26 julio 2011

Evangelio, martes 26 de Julio

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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 36-43


Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!»

Compartiendo la Palabra
Por Luis Manuel Suarez, cmf

Queridos amigos:

Hoy se nos cuenta una escena cotidiana de Jesús. “Dejó a la gente y se fue a casa”. Jesús también descansa. Jesús también toma distancia. Jesús también comparte con los suyos. Allí, en la casa, sus amigos le piden que les aclare, que no entendieron bien. Y él les explicaría, hasta que pareciera que entendían... Y comerían, y descansarían, y hablarían de mil cosas, y de cómo iba la misión, y de sus familias de origen... y de lo que les preocupaba, y de la situación del pueblo, y de... tantas cosas... Los cristianos estamos llamados a tener intimidad con Jesús. Como Moisés, que hablaba “cara a cara” con Dios. Una fe que no se cultiva en la oración es como una amistad que no se ejercita en el encuentro, en el trato, en la conversación. En su tiempo, entre las multitudes de Galilea había quien seguía a Jesús a distancia, con encuentros esporádicos, de tarde en tarde... Pero desde que está Resucitado, accesible en todo tiempo y en todo lugar, la invitación es a seguirle de cerca, tenerle presente, intimar con él: en la oración breve o larga de cada día; en la celebración de cada domingo; en la confianza con que se puede vivir la vida... 
Tampoco es cuestión de estar todo el día pensando en Jesús... pero sí buscar esos momentos de intimidad, y vivir todo en la onda de estar en su presencia, procurando abrir los mismos caminos que él intentó: caminos de Reino.

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