25 enero 2014

Reflexión: La hora de nuestra conversión

Con el bautismo hemos recibido el Espíritu, que es, desde ese momento, la fuente de nuestro vivir, del estilo de vida que nos compromete. Como decía Jesús, es un espíritu de “conversión”. Pero no es una conversión “en vacío”, sino una conversión para el Reino. Desde Jesús se abre una realidad nueva para llevarla dentro de nosotros y para anunciarla y hacerla en el mundo y la sociedad en la que estamos y vivimos. Abrir los surcos del Reino en esta sociedad es aquello a lo que estamos convocados. Pero no es algo que se realiza de un día para otro, sino un largo camino a seguir a lo largo de los días, el camino de Jesús, para nosotros y para nuestra Iglesia, que es germen y semilla del Reino en nuestro mundo.

UN TEXTO
“Según Mateo, Jesús comienza su predicación con un grito: “Convertíos”. Esta es su primera palabra. Es la hora de la conversión. Hay que abrirse al reino de Dios. No quedarse “sentados en las tinieblas”, sino “caminar en la luz”.
Por eso también hoy esa es la primera palabra que tenemos que escuchar: “Convertíos”; recuperad vuestra identidad cristiana; volved a vuestras raíces; ayudad a la Iglesia a pasar a una nueva etapa de cristianismo más fiel a Jesús; vivid con nueva conciencia de seguidores; poneos al servicio del reino de Dios” (J. A. Pagola, El camino abierto por Jesús. Mateo, Ed. PPC, Madrid 2010, pág. 49).
UNA ORACIÓN
RENUEVA, SEÑOR, EL ROSTRO DE TU IGLESIA

Hazla discípula:
Iglesia de la escucha, capaz de contemplación y gratuidad,
comunidad viva que se alimenta de la Palabra y el Pan,
Iglesia del domingo que brilla en los rostros de la gente.
Envía tu Espíritu sobre nosotros para nos transformemos
en una comunidad de discípulos del Evangelio.
Hazla sinodal:
Iglesia hecha de relaciones, rica en carismas y ministerios.
Perdónala si se deja desgarrar por divisiones y envidias,
si no sabe comunicarse con el lenguaje del amor.
Envía tu Espíritu sobre nosotros
para que nos hagamos signo
del Dios de la comunión y del compartir.
Hazla compañera de viaje:
Iglesia que vive dentro de nuestro tiempo.
Iglesia que comparte las alegrías y las esperanzas,
las tristezas y las angustias del hombre.
Haz que no escuchemos a los “profetas de calamidades”,
que ven por todas partes signos de muerte.
Que sea, por el contrario, intérprete de los signos de vida y de gracia
que el Espíritu no dejará de existir a lo largo del camino.
Envía tu Espíritu sobre nosotros
para que nuestra comunidad se hacerse
compañera de camino
de los hombres y las mujeres de hoy.
Hazla testigo extrovertido y solidario:
Iglesia que anuncia sin miedo que Cristo ha resucitado.
Iglesia abierta, que vive relaciones gozosas
con otras iglesias y culturas.
Perdónala, Señor, cuando se olvida de que Tú la sostienes.
Haz que anuncie el Evangelio de la esperanza
con dulzura, respeto y libertad.
Envía tu Espíritu, Señor, sobre nosotros
para que sepamos siempre conjugar
el Evangelio de la Palabra y el de la caridad.
Haz posible, Señor, este “sueño” de Iglesia
dentro de nuestras asambleas festivas,
cuando escuchamos la Palabra
y partimos el Pan de la resurrección.
Haz que todas las comunidades sean signo del rostro de Cristo.
Envía tu Espíritu sobre nosotros
para que nos convirtamos en una Iglesia que escucha,
que ora, que canta y que camina. Amén.
UN SÍMBOLO
Pueden llevarse, en el momento del Ofertorio, distintos tipos de bastones, como símbolo del camino y de los diferentes caminos que cada uno va haciendo, según sus posibilidades, su edad, sus circunstancias, etc. para construir el Reino desde el Espíritu de Jesús que a todos nos habita.

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