12 enero 2014

Te has transformado en una nueva criatura

Seguramente habremos estado presentes en varias celebraciones del Sacramento del Bautismo, ya sea participando directamente porque somos los padres o los padrinos, o bien como invitados a la celebración. La celebración del Sacramento del Bautismo contiene diferentes momentos, ritos y símbolos, que en el caso de la Iniciación Cristiana de Adultos son más numerosos que en el bautismo de niños, y si no hemos recibido una correcta formación previa, corremos el peligro de no entenderlos y por tanto no interiorizar el profundo sentido que encierran.Hoy, como colofón al tiempo litúrgico de Navidad, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Y, puesto que Jesús recibió el Bautismo siendo adulto, vamos a fijarnos en uno de los momentos de la Forma simplificada de la iniciación de un adulto: la imposición de la vestidura blanca, símbolo de su nueva dignidad. En ese momento el celebrante dice: N., te has transformado en nueva criatura.
Transformar puede significar hacer cambiar de forma a alguien o algo, y se quedaría en un cambio exterior; pero también significa convertir algo en otra cosa, y esto ya es algo más profundo, es un cambio radical. Precisamente en la oración colecta de hoy hemos pedido: concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de Aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Después de todo lo que hemos estado contemplando, orando y reflexionando durante el tiempo de Navidad, no debemos contentarnos con un “cambio exterior”: debemos querer transformarnos interiormente, y de acuerdo con nuestro modelo: Cristo. Y podemos hacerlo.
En primer lugar porque para eso Él se hizo semejante a nosotros en su humanidad, que como ha dicho en el Evangelio, está bien que cumplamos todo lo que Dios quiere. Y por Cristo podemos cumplirlo.
En segundo lugar, porque como hemos escuchado en la 2ª lectura, Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea, y por tanto, nadie debe sentirse excluido.
Y en tercer lugar porque en el Bautismo hemos recibido su mismo Espíritu. Como indican las Observaciones generales del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (2): incorporados a Cristo por el Bautismo… pasan de la condición humana en que nacen… al estado de hijos adoptivos, convertidos en una nueva criatura por el agua y por el Espíritu Santo. Por esto se llaman y son hijos de Dios. Tenemos todo lo necesario para transformarnos interiormente, no necesitamos más.
Hoy, celebrando la fiesta del Bautismo del Señor, y recordando nuestro propio Bautismo, debemos tener presente que “ya” nos hemos transformado en una nueva criatura; que “ya” tenemos una nueva dignidad, porque “ya” nos llamamos y somos hijos de Dios. Pero somos conscientes de que esa transformación “todavía no” surte plenos efectos en nosotros; para ello el Bautismo recibido tiene que afectarnos en lo más profundo de nuestro ser.Y por eso hoy vamos a renovar las promesas bautismales. Ahora lo haremos juntos, como Iglesia, como comunidad parroquial, pero cada uno debemos hacer nuestra reflexión sobre el sentido de las preguntas, tanto las referentes a la “Renuncia” como las de la “Profesión de Fe”: ¿Estoy dispuesto a renunciar al pecado para vivir como hijo de Dios que soy? ¿A qué me cuesta más renunciar? ¿Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo? ¿Creo en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? ¿En qué me cuesta más afirmar mi fe? ¿Por qué?
Seguramente encontraremos dudas, preguntas, pecado… que dificultan que esa nueva criatura en que “ya” nos hemos transformado desde el Bautismo surta mejores efectos en nosotros y sea más patente para los demás. Tenemos un nuevo año por delante para aprovechar las oportunidades que se nos ofrecen desde la parroquia y desde la diócesis para formarnos, para celebrar conscientemente nuestra fe, para llevar esa fe formada y celebrada a la vida… Pongamos en activo el Bautismo recibido, deseando que se cumpla lo que pediremos en la última ora-ción: que escuchemos con fe la Palabra de tu Hijo para que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos tuyos.

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