15 enero 2012

Reflexión: Es el Señor quien nos busca




Por José María Maruri, SJ
II Domingo del T.O - Ciclo B (Jn 1,35-42)

1.- Jesús pasaba por allí, como Jesús pasaba por el camino de Emaús, como Jesús pasó bajo el árbol que estaba subido Zaqueo. El Señor pasa, pero no pasa de largo. Ese pasar suyo es en realidad salirnos al encuentro, porque no somos nosotros los que buscamos al Señor, sino que es Él el que nos busca a nosotros.

También hoy el Señor nos sigue buscando uno a uno. Dice el Evangelio que Jesús puso un nuevo nombre a Pedro. Sería el nombre por el que el Señor lo iba a conocer. También nosotros tenemos ante el Señor nuestro propio nombre. No somos números. No somos un DNI (*) cualquiera. No somos una placa de identificación militar. Para Él cada uno tenemos nuestro nombre, y nos llama a cada uno por ese nombre propio y exclusivo cuando nos llama a nuestra vocación cristiana. ¡Samuel!, ¡Samuel! llamaba el Señor a aquel Niño por su nombre. Así nos invita a cada uno de nosotros a seguirle como cristianos.

2.- Porque ser cristiano es una llamada personal. No es apuntarse a algo. No es pertenecer a un partido cuyos ideales nos cuadran. No es tener el carné de un club de fútbol. Nuestro cristianismo puede ser algo muy parecido a esto. Estamos inscritos en registro de bautismos, cumplimos con unas cuantas normas como ir a misa los domingos, pagamos nuestras cuotas echando algo en los cepillos de la iglesia. Y el Credo y los Mandamientos son las normativas del club.

Cuando nuestro cristianismo se reduce a eso, la pregunta de Jesús “¿Qué buscáis?” no tiene más que una respuesta: cumplir rutinariamente unas normas que nos enseñaron de niños, tranquilizar nuestra conciencia, acallar otras exigencias que sabemos que no pide el Señor. Pero, en realidad lo que buscamos con todas nuestras fuerzas es pasarlo bien, tener éxito, es una buena posición social, es el dinero. Nuestro cristianismo no rige toda nuestra vida. No se apodera de toda nuestra persona, empieza y acaba en las tapas del carné de nuestro club.

3.- No se es cristiano por nuestros conocimientos. No es un título sacado en unas clases de Teología. O por correspondencia. Ser cristiano es algo nuevo. Esa cercanía es el encuentro iluminante con el Señor en esa “hora cuarta” que a Juan jamás se le pudo olvidar. Fue un día y una hora determinada en la que Juan encontró al Señor y comenzó a ser cristiano.

Juan no se acuerda de lo que hablaron, él que tan largos discursos recuerda de Jesús, se acuerda sólo de que estuvieron con el Señor todo aquel día. Recuerda su cercanía. Recuerda que estuvo sentado junto a Él.

Para San Pablo ser cristiano es haber sido aprehendido por el Señor, de forma que yo vive Pablo, sino Cristo en Pablo. Ser cristiano no es seguir y admitir una doctrina. Es seguir a una persona. “Ven y sígueme”

4.- Y mientras nuestro cristianismo no sea caminar hombro con hombro con el Señor, tendrá más de magia y de superstición que de religión de conocimiento teológico de un discípulo aventajado que se entrega a la labor por el Reino… de la estadística y del organigrama que de la auténtica dedicación personal. Existirá siempre una dicotomía entre lo que creemos y lo que hacemos.

Que cada uno de nosotros tengamos esa “hora cuarta” que jamás olvidó San Juan y que le hizo seguir al Señor hasta el pie de la cruz.