todos nosotros)- se convierte en una oportunidad para ENSANCHAR EL HORIZONTE de nuestras expectativas. Una oportunidad para superar la desesperanza que siempre nos acecha. Llevamos dentro de nosotros el tesoro de la esperanza, que nace de la vida nueva del bautismo, para comunicarlo al mundo, aunque sea vivido en vasijas de barro.
Siguiendo los pasos de Jesús, en el fondo de una cultura de la satisfacción inmediata, siempre insatisfecha, Jesús le ofrece a la samaritana –y a nosotros- una oportunidad para BEBER UN AGUA DIFERENTE y para preguntarnos en qué manantiales be- bemos para satisfacer la sed de vida que siempre nos acecha en el fondo de todo lo que elegimos en búsqueda de la felicidad, ajenos e insensibles muchas veces a las necesidades de los otros –lo “mío” es lo que “me” importa-. El agua del bautismo es agua de vida nueva, abierta a los demás por encima de nuestras falsas necesidades egocéntricas.
Jesús devuelve la vista al ciego de naci- miento y nos ofrece una oportunidad para ABRIR LOS OJOS para una nueva jerarquía de valores agudizando nuestra mirada. Nuestro modo de mirar es el modo de mirar del Espíritu de Cristo que nos habita. No podemos seguir cegados a la vida, porque la llevamos dentro. Somos sembradores de “vida buena”.
Al final de todo, es el amor, vivido en la amistad, como la de Jesús y Lázaro, quien se convierte para nosotros en oportunidad para UN NUEVO TEJIDO DE RELACIONES capaces de generar vida de gratuidad, de reconciliación y de esperanza, porque el futuro es posible.
Interioridad, nuevos horizontes, una fuente nueva de agua viva, nuevos ojos para otro mundo de valores y el amor más profundo capaz de descentrar la vida, son una oferta de OPORTUNIDADES para otra vida todavía posible y transformarla en nuevas relaciones, en nuevas estructuras, en nuevo modo de vivir, como testimonio también de la VIDA BUENA del Evangelio, anuncio de BUENA NOTICIA para nosotros y para la sociedad incierta y convulsa en la que estamos. La Cuaresma es signo de oportunidad desde una vivificación progresiva, que culmina acompañando a Jesús en el misterio de su Pascua y nuestra Pascua. Tiempo pascual-bautismal-penitencial-eclesial que nos sitúa, vivido como testimonio personal y comunitario, como germen y sacramento, profecía del mundo nuevo soñado por Dios en Jesús y presente ya en el mundo por el Espíritu.

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