13 marzo 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 13 marzo

Queridos amigos y amigas:
¿Es posible percibir la misericordia de Dios tumbados en el sillón de una vida confortable, calculando al máximos los riesgos, evitando toda inquietud, desistiendo de ir más allá? Dios es un padre que no regala piedras ni escorpiones. Lo suyo son los “panes y los peces”. Por eso, a Jesús le encanta multiplicar panes y peces como signos de la paternidad de su Padre sobre todos sus hijos e hijas. Pero para disfrutarlos hay que pedir , buscar , llamar , los tres verbos del verdadero creyente. No caen como dádivas de un ricachón despreocupado.
Solo pide quien se siente necesitado. Solo busca quien sabe que no ha llegado al final. Solo llama quien confía en alguien más allá de sí mismo. La fe se puede vivir como una íntima experiencia luminosa, pero, a menudo, la vivimos como una petición (“Señor, que vea”, “Señor, aumenta mi fe”). La vivimos también como una búsqueda (“Señor, ¿dónde vives?”). Es siempre una llamada (“Sálvanos, Señor, que perecemos”). Nosotros, hombre y mujeres de una cultura difícil, somos invitados a vivir también una fe difícil. Es una certeza vivida como petición. Un amor vivido como búsqueda incesante. Una acción que tiene más de llamada de auxilio que de compromiso autosuficiente. Pero esta es la fe que el Padre bendice y sostiene con un amor lleno de panes y de peces, tantos que no hay banastas suficientes para recogerlos.
Vuestro hermano en la fe: 
Fernando González

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