21 abril 2011

Reflexiones de Javier Burrieza

El Jueves Santo es quizás la jornada más intensa de la Semana Santa, más repleta de cofrades, cofradías y pasos, de trayectos que se cruzan para buscar uno de los puntos neurálgicos de la ciudad de Dios que hoy es Valladolid: la Catedral. En todas las iglesias se ubicará el Monumento, el lugar donde será situado para su adoración el Santísimo Sacramento después de los Oficios litúrgicos de la Cena del Señor, en las primeras horas de la tarde. Sin embargo, el presbiterio de Valladolid, los sacerdotes de la diócesis, responsables de funciones parroquiales, participan junto con el arzobispo y los obispos asistentes, en la Misa Crismal, donde se consagrarán los Santos Óleos que serán utilizados a lo largo de todo el año en las funciones sacramentales, en el bautismo y la confirmación, en la ordenación sacerdotal y en la unión de los enfermos. La mañana procesional comenzará a las once y media, cuando el alcalde mayor de la Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz toque la campana de la fachada del Colegio histórico de Santa Cruz. Entonces, las puertas de la fachada renacentista se abrirán, los cofrades empezarán a salir por la empedrada calle central y el Coro Universitario entonará profundas algunas de las palabras de Cristo desde la cruz, mientras que la trémula figura del Crucificado de la Luz de Gregorio Fernández se alza con sus andas procesionales al cielo de Castilla. Será una procesión luminosa, como su advocación, que buscará la ciencia y la intelectualidad de los saberes universitarios, ofrecidos para Dios. Ante la fachada histórica de la Universidad, los miembros de los colegios mayores harán su ofrenda floral, al mismo tiempo que la Hermandad realizará la suya a través de las palabras de uno de sus cofrades. El Coro Universitario volverá a poner su música vocal a las procesiones de Valladolid. El cortejo continuará camino de la Catedral, en cuyo interior se rezará el Vía Crucis, concluyendo éste con la estación que corresponde con la Resurrección. La procesión estará repleta de la plasticidad de la primavera. Tras la celebración de los Oficios litúrgicos propios del Jueves Santo, las procesiones se ponen en marcha para prolongar en la calle lo que han vivido ante los altares de sus iglesias. A las seis y media se inicia desde la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua la tradicional de “Penitencia y Caridad”, pensada en los años veinte para atender a los que estaban recluidos en la prisión provincial o vivían su enfermedad en los Hospitales. Después la población la conocía como “la de la cárcel”, el preso o presos que eran liberados ante las imágenes sagradas. Actualmente, esta práctica se mantiene aunque la prisión haya sido trasladada fuera de los límites urbanos de Valladolid. El cortejo se detendrá ante la Audiencia Provincial, en la calle de las Angustias, donde se realizará la tradicional liberación, incorporándose el “liberado” en el grupo de los cofrades o comisarios que portan la “Quinta Angustia” de Gregorio Fernández, convenientemente oculta su identidad por el negro hábito procesional. Aunque todavía recorrerá los contornos del antiguo Hospital Río Hortega, la procesión se detendrá ante la Residencia Nuestra Señora del Carmen, en el barrio de la Chancillería –antiguo tribunal de Justicia por otra parte- siguiendo por el Hospital Clínico Universitario. Las dos cofradías prolongarán sus regresos a las respectivas sedes, siendo recibida la de la Preciosísima Sangre por la Hermandad Universitaria en la Plaza de Santa Cruz. Serán el encuentro de dos crucificados tallados en dos momentos muy diferentes, por dos autores bien distintos aunque plagados de espiritualidad, Gregorio Fernández y Genaro Lázaro Gumiel, en los siglos XVII y XX. La procesión de la Sagrada Cena, desde las siete de la tarde y por la cofradía titular que tiene su sede en la parroquia de San Pedro, conformará su largo cortejo en el que se podrá admirar el monumental paso que entregó el escultor vasco Juan Guraya Urrutia. Será de especial interés su estación ante la iglesia de las Angustias, para interpretar la Salve Popular ante la obra de Juan de Juni. Después, en la Plaza de Federico Wattemberg, delante del Colegio de San Gregorio, se realizará un Acto de Reflexión sobre la Eucaristía. Al mismo tiempo que todo esto suceda, cinco cofradías diferentes –la de la Oración del Huerto y San Pascual Bailón; la de Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y las Lágrimas de San Pedro; la de la Exaltación de la Cruz y Nuestra Señora de los Dolores; la del Descendimiento y Santísimo Cristo de la Buena Muerte y la de la Venerable Orden Franciscana Seglar- buscarán a través de distintos recorridos unirse para formar la procesión de “Nuestra Señora de la Amargura” y encaminarse hacia la Catedral para hacer estación ante el Santísimo Sacramento. La novedad principal de este año es la presencia de una imagen de “Nuestra Señora de la Soledad” (anónimo, segunda mitad del siglo XVII), conservada durante el resto del año en el convento de Santa Isabel de Hungría y alumbrada por los cofrades de la Venerable Orden Franciscana Seglar junto con la “Santa Cruz” (anónimo, finales del siglo XIX). De portarla sobre sus hombros se encargará la llamada comisaría de San Diego. En su hora histórica, en la tarde del Jueves Santo, se pone en marcha la procesión “de Regla”, llamada también de “Oración y Sacrificio”, de la cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, tal y como se hacía desde el siglo XVI. También en este año incorporarán en el cortejo al “Santo Cristo del Calvario”, un crucificado recién restaurado que fue realizado a mediados del siglo XVII para el llamado “paso nuevo de la Virgen y San Juan”. Además los comisarios portarán con gran solemnidad a “Nuestro Padre Jesús Flagelado” (atribuido a Antonio de Ribera o Francisco Díez de Tudanca, hacia 1650) y al impresionante “Santísimo Cristo del Perdón” (obra de Bernardo del Rincón, hacia 1656). Ambas tres imágenes son expresión del esplendor que esta cofradía tuvo a mediados del siglo XVII. Uno de los cambios de este Jueves Santo de 2011, con el cual se enriquece la vida de la cofradía, es la procesión titular de la cofradía penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura, con el especial protagonismo de la talla titula realizada por el imaginero murciano José Antonio Hernández Navarro (1993). Será a las nueve de la noche tras la celebración de un Acto Penitencial en el cual se ha contado con la participación del Secretariado Diocesano de Pastoral de la Salud. Desde la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol se pondrá en marcha esta cofradía que nació en los años cuarenta en el seno de la Juventud Obrera Católica (JOC): la mencionada talla del imaginero murciano, el “Cristo Crucificado” realizado por Leocricioo Rodríguez de Monar (1949) y “Nuestra Señora de la Amargura”, nacida también de las manos de Hernández Navarro en 2000. En esta apuesta de la cofradía por esta procesión, la primera parada importante de la misma será en el convento de las monjas dominicas de Porta-Coeli, continuando posteriormente hasta la Catedral donde, sobre las once de la noche, realizarán la Estación de Penitencia ante el Santísimo Sacramento. Tras reanudarse el cortejo, regresará a su sede en la iglesia de San Andrés donde se entonará el canto de “El Perdón”. Con poco tiempo de diferencia, llegará a la Catedral la Insigne Cofradía Penitencial de Jesús Nazareno, alumbrando al “Cristo de la Agonía”, un bello crucificado tallado por Juan Antonio de la Peña en 1684. Eran aquellos tiempos difíciles en los cuales estos cofrades se habían “independizado” de la tutela y sede de los frailes agustinos y de su convento junto al Pisuerga, actual Archivo Municipal. La procesión de esta noche del Jueves Santo se llamará “de la Peregrinación del Silencio” y nació como un intento de esta histórica cofradía de contar con una procesión titular de Regla, con la cual postrarse ante el Santísimo Sacramento expuesto en el Monumento. Ciertamente, fue de las primeras que lo realizó en la tarde-noche del Jueves Santo. Impresiona contemplarlos a todos ellos, vestidos con sus hábitos “nazarenos” y pronunciar sus rotundas palabras de entrega: “aquí nos tienes Señor, a tus nazarenos…” Todavía no ha concluido este día cuando la decana de las cofradías vallisoletanas, la Penitencial de la Santa Vera Cruz, comenzará desde su iglesia de la calle Platerías su histórica “procesión de Regla”, en la hora que lo ha venido realizando secularmente en las noches del Jueves de la Cena. Resulta bella la concentración de gentes en los minutos previos a las once y media, en el corro de la encrucijada de las calles Platerías, Macías Picavea, Rúa Oscura, Guadamacileros y Conde Ansúrez, allí donde muchos hemos aprendido a contemplar procesiones de Semana Santa. La cruz guía refleja la vinculación histórica de la hermandad con la orden de San Francisco, pues en el crucero de la misma se contempla el abrazo entre San Francisco de Asís y el propio Jesús. Después se sucederán las distintas secciones, alumbrando los bellos pasos que tuvieron la osadía los cofrades del siglo XVII de encargar a Gregorio Fernández y a sus discípulos más cercanos. Un cortejo que será cerrado, no por aquella “Dolorosa” que fue separada del conjunto del “Descendimiento” sino por el relicario y reliquia del “Lignum Crucis” (anónimo, primera mitad del siglo XVI), el cual volverá a salir a las calles el día 3 de mayo tras el triduo de la Invención de la Cruz. El cortejo enfilará la calle Platerías hacia la Plaza Mayor, buscando la Acera de San Francisco, donde antiguamente se encontraba el convento donde nació esta cofradía penitencial, allá por el siglo XV. Los pasos, dispuestos frente a los soportales, harán brotar la oración musitada en recuerdo de los cofrades de otros tiempos, de los más inmediatos y de los más remotos. Después serán las calles que abrazan la Iglesia catedralicia hasta volver por la ciudad de los soportales, la reconstruida tras el incendio de 1561, según las trazas modernas, renacentistas, racionales de Francisco de Salamanca. Las esencias de Valladolid se unen. Las últimas palabras de esta procesión de Regla de la Vera Cruz será el canto de “Victoria, Tú reinarás”, dirigidas a la mínima porción de la Verdadera Cruz, así como la Salve Popular a Nuestra Señora de los Dolores. De su rostro dijo algo realmente sorprendente el viajero de principios del siglo XIX, Isidoro Bosarte: si no bajaban los ángeles a modelarlo más bello, de manos de los hombres no cabía más que esperar. ste año, la procesión “de Cristo al Humilladero” de la última hora del Jueves Santo, protagonizada por la cofradía del Descendimiento y del Santo Cristo de la Buena Muerte, se ha convertido en la imagen internacional de la Semana Santa, la que anuncia a través de su cartel a los cuatro puntos cardinales, que lo que se va a contemplar en Valladolid es único. La cofradía parte de la Real Iglesia Parroquial de San Miguel y San Julián, templo antiguo construido por la Compañía de Jesús en el siglo XVI, que acogió buena parte de los ministerios y trabajos de los jesuitas hasta su expulsión en 1767 y que recibió el cuerpo del que se convirtió en “apóstol” de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús en España, el hoy beato Bernardo Francisco de Hoyos, fallecido en esta casa en noviembre de 1735. Precisamente, se encontraba vinculada al instituto ignaciano, como una de sus congregaciones, la denominada “de la Buena Muerte”, cuya historia en parte recoge esta cofradía del Descendimiento, nacida en 1938 para alumbrar el magnífico paso de Gregorio Fernández, propiedad de la Vera Cruz. Los cofrades portarán, en unas bellísimas andas realizadas por el imaginero riosecano Ángel Martín, el estremecedor Cristo Yacente que Gregorio Fernández entregó a los mencionados jesuitas del colegio de San Ignacio. El cortejo tendrá distintos momentos estelares: en la Plaza de la Trinidad donde será recibido por la cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, que acabará de regresar de su procesión de Regla. Después, en la Plaza de San Pablo, lugar de escenas de la Corte pero también de antiguas procesiones de Semana Santa, realizarán un Acto de Oración y Reflexión ante la Cruz del Humilladero. Esta última no se encuentra vinculada históricamente al monasterio de los dominicos de San Pablo, pues en su base encontramos unas veneras, iconografía que la asociaba a la parroquia de Santiago Apóstol, en la cual podía presidir uno de aquellos cementerios que rodeaban a las antiguas iglesias. En su regreso a su sede, esta bella procesión buscará el telón de fondo del antiguo Monasterio de las brígidas, establecidas las monjas en el palacio que había edificado en el siglo XVI un abogado de prestigio como era el licenciado Francisco de Butrón o la casa-palacio del comerciante de éxito Fabio Nelli de Espinosa. Un nuevo Cristo Yacente, de “la factoría” de Gregorio Fernández”, partirá desde el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana con la mencionada cofradía del Santo Entierro, ataviada con sus vistosos hábitos de terciopelo negro. De nuevo, se buscará a las gentes de los barrios, esta vez cruzando el río Pisuerga por uno de sus puentes –el popular del Poniente o de Francisco González Regueral- hacia el barrio de Girón, su Plaza Porticada, la parroquia del papa san Pío X y la realización de una Estación Penitencial en la misma. En el regreso, y en horas intempestivas, impresiona esa cola del llamativo hábito y el golpe seco, tosco, austero, del bombo, acompasado por otro que siempre lo acompaña.

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