09 febrero 2014

Hoy es 9 de febrero

Hoy es domingo, 9 de febrero
A veces no encuentro cómo acercarme a ti, Señor. tengo resistencias, no veo el momento, priorizo mil cosas antes de hacerte un hueco en mi día. Son momentos en los que me cuesta darme cuenta de que el encuentro contigo, mi Señor, es un descanso. Ese abrazo que tanto añoro. Esa mirada que me reconforta y me sana. Hoy me presento ante ti sabiendo que eres mi luz, mi guía, mi apoyo, mi consuelo, mi roca y mi salvación.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5, 13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para arrojarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos."
Después de proclamar las Bienaventuranzas, Jesús declara para qué ha escogido a los suyos, y qué va a ocurrir, si ellos viven o no las Bienaventuranzas. Les dice: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? Los ha escogido para que sean “la sal de la tierra”. La misión de la comunidad de Jesús será ser para la humanidad lo que la sal es para los alimentos. La sal les da sabor y hace que duren, evitando que se corrompan. Así, viviendo el espíritu de las Bienaventuranzas, es decir, siendo pobres y misericordiosos y mansos y limpios de corazón y pacíficos y alegrándose en las contrariedades, los discípulos darán a la humanidad sabor de Evangelio, la harán agradable a Dios y evitarán que se corrompa y que se aleje del reino de Cristo. Pero “si la sal  se vuelve sosa, ¿con qué la salarán”. Dice I. Gomá: "La tierra sin la "sal" -sin gente que viva el espíritu de las bienaventuranzas- será insípida, ajena y repugnante al gusto de Dios, indefensa ante la corrupción.” Señor, ¿por qué el mundo vive tan alejado de tu amor? ¿Por qué hay tanto egoísmo, desamor e injusticia, y tanta corrupción en nuestra sociedad? ¿No es que estamos fracasando los cristianos en la misión que nos has confiado? ¿No seremos los cristianos  sal  que se ha “vuelto sosa”?
Añade Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo.” La luz  ilumina, orienta, da seguridad al caminar… Así  -dice el Señor- es la comunidad cristiana. Los que creen en Jesús y viven el espíritu de las Bienaventuranzas son la luz del mundo, son personas tan entregadas y llenas de Cristo que es la Luz, que se convierten en personas “luminosas”, portadoras de la luz de la verdad de Cristo para la humanidad.  Ahora bien, “no se enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.” Si nuestra sociedad  anda tan "desorientado", ¿no es, Señor, porque los cristianos, que tenemos que ser "luz" para mostrar el Reino y sus valores,  no iluminamos lo suficiente?  ¿O es que escondemos la luz debajo del “cajón” de la cobardía y el miedo a la crítica o al desprecio, en vez de ponerla en el “candelero” de la vida para que alumbre a todos?
Para ser sal y ser luz, necesitamos dejarnos salar e iluminar por el Señor, que es la Sal y la Luz. Sólo entonces podremos cumplir el encargo que nos ha hecho Jesús. Necesitamos, pues, Señor, acercarnos más a ti.  Dejarnos poseer por ti, dejar que vivas en nosotros. Porque no se trata de sólo proclamaciones de fe, de que nos oigan, sino de que nos vean vivir: "Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo." Señor, danos tu Espíritu, que nos cambie y nos ayude a hacer las buenas obras del Reino: las obras del amor, del perdón, de la generosidad, de la comprensión, de la entrega, de la justicia... Sólo así los que nos vean darán gloria al Padre.
Me preparo para leer de nuevo el evangelio. Esta vez de forma más contemplativa. Escojo mi sitio identificándome con alguno de los discípulos. Desde allí dejo que mi vida entre en juego. Que todo lo que pasa resuene en mi corazón.
Las luces y las sombras de mi vida, Señor, las pongo un día más en tus manos. Deja que te dé las gracias por ambas, luces y sombras. Porque me hablan de tu paso por mi historia, de todo lo que sigues teniendo que decir. De que mi fuerza no está en mí sino en ti que me sostienes.
Que esta oración me pueda acompañar a lo largo de la semana, repitiendo una y otra vez:Ser luz para todas las naciones…; Ser luz para todas las naciones…

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