10 enero 2011

Reflexión: Nuestra familia, raíz e historia


Tomado de jesuitas:

Nuestra familia, raíz e historia
Casi siempre está. Sin más. Amor de madre, amor de padre, amor de hijos y de hermanos. Amor profundo. Amor que ayuda a pensar que Dios mismo ha de ser así.
Y si falta, o si falla, o si, por la razón que sea uno no ha tenido esa tierra primera en la que echar raíces, aún sigue siendo un anhelo, un horizonte, y una posibilidad, esa de poblar el corazón con los nombres amados. Porque eso es lo que nos hace más humanos.



1. Gratitud


«Que la paz de Cristo habite en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.» (Col 3,15)


Cuando termina la Navidad, fechas que, para muchos son tiempo de reencuentro y celebración en familia, volvemos a lo cotidiano.

Pero es necesario dejar reposar lo que, a menudo, se nos puede pasar desapercibido: la vuelta a casa (vuelves tú, o vuelven los tuyos). La familiaridad. El cariño, especialmente de los padres, que suelen ser los que aman con más generosidad. La nostalgia si alguien falta –porque el amor sabe echar de menos-. 



La ternura expresada de maneras muy diferentes. Las rutinas que a uno le construyeron. Los lugares conocidos. Los álbumes de fotos, memoria gráfica de instantes que no se borran. Las historias que se cuentan una y mil veces. Es hora de agradecer.


¿Qué tengo que agradecer a los míos? ¿Cómo lo puedo hacer?



2. Historia


«Vosotros sois herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abrahán: Por tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo». (Hch 3,25)
En la familia descubrimos que somos parte de una historia. Que venimos de generaciones de hombres y mujeres, que rieron, amaron, sufrieron, creyeron, dudaron y trataron de dejar una huella. Somos parte de esa huella.

Y a nuestra vez, dejaremos detrás otras semillas, ya sean hijos o recuerdo, memorias en los seres queridos, palabras, cantos… 

Somos parte de algo más grande, como una gota de agua en una corriente inmensa. Una corriente en la que Dios habla y que, ojalá, algún día nos llevará a un mar en el que todo tendrá su sitio.


¿Me doy cuenta de la vinculación de mi historia con otras historias? ¿Siento la fuerza de ser parte de una corriente a través de la cual Dios va actuando? 

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