18 septiembre 2013

Miércoles 18 septiembre

Hoy es miércoles, 18 de septiembre.
Durante el día, los tiempos se van sucediendo. Hay tiempos para el trabajo y tiempos para el descanso. Tiempos de rutina y tiempos llenos de sorpresas. Tiempos de ruidos y prisas y también tiempos en los que parece que no pasa nada. Quiero prepararme para que ahora sea el tiempo del encuentro con Dios. En silencio, acogiendo su palabra, abriéndome a su novedad, dialogando desde el corazón. Que su tiempo sea mi tiempo. Tiempo de búsqueda. Tiempo, a veces, de dar la vida, de no comprender y de perder o ganar en el camino, pero siempre tras sus huellas.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 7, 31-35):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»
En el evangelio, Jesús parece dolido por la actitud de mucha gente. Es la crítica de quienes no aceptan nada ni a nadie, ni a Juan ni a él mismo. La crítica de quien nunca está satisfecho ni viviendo con poco ni festejando. La crítica que no deja títere con cabeza. Una crítica que busca la confrontación y la propia justificación. Hay mucha gente instalada en ese escepticismo burlón y puede que también a mí eso me haga sentir mal.
Tal vez también a veces yo soy como los hombres de esa generación de los que habla Jesús. ¿Soy yo de quienes se dejan llevar fácilmente por esta actitud de criticar todo? ¿En qué situaciones reconozco que esta tentación me puede?
Al volver a leer este evangelio incómodo, puedo pensar, ¿qué habrá que hacer para vivir al ritmo de Dios? ¿Qué será eso de bailar cuando se me invite a bailar o lamentarme en tiempos de duelo? ¿Qué será comer y beber en fiesta alegre o prescindir de algo necesario? Dejo que venga a mi memoria algún acontecimiento de mi vida en el que siento esta invitación a salir de mí para vivir a otro aire, al modo de Dios.
Al final de esta oración presento sencillamente al Jesús, mis deseos más sinceros. Reconozco quien soy, yo, que también me dejo llevar a veces por la crítica injusta. Pido lo que más necesito para llevar una vida más auténtica. Me ofrezco, desde mi fragilidad, para seguir sus huellas.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

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