14 noviembre 2011

Reflexión: Compartir los talentos recibidos




La parábola en sí misma es típica de Jesús: una escena verosímil, un propietario que encomienda su hacienda a sus siervos durante su ausencia; la rendición de cuentas, y una conclusión por una parte lógica y por otra sorprendente.
Pero es sin duda una de las grandes parábolas, tan conocida por el pueblo cristiano que hasta ha introducido en el lenguaje la palabra "talento", como sinónima de "capacidad, inteligencia". Desde aquí, "rendir cuentas de los talentos recibidos" es una de las líneas morales más típicas del cristiano.

"Rendir cuentas al Amo". Es la forma antigua de representar que el ser humano es responsable. Responsable ante Dios. "El Amo"; todo es de Dios, yo soy un puro don de Dios, y lo que tengo es don también. Soy responsable ante Dios de lo que soy y de lo que tengo. Este planteamiento de Jesús tiene raíces y consecuencias no muy aprovechadas por la teología y la espiritualidad.  epresenta ni más ni menos que una de las más profundas revoluciones de Jesús, que, como tantas veces, suele ser ignorada por nuestra tendencia a domesticar la Buena Noticia. No pocas veces, diríamos que habitualmente, nuestra relación con Dios suele ser definida desde los parámetros de culpas y méritos, que acarrean castigos o premios. Desde este punto de vista, el pecado es culpa y el pecador culpable: la virtud es mérito y el virtuoso se considera santo. Pero Jesús no piensa así: no habla de culpas y méritos sino de enfermedades y talentos. El pecador no es culpable sino enfermo; el virtuoso no tiene méritos sino que ha recibido talentos. Esto significa que el pecador no es malvado sino necesitado, y el santo no está lleno de méritos sino que es el más obligado, porque ha recibido más. Así, los publicanos, las pecadoras públicas, la impura gente normal, asedia a Jesús porque, por primera vez, ven en él una esperanza. Jesús les desculpabiliza y les ofrece curación. De manera inversa, los santos fariseos se apartan de Jesús porque les niega todo mérito y les echa en cara que se quedan para sí lo que les ha sido dado para otros.
Jesús libera del pecado: y no, como se ha desarrollado tanto y tan mal, por una cuestión jurídica, como si hubiera pagado lo que nosotros no podemos pagar a un Juez que lleva cuentas implacables, sino porque nos declara inocentes. Sigue leyendo...