01 septiembre 2013

Reflexión: De los precisos e importantes

El padre de una amiga, cuando asistía con su familia algún acontecimiento social o cultural, al ver cómo la gente se apresuraba a ocupar un buen sitio, solía decir con sorna a sus hijos: “No os preocupéis: primero que entren «los precisos», luego «los importantes » y después ya entraremos nosotros”. Muchas personas, cuando van a algún espectáculo o acontecimiento, se agobian “para coger buen sitio”, hay carreras, empujones… algunas buscan “colarse” de un modo más o menos descarado, se producen enfados… Cada uno piensa que “yo tengo todo el derecho a estar en el mejor sitio”, cada uno piensa que es «de los precisos e importantes » y por ello no se duda en pasar (literalmente) por encima de los demás, porque “¡cómo vamos a quedarnos en el último lugar!”
En este Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI, en Porta fidei (6), hacía referencia al testimonio ofrecido por la vida de los creyentes, indicando que la fe (…) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre. Por eso, un buen testimonio de nuestra fe en Cristo es mostrar esos nuevos criterios de pensamiento y acción en situaciones tan cotidianas como nuestra participación en acontecimientos sociales o culturales, o en cualquier tipo de grupo o colectivo, en la vida diaria, no creyéndonos «de los precisos e importantes» sino actuando como lo que en verdad somos: cristianos.
De hecho, en el Evangelio Jesús nos ha presentado un caso similar y muy cercano a nosotros: Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo: Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal… Al revés, cuando te conviden, ve a sentarte en el último puesto. Jesús nos propone llevar a la práctica nuestra fe, en situaciones cotidianas y de modo visible, mostrando ante los demás otra manera de comportarnos, sin pretender ser «de los precisos e importantes».
Un buen testimonio de fe es adquirir y mostrar verdadera humildad, como hemos escuchado en la 1ª lectura: en tus asuntos procede con humildad… Hazte pequeño en las grandezas humanas… Y esto con normalidad, sin falsa modestia y sin caer tampoco en el error de pensar “soy más humilde que nadie”, recordando que todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Nuestro comportamiento, por tanto, ha de reflejar la fe que tenemos en Cristo, y que nos comportamos así no porque tengamos especiales cualidades o porque pretendamos ser más buenos que otros, sino porque nos hemos acercado al Mediador de la nueva alianza, Jesús, como decía la 2ª lectura, y Él no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos (cfr. Flp 2, 6-7), y como cristianos no podemos menos que seguir su ejemplo.
¿Cuál es mi actitud cuando participo en algún acontecimiento social o cultural, o en algún grupo o asociación al que pertenezco? ¿Quiero estar en el mejor sitio por encima de todo, he sido de los que corren, empujan, se cuelan…? ¿En alguna ocasión me he creído que soy «de los precisos e importantes»? ¿Quiero figurar, que “se sepa y note” que estoy ahí? ¿Mi comportamiento en las circunstancias cotidianas refleja ese nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida al que se refería el Papa Benedicto XVI y que se debe a la fe en Cristo? ¿Suelo proceder con humildad en mis asuntos? ¿Tengo presente el ejemplo de Jesús, que se despojó de su rango?
El Papa Benedicto XVI, en Porta fidei (14), dice: [la fe] nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. En nuestro mundo, en el que tantas veces caemos en el error de creernos «de los precisos e importantes », en el que tan a menudo se nos quiere hacer creer que “o pisas o serás pisado”, en el que se empuja a “triunfar” a toda costa pasando por encima de quien sea y recurriendo a cualquier medio, nosotros creyentes, en las circunstancias cotidianas y normales de la vida social, debemos empezar a ser esos signos vivos de la presencia de Cristo resucitado en el mundo, viviendo nuestros asuntos desde la verdadera humildad, como Cristo la vivió, sin agobiarnos, con la confianza puesta en sus palabras: todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario