02 junio 2012

Hablar de la Trinidad a los niños


Para una homilía a los niños...
Un misionero español del Ecuador, estando de vacaciones en España dijo:
“Aquí Dios no tiene mucho que hacer. Allá (en Ecuador), sí, porque le ocupamos para todo, es el centro de nuestra vida. Allá le necesitamos para todo, le encomendamos todo, le confiamos todo”.
Sin embargo, en otras latitudes la percepción es muy diferente. El teólogo Buber, hablando de nuestra sociedad desarrollada, afirma que ésta “sufre un eclipse de Dios”. Es decir, que a Dios no se le ve o no le vemos porque le ocultan o se interponen otros valores, otros intereses. Un dato sorprendente: mucha gente, tanto muchachos como adultos, hombres como mujeres, jamás se atreverían a rezar en público, a citar el nombre de Dios en una plegaria, sin embargo no tienen el menor reparo, ni sienten la menor vergüenza para lanzar públicamente y en tono alto unas categóricas blasfemias contra Dios.
He traído a colación esto porque hoy celebramos el domingo de la Santísima Trinidad, hoy es la fiesta de Dios-Padre, de Dios-Hijo y de Dios-Espíritu Santo. A nosotros nos interesa el Dios de Jesús: un Dios cercano, no amenazante. Si bien conviene advertir que “un Dios conocido deja de ser Dios”, ya que si cabe en nuestra cabeza, necesariamente le hemos empequeñecido.
Para hablar de Dios no está más capacitado quien posee títulos académicos o posee un lenguaje elevado. Jesús manifestó en una ocasión: ”te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.
Al hilo de lo eso vamos a dejar la homilía de hoy en manos de unos niños de una escuela de primaria del sur de Italia, a quienes el maestro les animó a escribir una carta a Jesús. En sus líneas han sabido verter detalles extraordinarios. Ellos desde la ingenuidad y desde la inocencia descubren aspectos que muy probablemente se les escapan a los teólogos y a mucha gente mayor. Ahí van algunos ejemplos de como reaccionan Marco, Patricia, Bruno, Laura y otros. En primer lugar no ocultan que tienen dudas y por eso preguntan:

“¿Los pecados los marcas en rojo como la maestra?”.
Otro añade: ”Seguro que para ti es dificilísimo querer a todos en todo el mundo. En mi familia solo somos cuatro y no lo consigo”.
No les falta decisión, pues son capaces de hacer observaciones a Dios, de sugerirles algunas correcciones:
“Cuando tu Padre creó el universo, ¿no era mejor que en vez del domingo hubiera descansado los días de cole?”.
Otra pequeña cuestión: “¿La jirafa la querías hacer así o fue un accidente?”.
En ocasiones plantean cuestiones profundas. “Me gusta mucho el Padrenuestro. ¿Se te ocurrió en seguida o lo tuviste que hacer varias veces?. Yo siempre que escribo algo lo tengo que repetir”.
Uno de los alumnos roza lo cómico, aunque para él a lo mejor se trata de algo serio:
”Gracias por el hermanito, pero yo había pedido un perro”.
Lo que sigue es muy distinto:
”Ya no me he vuelto a sentir sola desde que he descubierto que existes”.
No sé lo que os ha parecido las ocurrencias de estos pequeños alumnos de una escuela. Son pinceladas certeras. En este punto llevaba razón Jesús cuando dijo: “dejad que los niños se acerquen a mí”. Notaría sin duda que algunos puntos le entendían mucho mejor que los adultos.
Como lo que pasó aquella profesora…
La profesora pregunta: ¿Cómo sabemos que Dios existe? Cada uno fue dando su propia respuesta. Pero la profesora seguía insistiendo como si no estuviese satisfecha con las respuestas. Queriendo echarles un mano añadió: Y cómo saber que Dios existe si ninguno lo hemos visto? Todos se quedaron callados. Para los niños es evidente que lo que no se ve o se toca no existe. Hasta que un pequeño que era tímido, levantó la mano y tímidamente y respondió: Señorita. Dios es como el azúcar. Mi madre me dijo que DIOS ES COMO EL AZÚCAR en mi leche que ella prepara todas las mañanas. Yo no veo el azúcar que está dentro de la taza en medio de la leche, pero si ella me lo saca, queda sin sabor.

¿A alguien de nosotros se le ocurriría definir a Dios como una cucharada o un terrón de azúcar? De seguro que nosotros daríamos una definición de Dios mucho más técnica y científica. Pero bastante más inútil. La prueba el mismo título de la fiesta de hoy: “Santísima Trinidad”. Y con eso ya nos quedamos tan tranquilos. Con decir que son “tres pero que son uno”, que ni usted ni yo sabemos como es esa matemática que uno sea tres y que tres sean uno, de seguro nos quedaríamos satisfechos. Ninguno entenderíamos nada pero nos quedaríamos tranquilos.
Estoy seguro que la mamá de ese niño no entendía demasiada teología, pero sí tenía algo que es fundamental cuando se trata de hablar de Dios. Hablaba no del Dios que se nos explica con ideas, sino del Dios que ella experimentaba en su corazón. No sé si los teólogos estarán muy de acuerdo con un “Dios terrón de azúcar”, lo que sí sé es que aquella madre vivía la verdad de Dios en el corazón humano.
Porque, al fin y al cabo, Dios no es una idea. Dios es una realidad para nuestra vida. Y una realidad que da sentido y da sabor a nuestra vida.
Fuente: Espacio para el Espíritu