15 marzo 2012

IV Domingo de Cuaresma: Nacer de nuevo


 


Por José María Maruri, SJ
1.- A las personas que queremos, las queremos con el corazón. No necesitamos razones para querer. Ni la madre quiere al hijo por razones, ni los novios se quieren por razones, ni marido y mujer se quieren por razones. Y si se quisiera hacer una lista de razones lógicas de ese amor, al fin la última razón verdadera de ese amor quedaría en el misterio. Y cuando para mantener un amor es necesario andar hurgando para buscar razones, ese amor está empezando a morir bajo las cenizas. El amor es ilógico, supera todo raciocinio, abarca a toda la persona y embarca en la aventura de amar a toda esa persona.
2.- Hoy, de camino hacia la Semana Santa se hace un test a nuestro amor a Dios. Enfrentándonos con el amor ilógico del Señor a nosotros, ¿no necesitamos nosotros demasiadas razones para amar al Señor? ¿Toma su amor todo nuestro ser? ¿Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu ser?
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” Envía lo que mas quiere para que vaya a nuestra búsqueda, para que traiga del país extranjero al hijo pródigo, para que salve entre espinos y barrancos a la oveja perdida, aún a sabiendas de que ese Hijo único va a perder su vida en la búsqueda, pero que nos a va encontrar a cada de uno de nosotros.
¿Hay amor más ciego? ¿Más cerrado a razones lógicas? Como nos decía san Pablo el domingo pasado: esta es la grandiosa necedad o estupidez de nuestro Dios. Esa necedad que supera todo saber y todo entender humanos. Que el Señor nos ha amado a nosotros más que más que a Si mismo. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.