05 abril 2012

Reflexión Jueves Santo: Nos ha dejado en herencia el servicio




Por Alessandro Pronzato
Es difícil definir la atmósfera que caracteriza a la cena de despedida. Incluso porque se confunden en ella diversos elementos en contraste entre sí.
Intimidad, dulzura, manifestación de un amor que llega al último extremo («hasta el fin») y que encuentra expresiones siempre nuevas y asombrosas. Pero también dudas, vacilaciones, miedos, traiciones, declaraciones de fidelidad demasiado grandilocuentes para no resultar sospechosas. Discursos en los que se entremezcla el cariño y la amargura. Confianza y quejas. Cercanía e incomprensión. Humildad y presunción. Calor y hielo. Silencio cargado de ternura y silencio embarazoso. Luz y oscuridad. Unión con el Maestro, que domina la escena, y «dispersión», unidad que se rompe muy pronto (y no sólo con la salida de Judas en la «noche»).
Siempre pasa lo mismo cuando nosotros andamos de por medio y nos refugiamos inevitablemente en nuestras contradicciones, ambigüedades y complicaciones. Impulsos y retrocesos. Destellos de luz y sombras preocupantes. Entrega y reservas. Coraje y cobardía. Incluso en el momento decisivo conseguimos ser «múltiples», divididos, dobles. Hacemos opciones... evasivas. Tomamos compromisos solemnes sin comprometemos de veras. Pretendemos acercarnos... huyendo. «Nos encontramos» en el cenáculo, junto a él, pero apenas salimos, nadie nos reconoce. El jueves santo quizás sea esto. El, que una vez más se pone totalmente en nuestras manos. Y nosotros que no nos atrevemos nunca a darnos «del todo». Sigue leyendo...