20 febrero 2014

Materiales para el Domingo 23 de febrero

Foto: Domingo 23 de Febrero – 7° del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”




Foto: Domingo 23 de Febrero – 7° del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

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Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

La alusión veterotestamentaria apunta a la llamada «ley del talión», referencia normativa para otros pueblos del antiguo Oriente. Se basa fundamentalmente en el principio de la proporcionalidad, en la práctica del resarcimiento conforme al bien lesionado. El camino indicado por Jesús para quien sufra algún mal no prevé ningún método violento, sino el rechazo a la «contraposición» basada en la venganza.

Para ser «mejores» que los escribas y los fariseos (v. 20), es necesario extender el amor al prójimo, incluso a los enemigos. Éste es el modo más auténtico de imitar a Dios, su santidad y su perfección (v. 48). No hay excusas que valgan: en el corazón del discípulo, en la médula de las bienaventuranzas, la oración por los perseguidores es la primera respuesta para crear nuevas relaciones con quien se muestra hostil. A la oración le deben acompañar gestos que expresen la relación filial con el Padre, gestos que permitan reconocer y experimentar el rostro paterno de Dios.

El Señor nos da a entender que es imposible alcanzar un amor perfecto si sólo amamos a quienes estamos seguros de conseguir a cambio un amor igual, pues -y no es ningún secreto- un amor parecido lo podemos ver entre los paganos y los pecadores. El Señor quiere que superemos la ley del amor humano mediante la ley del amor evangélico.

Foto: Domingo 23 de Febrero – 7° del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

Fuente: Las Mellis
Foto: Domingo 23 de Febrero – 7° del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

Fuente: Club net

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1Corintios 3, 16-23: “Todo es de ustedes, ustedes de Cristo y Cristo de Dios”

Pablo quiere recalcar a los corintios que algunas actitudes obstaculizan la acción del Espíritu. El orgullo, las divisiones, minan el edificio de Dios, que es la comunidad; profanan la obra que Dios quiere realizar y de la cual se muestra celoso: quien ose atentar contra la propiedad de Dios se acarreará su propia destrucción. Si sobre la iglesia, templo de Dios, no prevalecerá ninguna fuerza (cf. Mt 16,18), es igualmente verdad que cualquier comunidad, cualquier iglesia local, tiene que estar atenta a las vicisitudes que amenacen su integridad. Después de esta advertencia, Pablo concluye su reflexión sobre la sabiduría (vv. 18-23) recordando que sólo quien acoge con humildad la locura de la cruz podrá ser realmente sabio. Por delante, todo un camino a recorrer: de la sabiduría autosuficiente del hombre viejo, a aquella otra, la de los pequeños, a quienes Dios revela su misterio (Mt 11,25).

El Señor conoce los pensamientos de los sabios (v. 20): son, como fácilmente puede deducirse, los complots que determinan los conflictos entre los grupos, las camarillas guiadas por cabecillas que se apropian de honores indebidos. El discípulo vinculado a Cristo y dedicado a su causa puede considerarse sabiamente dueño de todo. «Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios» (v. 23): se trata de una pertenencia exclusiva que abole y demuele cualquier soberanía pretendida por los hombres y que no le permite a nadie en el seno de la comunidad mandonear en la vida de los otros.

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Salmo responsorial 102, 1-13: “El Señor es compasivo y misericordioso”

EL Sal. 102 es uno de los más tristes de los siete salmos penitenciales. Parecería que fuera la plegaria de un exiliado compuesta en el país de su destierro. En tono elegíaco narra el dolor y la tristeza de la persecución y del desánimo. Pero va más lejos: reconoce que tiene la esperanza de regresar de su destierro y de que se reanimará. El poema alterna entre estas dos ideas, pero concluye con una sublime nota de confianza en la eterna constancia de Dios en su trato con la humanidad.

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Levítico 19,1-2.17-18: “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo” 

A partir del c. 17, después de una primera parte de tipo cultual, el libro del Levítico reúne una colección de leyes (Lv 17-26) conocida comúnmente con el nombre de «Ley de santidad.» En esta sección, sobre todo en el c. 19, reaparece repetitivamente la declaración en la que Dios fundamenta su petición: «Yo soy el Señor [vuestro Dios]». Tal afirmación demuestra cómo la Ley no se basa en sí misma, sino que presupone la revelación de un Dios que ama y libera. 

Junto a esta llamada del Dios liberador se le añade una segunda muletilla, referida al Dios santo (cf. 19,2; 20,3; 20,26; 21,8; 22,2; 22,32) y extensiva, esa misma santidad, a toda la comunidad de Israel. La santidad de Dios es su absoluta y radical diversidad, no contenida, sino comunicada en virtud de una elección gratuita. Por este motivo, el don otorgado al pueblo le exige una respuesta, no le asegura privilegio alguno ante los demás pueblos: la santidad pertenece de modo exclusivo a Dios, e Israel ha de vivir conforme a la vocación recibida.

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Lecturas del día: 
Levítico 19,1-2.17-18: “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo” 

Salmo responsorial 102, 1-13: “El Señor es compasivo y misericordioso”

1Corintios 3, 16-23: “Todo es de ustedes, ustedes de Cristo y Cristo de Dios”

Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

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Mateo 5, 38-48: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen”

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