27 febrero 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 27 marzo

Salados al fuego
¿Por qué las personas sabias son humildes? Quizá porque han comprendido que no pueden fiarse de sus fuerzas. Esta humildad no tiene nada que ver con una autoestima baja sino con una percepción muy profunda de la condición humana. La antítesis del humilde es el rico, aquel que pone su confianza exclusivamente en los bienes materiales creyendo que la acumulación de los mismos, y por los medios que sean, le da el dominio sobre la propia vida y la ajena.
Detras de las durisimas palabras que Santiago dedica a los ricos esta la convicción de que la única riqueza en la que hay que poner el corazón es Dios, en sus manos está nuestro destino, y quien pone su confianza en Dios no puede vivir de espaldas al necesitado.
Por el contrario, el salmo 1, canta al hombre que ha puesto su confianza en el Señor: Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. ¡Cómo me gusta esta imagen! He vuelto sobre ella muchas veces. Del árbol sólo vemos el tronco, las ramas y, en el momento oportuno, las hojas y los frutos. Pero no vemos que sus raíces absorben el agua de la acequia. ¿No os parece hermosa esta imagen para explicar en qué consiste la genuina experiencia de Dios? Si el árbol “exhibiera” sus raíces, se secaría en seguida. Dejemos que unos frutos sencillos, a su tiempo, den cuenta del agua que los ha hecho nacer. Pero no nos empeñemos en exhibir las raíces. Dejarían de transmitir vida.
El evangelio de hoy termina con un dicho relativo a la sal: Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con que la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros. Reconozco que no me resulta fácil entender estas palabras después de haber leído las referidas al escándalo de los pequeños. ¿A qué viene la alusión a la sal? Probablemente detrás de estas palabras está la imagen de los ritos sacrificiales en los que los animales eran rociados con sal antes de ser entregados a las llamas (cf Ez 43,34). Para los seguidores de Jesús, estas palabras son, pues, como una predicción de las pruebas purificadoras por las que han de pasar. En ellas han de mantener el espíritu de lucha y de sacrificio. ¡Seamos todo lo salados que podamos!
C.B.

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