21 noviembre 2012

Jesucristo, nuestra esperanza


Jesucristo, nuestra esperanza



Dicen que si de algo está falto nuestro mundo de hoy, es de esperanza. En estos tiempos de crisis -económica, peros obre todo de valores-, mucha gente vive sin una esperanza firme que les haga el camino seguro, a pesar de las dificultades. Los cristianos tenemos un horizonte claro: la victoria de Jesucristo sobre el mal, sobre el pecado y la muerte; esa victoria del Señor con su Resurrección, es la que nos alienta en la vida y la que nos hace volver a caminar con nuestra mirada fija en Él. De entre todas las pequeñas esperanzas -con minúscula- que podemos tener cada uno de nosotros, sólo hay una -con mayúscula- que nos habla de felicidad y vida en plenitud: Jesucristo. Como Él mismo nos dice en el Evangelio que escuchamos el domingo en la Eucaristía... "El cielo y la tierra pasarán; mis palabras no pasarán".
En estas últimas semanas del año litúrgico, nos acercamos a la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Cerca ya del Adviento, el Evangelio nos presenta al Señor hablándonos del final de los tiempos, y de su segunda venida: "En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad".
Los cristianos no esperamos en algo que es un cuento para niños; saber que nuestra vida está llamada a la plenitud nos debe ayudar seriamente a no decaer en busca en todo el Reino de Dios. Saber que sólo Dios tiene la última palabra nos debe animar a plantearnos la enfermedad y la muerte de manera distinta a como lo hacen los que no tienen fe. Nuestra esperanza no es un mero sentimentalismo, ni algo que intenta adormecernos para evadirnos de nuestra vida real. La esperanza cristiana es activa. Debe ser un acicate para vivir con coherencia, sembrando la semilla del Evangelio; caminemos sin miedos y con fe, sembrando caridad; sabiendo que al final de nuestro camino nos espera Dios. ¡Él es nuestra esperanza; nuestra feliz esperanza!
José Javier García