06 febrero 2014

Hoy es 6 de febrero

Hoy es jueves, 6 de febrero
En medio de nuestra vida ordinaria, de nuestras ocupaciones y esfuerzos, la palabra de Dios nos invita a unos minutos de silencio, des escucha atenta y de respuesta agradecida a su presencia.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 6, 7-1):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: - Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
A pesar del fracaso que ha tenido en su pueblo, diríamos que Jesús no se ha desanimado. Hoy vemos que envía a los Doce, de dos en dos, para que lleven la Buena Nueva a todos los lugares de Galilea. Jesús los había llamado, y ellos se fueron con él. Ya llevan un tiempo conviviendo con el Maestro, le han escuchado, han visto su estilo de vida y, de alguna manera, han aprendido a ser discípulos, a vivir como el Maestro. Ahora los envía a llamar a Israel a la conversión… El cristiano es también uno que se ha sentido llamado por Cristo, que ha creído y se ha ido con él. No se nace cristiano. Ni el cristianismo se hereda. Cada uno ha de escuchar la llamada y responder personalmente. Como a los Doce, a nosotros también nos ha llamado Jesús y nos hemos ido con él. ¡Qué suerte, Señor, ser llamado por ti para ser de los tuyos! Gracias por haberte fijado en mí y haberme llamado. Que no te abandone nunca, Señor.
Pero Jesús no llama y da la fe como quien da unas entradas para el cielo, que hay que guardar para mostrarlas cuando lleguemos. El Señor, en todo tiempo y lugar, llama para enviar a continuar su tarea evangelizadora. Lo hizo con los Doce: “llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”. Hoy lo hace con nosotros, enviándonos también a anunciar la Buena Nueva del amor de Dios y a luchar contra el Mal. Con nuestra palabra, pero, sobre todo, con nuestra vida: viviendo de acuerdo con el mensaje de Jesús y luchando para  librar a los hombres de nuestra sociedad de los “espíritus inmundos” que los esclavizan: la injusticia, la insolidaridad, el egoísmo, el materialismo hedonista, la discriminación por cualquier causa, el erotismo desenfrenado, el hambre, la soledad... Es lo que tú hiciste, Señor Jesús, y es lo que nos encargas que hagamos. Señor, ¿qué mejor encargo podías hacerme que el de ser continuador de tu obra? Gracias por  la confianza que has puesto en mí. Que no te defraude.
A los Doce les dijo Jesús que no llevaran nada que no necesitaran de verdad: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”. Así, a nosotros. Porque debemos ser testigos contra la tentación del poder y del tener y dominar. Dice Schnackenburg que “la renuncia a todo lo superfluo debe confirmar su mensaje: la salvación de Dios llega para los pobres y los enfermos, aunque exige también la fe y la conversión”. Y para que tengamos claro que la obra es de Dios y no nuestra; la fuerza salvadora viene de Jesús, no, de nuestra sabiduría y medios materiales. Es el Espíritu Santo el que hace crecer la semilla y da vida a lo que nosotros hagamos. Señor, haznos comprender que tú nos has llamado y nos has encargado de llevar tu evangelio a los demás. Y si nosotros no vamos, ¿quién llevará tu mensaje a los hombres de hoy, que tanto lo  necesitan?; ¿quién los convencerá de que Dios les ama? Señor, danos tu gracia: que ni te fallemos ni les fallemos.
Vamos a leer de nuevo este fragmento del evangelio de Marcos. Siéntete uno de los doce escuchando a Jesús en su mensaje de envío. Sin duda que tú también eres enviado como ellos para anunciar el mensaje del evangelio.
Al acabar este tiempo de oración, pide al Señor que, como a los Doce, te invite a salir por los caminos para proclamar su mensaje. Que la oración te vaya preparando para llevar la Buena Noticia con los medios y conocimientos de los que dispones. Que todos los que te rodean descubran en ti una persona que les acompaña y les ayuda.
Tú has puesto tu tesoro en nuestras manos:
Jesús, tu Hijo, se ha atado a nuestras palabras,
y tu Promesa nacerá en nuestras vidas.
Te pedimos
que tu Pan sea nuestra única seguridad,
mientras aguardamos el día de tu manifestación,
Dios bendito por los siglos de los siglos.

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