29 marzo 2013

Reflexión: Ante el Crucificado


Siguiendo una antiquísima tradición romana, el Viernes Santo no se celebra la Eucaristía sino una solemne liturgia que tiene como centro la Pasión y la Muerte del Señor.
Siempre me ha impresionado, dentro de esta celebración, la liturgia sobria y profunda de la adoración de la Cruz, de inspiración probablemente oriental.
En primer lugar, el descubrimiento progresivo del Crucificado y la repetida invitación a la adoración. Luego, la procesión de todos los fieles hacia la Cruz, mientras se canta el admirable himno "Crux fidelis". Por fin, el beso emocionado de cada creyente al Cristo muerto.
No es un momento de tristeza. Para los creyentes es momento de hondo recogimiento donde se entremezclan, de manera difícil de expresar, el agradecimiento, la adoración, el arrepentimiento.
Ese gran teólogo y gran creyente que fue Karl Rahner nos ha desvelado su alma orante en ese precioso libro que lleva por título "Oraciones de vida ".
Tal vez su oración nos pueda ayudar también a nosotros a acercarnos esa tarde del Viernes Santo al Dios crucificado:
"¿En dónde podría yo refugiarme con mi debilidad, con mi dejadez, con mis ambigüedades e inseguridades... sino en Ti, Dios de los pecadores comunes, cotidianos, cobardes, corrientes?".
"Mírame, Señor, mira mi miseria. ¿A quién podría huir sino a Ti?
¿Cómo podría soportarme a mí mismo si no supiera que Tú me soportas, si no tuviera la experiencia de que Tú eres bueno conmigo?".
"Mi pecado no es grandioso, es tan cotidiano, tan común, tan corriente que incluso puede pasar inadvertido... Pero qué hastío suscita mi miseria, mi apatía, la horrible mediocridad de mi buena conciencia.
Sólo Tú puedes soportar tal corazón.
Sólo Tú tienes aún para mí un amor paciente.
Sólo Tú eres más grande que mi pobre corazón".
"Dios santo, Dios justo, Dios que eres la Verdad, la Fidelidad, la Sinceridad, la justicia, la Bondad... ten compasión de mí... Soy un pecador, pero tengo un deseo humilde de tu misericordia gratuita".
"Tú no te cansas en tu paciencia conmigo. Tú vienes en mi ayuda. Tú me das la fuerza de comenzar siempre de nuevo, de esperar contra toda esperanza, de creer en la victoria, en tu victoria en mí en todas las derrotas, que son las mías".
Este año tal vez nuestro beso al Crucificado puede ser un poco más sincero y profundo.

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