06 enero 2012

Evangelio del día y reflexión, 6 de enero




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel"». Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Compartiendo la Palabra
Por Pepe Vico

Queridos amigos:

Cuando yo era pequeño, el día 6 de enero era el día de Reyes Magos. Como no entendía ni papa de fiestas litúrgicas, ni cosas por el estilo, lo que celebraba era la fiesta mágica de unos presuntos “reyes” que venían de oriente, trayendo oro, incienso y mirra, para agasajar al niño Jesús. Era una fiesta que, con el paso del tiempo, se fue acomodando y adaptando. Los “reyes” cada vez fueron menos reyes; el niño Jesús cada vez vino a ser menos “Jesús” y más el “niño” ?en genérico?, que, dados mis intereses y que “me había portado estupendamente”, el niño, digo, era yo; y los regalos, que para mí nunca fueron oro, incienso y mirra (¿qué era eso de la mirra”?), se adaptaron a la situación económica de la familia, que no era boyante en tiempos de posguerra. Resumiendo, el día de los reyes magos era un día especial para los niños al final de las vacaciones de Navidad. Después, pasada la penuria económica, se convirtió en un día para el consumo de los regalos para los niños y también para los mayores, que traía un tal “Papá Nöel” (un anciano gordo y vestido de rojo, proveniente de norte Europa o norte América, que se desplazaba en trineo) al principio de las vacaciones de de invierno (la antigua Navidad secularizada) y así daba a todos la posibilidad de disfrutar.
Hoy, cuando llega el 6 de enero, ya no me celebro a mí mismo, sino que me uno en comunión de Iglesia a otros cristianos de Oriente y de Occidente. Aun en medio de la distancia y de las diferentes culturales, nos juntamos eclesialmente para celebrar la Epi-fanía de Jesús, que es tanto como celebrar la revelación definitiva de Dios en Jesucristo para la salvación del mundo entero. Algo muy distinto de lo que venía celebrando.
Ahora el tema central de la celebración es la luz. La Luz que es Jesús: esa Luz que brilla radiante en medio de la noche, antes de que despunte la aurora. Esa Luz que ilumina la historia, haciéndola cada vez más humana. Esa Luz que, como una estrella, en medio de la noche, nos guía en nuestro caminar en el sentido correcto de la vida y en la dirección justa, para hacer de esa vida una existencia significativa y feliz. Habrá quienes, como Herodes vean en esta Luz un peligro enorme para ellos y sus intereses. Pero habrá otros, como los Magos, que le buscarán con plena sinceridad y a cero de intereses personales para darle lo mejor de sí mismos. Como dice el evangelio: Jesús es bandera discutida.
Cualquier parecido, con lo que antaño celebraba y lo que celebro hoy, es casual coincidencia. ¡No se dirá que no le he dado trabajo al Espíritu Santo!