19 abril 2012

Reflexión III Domingo de Pascua: Queremos que Dios nos sonría




Por José María Maruri, S.J.
1.- Señor, haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro... Acabamos de decirlo en el salmo. Queremos que Dios nos sonría, que se muestre alegre al mirarnos, porque solo la alegría ilumina el rostro de una persona. Alegría es la tónica de la Resurrección, y es la tónica del Evangelio que se abre y se cierra entre sonrisas y alegría: -- los ángeles comunican a los pastores la gran alegría. Les ha nacido un salvador. Es al abrirse del Evangelio, de la Buena Nueva, del Gran Notición, que no puede ser más que una gran alegría. -- y el Gran Notición se cierra con las apariciones de Jesús resucitado, en la los discípulos no acaban de reconocer al Señor por su inmensa alegría. Y entre el anuncio del ángel y las apariciones de Jesús la alegría corre por las páginas del Evangelio: -- Juan Bautista salta de alegría en el seno de Isabel al sentir cerca a Jesús. -- Jesús participa en la humana alegría de una boda pueblerina y les regala 600 litros de vino... y algún moralista le acusaría de responsable de las borracheras de aquellos buenos campesinos. 
-- Jesús asiste con gusto a convites, de donde le vino la fama de comedor y bebedor (o borracho)
-- en la última de las bienaventuranzas proclama Jesús la paradoja de la persecución como raíz de la alegría... porque grande será vuestra recompensa.
-- y lo que en su última oración al Padre pide Jesús para sus discípulos es que les "inunde la alegría".
Y es que Jesús, rostro visible del Padre, nos muestra un rostro iluminado por la sonrisa y la alegría. También nosotros tenemos la misión de ser luz. Tenemos que mostrar la luz de nuestro rostro, un rostro iluminado por la alegría y la sonrisa. Sigue leyendo...