16 octubre 2013

Hoy es miércoles 16 de octubre

Hoy es miércoles, 16 de octubre.
Un día más, Señor, me acerco al altar de tu presencia. Ese templo interior que todos tenemos dentro y en el que tú siempre me esperas. Quiero dedicar tiempo y estar así, sin nada, desnudo de problemas y de prisas, de orgullos y de miedos. Y aprender, en tu ardiente compañía el secreto de la vida, que se esconde en tu palabra. Dios mío, contigo quiero estar. El “Miserere” es una oración desde la fragilidad, desde la consciencia de necesitar a Dios para evitar vivir de espaldas a su evangelio.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 42-46):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!»
Un maestro de la Ley intervino y le dijo: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.»
Jesús replicó: «¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!»
Será que yo también, a veces descuido tu amor, Señor, y reduzco mi religión a unas practicas rutinarias, sin corazón que no me rozan, que no me cambian, que no me entusiasman. Nada le quedan a mi vida y a mi fe sin tu amor. Noches sin estrellas, desiertos sin agua, tierras sin sol.
Será que lo que descuido es la justicia. Tantas veces se me llena la boca de tu nombre y alabanza sin que mi vida se vuelva al rostro de los más pobres y necesitados. Sólo el hombre que procede honradamente y practica la justicia puede habitar en tu monte santo. Y si hoy mismo atisbara la forma en que mi corazón y mi vida, mis palabras y mis obras, pudieran ir juntas de la mano.
Será que lo que descuido es la humildad. Veo tantas vidas cabalgando a lomos del aplauso, de la alabanza, del éxito, del reconocimiento y del bienestar, que me pregunto si la mía no será una de ellas. Seré capaz de caminar por las senda estrecha de la verdad, de la humildad, sin más apoyo que el tuyo, Señor, sin más compañía que la de tu hijo Jesús.
Al leer tu palabra otra vez, quiero recoger esa invitación final, a vivir arrimando el hombro, a vivir siendo para los demás ayuda y descanso y no carga o imposición. Será que puedo vivir siendo hermano de todos como quien va por el mismo camino compartiendo con ellos el afán de la vida.
Te buscaré
Te buscaré sin descanso cada día,
en el lloro y en la risa, en la pena y en el canto,
en el paso del que llega y en los ojos del vigía,
en el ruido y en la espera, en el coche y el asfalto.
Te buscaré sin pausa en la justicia,
en el muro demolido y en lo nuevo por nacer,
en la mano que se abre sin mirar a quién se da,
en el sur que pierde el norte y en el odio por vencer.
Te buscaré en aquello que no brilla,
en lo opaco, en lo escondido, y en la hora que ya fue,
en lo hostil, lo obligatorio y hasta en la monotonía,
en la vida malograda y el amor que no se ve.
Te buscaré siempre junto a otros,
en ese enlace de afectos y esa amplitud de miras,
en ese nada ser mío e ir siendo todo de todos,
en esa esperanza global que es la aguardada utopía.
Seve Lázaro, sj
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario