31 enero 2014

La "Carta Magna" del Reino

Las palabras de Jesús, como las de un nuevo Moisés, son una especie de cuerpo “constitucional” del nuevo Pueblo de Dios. No se trata de una nueva normativa externa, como las tablas de la Ley que nunca se llegaron a cumplir, sino la propuesta de un camino en el marco de una Nueva Alianza, que marca los hitos fundamentales de un nuevo concepto de felicidad. Porque lo que se nos promete es la felicidad que Dios ha querido para la humanidad. Y ése es el verdadero camino.

Lejos de la prepotencia y el ansia de riqueza y de consumo se nos abre el horizonte de un nuevo “decrecimiento” cuyo núcleo lo constituye la opción por el “ser” en vez de por el “tener” y, por tanto la consiguiente opción por la fraternidad y el “nosotros” antes que por el individualismo. El “ser” lleva a la misericordia, la compasión, la solidaridad, la paz y la justicia. Todo otro camino sólo conduce a la desdicha personal y a la de toda la humanidad.
UN TEXTO
“Convertirse a Dios no significa decidirse por una vida más infeliz y fastidiosa, sino orientar la propia libertad hacia una existencia más humana, más sana y, en definitiva, más dichosa, aunque ello exija sacrificios y renuncia. Ser feliz siempre tiene sus exigencias.
Ser cristiano es aprender a “vivir bien” siguiendo el camino abierto por Jesús. Las bienaventuranzas son el núcleo más significativo y “escandaloso” de ese camino. Hacia la felicidad se camina con corazón sencillo y transparente, con hambre y sed de justicia, trabajando por la paz con entrañas de misericordia, soportando el peso del camino con mansedumbre. Este camino diseñado en las bienaventuranzas lleva a conocer ya en esta tierra la felicidad vivida y experimentada por el mismo Jesús” (J. A. Pagola, El camino abierto por Jesús. Mateo, Ed. PPC, Madrid 2010, pág. 61)
UN POEMA
Dichosos vosotros,
que apostáis por lo mágico y lo invisible
y el talante poético.
porque veréis más allá de todo.
Dichosos vosotros,
que tendéis puentes de encuentro
y abrís túneles de comunicación.
Porque facilitáis los abrazos,
y los besos también son vuestros.
Dichosos vosotros,
que escucháis atentamente,
esperáis en silencio,
dáis tiempo y maduráis por dentro.
Porque la impaciencia
no malogrará vuestros impulsos.
Dichosos cuando jugáis
enfrascados, entregados,
despreocupados como niños.
Porque vuestra alma aún confía.
Dichosos cuando arrimáis el hombro
y dais la cara por la solidaridad.
Porque se puede contar con vosotros.
Dichosos cuando lloráis
de pena o de alegría,
o de rabia o de emoción.
Porque todavía tenéis remedio.
Dichosos vosotros
si dais la mano
y con ella os dais a vosotros.
Dichosos vosotros
si anteponéis el bien común
a vuestros intereses particulares.
Dichosos vosotros
si renunciáis al pluriempleo
en favor de los desempleados.
Dichosos,
no los incautos, los ingenuos,
sino los sencillos, los transparentes.
Dichosos
no los empobrecidos, los indigentes,
sino los que eligen vivir austeramente.
Dichosos
no lo de manos limpias,
sino los limpios de corazón y manos sucias.
Joaquín Suárez,
“Los otros Salmos”,
Ed. Sal Terrae, Santander 1992, págs. 192-193 
UN SÍMBOLO / GESTO
Al finalizar la homilía, o durante ella, van subiendo al presbiterio 8 personas que llevan 8 corazones negros por un lado, en los que va escrita una palabra correspondiente a lo contrario de cada bienaventuranza. Por contraste, dan la vuelta al corazón y su color es ahora rojo, con la palabra de la bienaventuranza correspondiente:
RIQUEZA
INDIFERENCIA
SUPERFICIALIDAD
INJUSTICIA
CORRUPCIÓN
VIOLENCIA
CONFORMISTAS
 
DECRECIMIENTO
MISERICORDIA
COMPUNCIÓN
HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
LIMPIEZA DE CORAZÓN
PAZ
PERSEGUIDOS