04 febrero 2012

Comentario al Evangelio del domingo, 5 febrero




Publicado por Ciudad Redonda
José María Vegas, cmf

A todos y a cada uno

Es difícil sintetizar con menos palabras tanta y tan intensa actividad. En este breve texto Marcos nos presenta una visión de conjunto y sumaria del ministerio de Jesús, algo así como uno de sus días “de diario”, en el que se agolpan el sentido y las dimensiones fundamentales de su persona y misión: lo particular y lo universal, la acción y la contemplación, la inserción y la itinerancia.
El arranque del texto ya nos da una preciosa indicación: Jesús sale de la sinagoga, en la que ha predicado. Jesús no es sólo un predicador. Sale del lugar sagrado, va a donde viven, trabajan y sufren los hombres, para seguir transmitiendo su Palabra. Ya sabemos que se trata de una palabra viva y eficaz, por lo que no todo se va en sermones ni en doctrina, sino que esa Palabra anunciada sigue después actuando.
Tampoco es una palabra dicha “en general”, sino que busca el encuentro personal, cara a cara, con las personas concretas de carne y hueso, con sus problemas y sus penas. Por eso se mencionan nombres, situaciones, relaciones bien determinadas: la casa de Simón y Andrés, la suegra del primero, su postración. El gesto de tomar por la mano es índice de esa atención personal con la que Dios, en Jesucristo, se dirige a nosotros. Y si Jesús levanta de esa postración y sana y cura, no se trata de algo que tenga sólo un significado médico, sino que habla de una restauración interior que habilita para una nueva forma de vida: la suegra de Simón inmediatamente se puso a servirles.
Tampoco debemos entender esta concreción del encuentro personal como la afirmación de un cierto intimismo, que excluye por principio el encuentro con las masas. A veces se escuchan voces críticas y hasta despectivas hacia los acontecimientos eclesiales masivos (como Jornadas de la Juventud u otros similares), pero estas voces, si bien pueden señalar peligros reales, tienen a su vez el peligro de desconocer los múltiples encuentros de Jesús con las multitudes. Cristo ha venido por todos y por cada uno. El “cada uno” no excluye el “todos”, del mismo modo que el “todos” no debe excluir a nadie, sino que debe llegar de modo personalizado a “cada uno”. En el texto de hoy se repite con insistencia ese “todos” que habla de la universalidad sin fronteras de la misión de Jesús: “todos los enfermos y endemoniados”, “la población entera”, “todo el mundo te busca”, “toda Galilea”. Nos es difícil saber cómo atendía Jesús de forma personalizada a esas multitudes, pero podemos colegir que el encuentro personal con una enferma (la suegra de Simón) hizo de reclamo para que “todos” los que padecían por cualquier causa acudieran a Él, que, lejos de rehuirlos, se dedicó a atenderlos. Las críticas a los acontecimientos masivos suelen basarse en la tentación del relumbrón, del éxito fácil, del aparentar… Pero esos peligros, con ser reales, se pueden exorcizar: Jesús prohíbe hablar a los demonios, espíritus inmundos que lo conocen y lo tientan (como en el desierto) invitándole tal vez a subirse al carro de la fama fácil… Pero Él los manda callar, vence la tentación, y sana por dentro, disponiendo no al espectáculo, sino al servicio. Al fin y al cabo, también la reclusión en las relaciones cercanas tiene sus peligros, como huir de los grandes problemas y buscar refugio de la intemperie en el calor de las distancias cortas. Pero la medida del hombre no es la que marca el recorrido de sus piernas, y Jesús no ha venido a encerrarse en el pequeño círculo, sino que busca el encuentro, una vez más, con cada uno, pero también con todos. Sigue leyendo...