16 febrero 2014

Hoy es 16 de febrero

Hoy es domingo, 16 de febrero.
Lo más saludable del día, es poder hacer alto en el camino para reposar y estar con el Señor. En realidad, Él siempre anda conmigo y yo con él. Pero a ratos necesito sentirme junto a él. Escucharle, comentarle lo que me ocupa y me preocupa. Rezar es tan sólo dedicar un tiempo a estar con el Señor para sentir su presencia. Así de sencillo.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5, 17-35):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil" tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado" merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio." Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor." Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Cuando la ley no se queda en lo externo y llega al corazón, se produce el misterio de «la espontaneidad». No se cumple simplemente la letra, se llega al espíritu de la Ley. Es un camino de libertad consentida. Se trata del mismo núcleo de la relación de Jesús con la Ley. Su enfrentamiento con el legalismo no significa anomía: «No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas», sino plenitud acabada: «No he venido a abolir la ley, sino a dar plenitud». ¿Me preocupa más cumplir la ley que mi relación con Jesús?
La plenitud de la ley no está tanto en su extensión, sino en el nivel de la intensidad. La plenitud es la ley que descubre estar escrita en el corazón y, espontáneamente, «se excede» en el cumplimiento hacia niveles que el legalismo no puede percibir, porque crecen en la interioridad. ¿Caigo en ese exceso de cumplimiento por ley?
La Ley evangélica toca el corazón, transformándolo. No lleva cuenta de actos, sino de actitudes; no mide por el tamaño externo, sino por el ahondamiento interior. Queda siempre la advertencia de Jesús: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos». ¿Participo en las celebraciones litúrgicas como un cumplimiento de lo que está marcado o lo hago desde el interior de mi corazón, viviendo lo que celebro?
Cuando el corazón se ha forjado en el discipulado del Maestro, ¡que nadie tema a la libertad del corazón! Habrá un «exceso de cumplimiento», de plenitud y, además, se tratará de un «exceso espontáneo». ¿Soy celoso con mis actos religiosos por la ley o por la vivencia personal?
Vuelvo a leer el texto del evangelio y trato de descubrir en min interior y en mi vida si me muevo por cuestiones legalistas o por cuestiones de libertad. Me doy cuenta que cuánto más libre soy, más feliz me encuentro.
Le pido al Señor que me hable al corazón, que lo que me mueva sea la vivencia de su ser. Que camine por esta senda de la libertad, para que, todo aquello que hoy viva, lo haga desde la libertad del ser humano. Le pido que toque mi corazón duro y seco para que él vuelva a darle vida y lo ablande ante la realidad que me rodea.
Saber elegir

¡La libertad! Ese vital dilema,

humana concreción del «don» divino...
Ni el oído oyó jamás, ni el ojo indino
contempló su esencial categorema.

¡La libertad! Preciosa diadema

del hijo de adopción. Mesura y tino
del buen obrar. Baquiana del camino.
De la razón cabal motor y emblema.

Con ella quiero, lejos del pecado,
hacer lo más perfecto y acabado,
sabiduría que en Dios está escondida,

y saber elegir entre agua y fuego,
eludir el fatal destino ciego,
optando ante la muerte por la vida.

Pedro Jaramillo

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